Soneto al Silencio de Dios
Mi cuerpo y mi alma son la jaula abyecta
Que incuba ciudadanía poética inútil,
Desmentida por la infamia que eyecta
La peste de ser hombre harto fútil.
Son muy absurdos los devocionarios
Esperanzados e ilusos de preces
Con que recreo a los viles mercenarios
Que someten a los míos a estrecheces.
Dios no calla la desdicha del mundo,
Su insoportable silencio es de nuestro
Peculio egocéntrico e inmundo:
Me hallo a merced del bufón maestro
Que me obstino en ser, tremebundo
Profeta que cambimbea Dios a cabestro.
Soneto de la Cueva de Platón
A un año de viuda prisión pandémica,
No logro aún saber por qué Platón
Coarta derecho de admisión endémica
A poetas en su idealista Nación.
Se le olvidó la poesía del Banquete
Plena de Amor hipérbole y entusiasta?
Pues Platón levitó y en un periquete
Bajó estadista de tan cauta casta.
Supongamos que quedando a mano
Con filósofos, poetas y sofistas
Escribiera una Enmienda en vano
A la Constitución para arribistas:
Sólo se admite al poeta cortesano,
A los puros no, pues son solipsistas.
Soneto de Euridice secuestrando a Orfeo
Resulta, pasa, ocurre y acontece
Que el mito poético es puro embuste:
Euridice salvó a Orfeo, eso parece,
Y no al revés, así no nos guste.
Pues el Hades tiene más propósito
Que contrariar al mundo con poesía
Y guitarra de fadista expósito,
Caníbal de revulsiva alevosía.
Orfeo y su calaña no consienten
Las tropelías del avieso casero,
El padrote y el tirano que pervierten
A las Tres Gracias que con sumo esmero
Tocan el soneto que ellas no quieren
Ni oír en la realidad del desespero.
Soneto al Perro de Goya
Me haría copiar El Perro de Goya
Como quien se embucha de maná
En el desierto, para ornar tramoya
Que sostiene mi cueva en el más acá.
La gigantografía de esta pintura
Negra, desoladora y asocial
Tapizaría mi casa en su albura
Delatora de mi insulsez proverbial.
No es un pobre perro bien raquítico
Hundido en el lodazal hasta el cuello,
Vaguada sepia en tenor estíptico.
Espejo que ultrapasa sin resuello
Ni pausa mi islote paralítico
Que no es Arcadia sino náufrago Ello.
Ejercicio Espiritual
Memorial del salmista expiatorio
Paladeo la densa tribulación de Hiel
En plañideras, el bullir gusano
Que pudre la carne de alma y Piel,
Amén de la culpa como bien malsano
Con que el prójimo y yo nos azotamos
Sin clemencia y un dejo de masoquismo.
Ea pues señora, si a eso nos vamos,
Que dulce me golpeas en narcisismo
Del rabino y sumisión del cordero.
Sacrificio inútil, disfuncional,
No se vale, pues a Dios no es llevadero.
Muero porque no muero: el animal
Te limpia, al darle palo cochinero,
Para nada. Nos chupa el mismito Mal.
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