martes, 23 de marzo de 2021

Marcos Ana: Decir libertario desde la cana. Jose Carlos De Nobrega

 

Marcos Ana entre dos Marichinas, ambas hijas del exilio republicano

La poeta Marichina García Herrero nos presentó recién a Marcos Ana, una de las voces poéticas contemporáneas más sólidas de España. Este poeta de nombre Fernando Macarro Castillo (Ventosa del Río Almar, Salamanca, 20/1/1920-Madrid, 24-11-2016), fue un muy incómodo prisionero de la dictadura franquista desde 1939 a 1961. Un comunista verdadero que en su obstinación libertaria desafiaría a la tiranía del chaparro tirano sin descanso, desde la militancia dentro y fuera de prisión, amén de la calidad profética y humanística de su obra en verso y prosa.

Si la poesía de Miguel Hernandez, hombre de campo y autodidacta de formación al igual que Marcos Ana, se puede considerar el diario lírico de la Guerra Civil española, nuestro poeta salmantino, republicano y ateo construyó a partir de su largo confinamiento político una crónica despiadada de la dictadura de Franco, feudal, inmovilista y represiva en extremo. 

Después de leer dos libros en pdf que compilan su obra poética (Cuadernos de Poesía número 9, Biblioteca Virtual Omegalfa, y "Te llamo desde un muro", el perro y la rana, 2008), se nos vienen asociaciones que exceden el género de la literatura en prisión. Tenemos el mural narrativo "Memorias de un venezolano de la decadencia" de José Rafael Pocaterra, la poesía vitalista y erótica en cautiverio de Alfredo Arvelo Larriva, o la transparencia sin igual de su hermana Enriqueta cuando le cantó una elegía solidaria y dolorosa a su prisionero político entrañable.

No en balde su ateísmo y militancia comunista, Marcos Ana posee el tenor endurecido y encarador de los profetas bíblicos, pues son los legisladores o, mejor aún, los aguafiestas del despropósito de su respectivo tiempo histórico. Por tal razón, sufrieron persecución y encarcelamiento de reyes viles y sacerdotes envilecidos. Notamos también en su discurso poético la inmediatez metafórica de las Parábolas del Cristo liberador y no institucionalizado, vinculada al habla popular exenta de poses retóricas. 

La poesía de Marcos Ana, luego de combatir muy adolescente la insurrección franquista a palo, piedra y uñas, no se incubó en la Universidad de Salamanca con los señoritos que rechiflaron la indignación áspera y antifalangista de Unamuno el 12 de octubre de 1936. Se crió en la sombría prisión que se convertiría en una muy brillante aula magna de la libertad. Allí, el poeta asechado por funcionarios penitenciarios buitres, desarrolló una propuesta del Decir que empalma la tradición y la vanguardia estética y política. Con una economía de recursos atinente a la lobreguez paisajística y arquitectónica del presidio, edificó del cieno y la sangre un monumento admirable de la lengua castellana. El poema "La Vida?" es una de sus muestras indiscutibles: Le pregunta a su prójimo que se pasea por la calle sin reparar las maravillas del mundo, cómo es un árbol o cómo es un beso de mujer, experiencias que le niega el orden que lo reprime pero que no logra apocarlo. 

Marcos Ana, poeta comprometido de una calidad asombrosa, privado por el señor feudal y luego por el milico de su infancia, adolescencia y juventud en plenitud lúdica, se nos parece a Emily Dickinson y Enriqueta Arvelo Larriva, pues sin abrevar en la realización física del amor erótico, tenía una sabiduría y captación del amor en una situación extrema de carencia material y afectiva. 

Con muy pocos elementos, nos obsequió una poesía empoderada, poderosa y accesible al Otro: Árbol, mar, patio, losas. Por el amor de Cristo, qué poeta tan poderoso y a la vez tan amoroso en medio de la cana. Poeta del decir que nos maravilla en su transparencia que se abre paso entre un averno jesuita que fue impostado por la Falange. He aquí un verso que nos lo define en un cariz digno de Job y los profetas bíblicos: mi lengua es una herida que flamea.

La ideología, en tanto falsa conciencia, no afecta las aristas políticas ni estéticas de su discurso poético. Su compromiso político está admirablemente dicho y se asimila a un humanismo de raza. Por eso las consignas no son lugares comunes ni pataleos retóricos. Hay una vinculación innegable con la vida que se contrapone a la intolerancia, el sectarismo, el resentimiento y la banalidad insoportable del mal. 


 El poeta Marcos Ana, muy conmovido, conversa y departe con los bisnietos de sus compañeros de lucha pro republicana


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