miércoles, 31 de marzo de 2021

Via crucis pandemico VI. Jose Carlos De Nobrega

 


VI

La Verónica limpia el rostro de Cristo

No hay evidencia en ninguno de los Evangelios de este suceso ni tampoco de la existencia de una mujer llamada Verónica. Además de justificar la muy moldeable tradición utilitarista el mercadeo de reliquias como las astillas de la cruz, la sangre de Cristo, el Santo Grial, el manto o sudario de Turin o el lienzo de Verónica con la imagen del rostro del Nazareno, tenemos una atenuación demagógica del machismo o, peor todavía, de la misoginia obscena de la nomenclatura tanto judaica como católica y protestante. El catolicismo oficial apela a esta política de la organización, cuando sin consultar a María, la madre de Jesús, la convierte en intermediaria o gestora del perdón de las faltas entre los pecadores y Dios trino mediatizado por el poder establecido. La fémina no sólo es objeto sino arquetipo para que crezca la feligresía y se edifiquen los conventos. Sin embargo, la mujer por su educación en silenciosa resistencia y configuración sensible -no sensiblera ni histérica- de amorosa madre fecunda y fiel esposa, ha dado pie para el género plástico de la Piedad con sus Leonardo, Bernini y Miguel Ángel no en balde su misantropía y atenuada libido que lo convirtieron en un histérico e inapetente sexual. No podemos obviar tampoco que Ellas poseen una entereza sin igual que supera la fuerza bruta desmedida del varón. Cristo se aparece luego de su resurrección a María Magdalena y no a Pedro el futuro primer Papa. Asimismo el Rabí deja muy mal parados a los varones que pretendían ejecutar a la mujer pública a pedrada limpia. O a sus mismos discípulos que criticaron la lindura de hembra que lo unge de perfume caro y le lava los pies con sus suaves cabellos y lágrimas conmovidas. También tenemos el diálogo entre iguales y a dos aguas con la samaritana. O la vindicación de las viudas en una muy conocida parábola que aún pasamos indolentes por debajo de la mesa. El poeta Miguel Hernandez reedita y reconvierte el mito de Leda y el Cisne, amén de revisitar y recrear el Cantar de los Cantares con la dulzura erótica, sensual y solidaria del trino increíble de todos los pájaros de la campiña española. En Romances, Odas y Sonetos, nuestro Pastor Cara de Papa, como lo apodaba Neruda, expresó un Amor Loco incondicional e indeclinable por la madre, la esposa y la compañera de combate. Era pues natural que este Comisario cultural republicano, como el poeta Antonino que acompañó la revolución antiesclavista de Espartaco, fuera castigado con saña por la Falange misógina y feminicida enjaulandolo con su coro extraordinario de aves del Edén en sórdida y mala prisión. El Orden absoluto, preñado de lo peor y lo más podrido del Medioevo con sus supersticiones y venales inquisidores, no podía tolerar la sensibilidad especial y el carisma libertario de Federico García Lorca, mucho menos a un rojo campesino, poeta y feminista con ese nombre tan plebeyo, Miguel Hernandez, cuya ciudadanía universal nunca cesa de amar a todas las mujeres, incluso a las castradoras víctimas y viudas del Macho.

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