sábado, 27 de marzo de 2021

La Viudez y la Orfandad III. Jose Carlos De Nobrega

 

Mi comadre Mayolis con sus hijos Luis Frenando y Andrea

En la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la teología de la liberación desarrollada en la calle del medio por los profetas y por Cristo mismo, siempre tuvo como punto de honor la defensa de los más vulnerables. En el caso que nos ocupa, las viudas y sus hijos huérfanos de padre. 

Mi comadre Mayolis, muy joven, enviudó de Fernando, su primer esposo, aquejado de una enfermedad terminal. Luis Fernando y Andrea eran muy chamitos. Mi esposa Yudi la asistió, no sólo como madrina de Luis Fernando, el primogénito, sino también en tanto amiga harto solidaria. 

Hoy, Mayolis, acompañada de su segunda pareja Robert, es la luz suave y el viento risueño de mi vecindario. Menudita, emprendedora y hacendosa se mueve sigilosamente, como para que la mano derecha no sepa lo que construye la zurda, dispensándonos bienes sin reparar en la merma de su propio y modesto peculio. Y este testimonio no es de oídas, ni es una ficción mía. Ella ha estado pendiente de mí, tanto de la barriga llena como del corazón contento. Si he ganado kilos y masa muscular, amén de un buen juicio, se lo debo a ella, a quien tengo al ladito. Ha establecido un equipo de mujeres maravillosas con mi cuñada BETTY y mis sobrinas Angélica, Dayana y Jorbe, que me tiene de lo más consentido y asistido. Incluso me tiene al tanto de los milagros y estragos de este mundo desmadrado. Dios trino y liberador me las guarde a todas.

Otra mujer de raza que enviudó pero que también fue recompensada con un gran compañero como Lapi, es Nancy una de las grandes compinches de mi Yudi. Me protegen ambos como un compromiso de vida con mi esposa, esté dónde esté y con quién esté en su Paraíso muy soñado con música de baladas y romances. Son una pareja que aprendí a querer mucho. Pasan por una situación difícil de salud, pero la enfermedad no les resta su extraordinaria bondad para conmigo.

Mi afecto total para estas estupendas mujeres que me recuerdan que Dios y el Amor están en el mismo vecindario. Sólo hay que sacarse la lagaña, desperezarse y dejarlo correr como tsunami de aguas mansas que construyen utopías y mejores patrias posibles.

Corto aquí porque mi comadre Mayolis me trajo almuerzo, pese a que no tiene gas. De paso me advirtió que la Peste andaba cerquita y hay que blindarse con los aperos del caballero medieval de hoy, empero la informática y el galimatías de las redes sociales.

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