martes, 3 de octubre de 2017


 
TRES DE LAS NUESTRAS: ANNEL, ROSA ELENA E YRIS

José Carlos De Nóbrega

No responde, no alivia su pesadumbre. / Piensa en árboles, como recuperación / y sorpresas de clima. Ana Enriqueta Terán: “Extravagancias lúdicas” (Ayacucho, 2016).

     Celebrando el nuevo libro poético y vitalista de una cada vez más joven Ana Enriqueta, nos toca conversar sobre títulos recientes de tres de las nuestras: Annel del Mar Mejías, Rosa Elena Pérez Mendoza e Yris Villamizar. Acometamos esta alegría lectora sin más protocolo. 1.- “Mapas de Sangre” (Monte Ávila, 2013), volumen de relatos de Annel del Mar Mejías, nos removió emocional, sensual e intelectualmente en el marco de su pericia técnica y compromiso escritural de alto vuelo. Las miniaturas narrativas colindan con el Poema en Prosa, el reportaje despiadado del entorno y el mosaico erótico. “A punto de morir”, configura una contundente y masoquista metáfora de la ciudad aniquilada a merced del Lago, cetáceo embadurnado de petróleo que engullirá la Basílica en una revisita tremendista del pasaje bíblico del cautiverio de Jonás: “Camino despacio por la boca de esta ciudad, arrancándoles la lengua a las mujeres”, de modo que la voz misógina se regodee en un devaneo apocalíptico y desesperado con su juicio final y la falsa Parusía alucinada por venir. “Abejorro” apunta al Bestiario que vincula el ajolote de Cortázar y el gato tapiado en vida de Poe con el desparpajo concupiscente y rudo de la poeta brasileña Ana Cristina Cesar [subir el precio en la guerra salvaje de alcoba]: “Al final, te devolví los labios ensangrentados y escupí el zumbido del abejorro para que te temblara la voz cuando volvieras a pronunciar mi nombre”. El discurso transgenérico [fusión inobjetable del texto periodístico, la crónica y el cuento] se intensifica en el tratamiento audaz y magnífico del lenguaje. La atmósfera variopinta, sobrenatural y terrorista que se destila de estos treinta y tres relatos, posee dos coordenadas dinámicas: la hipérbole y el hiperrealismo de maestros como Quiroga o el escultor Maurizio Cattelan [¿recuerdan su Hitler orando en blanco y negro?]. “Leprosos” va del reportaje crítico y ácido propio del Nuevo Periodismo al poema profético en prosa que denuncia [sin cortapisas] la condición de islote a la deriva del leprocomio, al punto de sacudir la sensiblería piadosa del lector adhiriéndole la mengua viscosa, aislada y sufriente de los pacientes hechos añicos. Qué decir de su segunda entrega, “Un acto de compasión”, donde tenemos la piedad invertida: Las enfermeras compartiendo el pan y la cama con los leprosos, ello en un arrebato lírico sorprendente. La tragedia cotidiana de la ciudadanía, recreada con personalidad indiscutible, cobra una incómoda relevancia bajo la decadencia de la República Petrolera en Venezuela: Los muertos vivos se hacen invisibles en la insoportable ilusión del país rico que no produce riqueza ni la distribuye bajo un proyecto de desarrollo viable y autosustentable. Sean cargadores de agua que nos reconcilian con las pinturas de Murillo; periodistas lánguidos y vueltos cenizas; o desempleados fagocitados por la industria petrolera. Annel del Mar nos atrapa, seduce y reconviene en una imaginería narrativa sin par ni concesiones. Nos insta a mirar la Patria con solidaridad, trizados los ilusos lentes y las frías gríngolas.

 2.- “Conjuro” (el perro y la rana, 2016), exquisito manjar-poemario de Rosa Elena Pérez Mendoza, nos remite a una poética del Decir que homenajea el discurso transparente de Enriqueta Arvelo Larriva, se subleva muy mujer por vía del ars poética, además de nadar de madrugada en las intermitencias y contradicciones de la voz y el Ser, todo ello a contracorriente de poses culteranas y explosiones chirriantes del estilo. El poema inicial homónimo delata una pulsión dinámica, placentera y problemática de vida. La graciosa y ágil chalupa atraviesa “el corazón de las tinieblas” y el claro de luna al punto, tomando distancia de la grandilocuencia egotista y la sumisión de la carne y el espíritu: “Todo esto hago hoy / desde mi territorio / voy navegándome íntegra en poesía / y llevo así el alma a buen resguardo”. La desnudez del fondo y la forma apuntala la variedad de registros, desde el erotismo liberador, fluyendo el reconocimiento esclarecedor de sí misma en el Otro [su complementario], hasta un contagioso, agudo y saleroso giro humorístico que nos reivindican a la poesía como afortunado encuentro comunitario. “Giro”, si bien suena a bolero de despecho, ata el cuerpo deseado con la captación amorosa del mundo: “Una semilla / una hormiga muerta / una brizna de paja // como oráculos se desprenden / y llegan a mis manos”. La rotación y traslación planetarias equivalen a los espasmos orgiásticos de la materia tocable y al ascenso terco del ser bordeando el abismo. “Ojos abiertos” conjuga lo ilusorio, lo retorcido y lo revelador del ver a través del Otro en el imperio del tutelaje: “Yo nací con los ojos abiertos / supe suavemente sacarlos / depositar cada uno en tus manos // debí conservarlos en su espacio”. “Mujer-rana” y “Amo a un hombre” son cálidas parodias de la voz femenina que, tras los peripatéticos escarceos amorosos, traen consigo una paradójica liberación enclavada en la escritura pícara y vitalista de raza. Esta caja de bombones nos emborracha y encanta en el apetito primordial por la poesía verdadera.

3.- “Por todos los cuerpos” (Madriguera, 2016),  poema objeto carnal de Yris Villamizar, se deja palpar con gusto al igual que los poemas de María Calcaño y las confesiones lúbricas de Anaïs Nin. La transparencia del discurso poético aprieta la mano dadivosa de una teología lírica y sexual de la liberación [¿de esto no trata la “Oración por Marilyn Monroe” de Cardenal?]. La púber y asombrada voz poética explora la intrincada, contingente y sabrosa red de la unión amorosa y erótica. No se intimida en el acecho de los aparatos ideológicos y represivos del Poder fáctico, por el contrario, se vale de sus propias máscaras para desvestir su decir institucional destructivo: “Piedra de toque / reconoce su aptitud / sutil hipocresía / que viste una máscara”. Esta Lolita [¿una de las Brujas de Vigas?], ardorosa y manipuladora, desparrama la cruel agudeza de su ingenio en un ejercicio por partida doble, esto es la yunta del cinismo como inteligencia exquisita y la sabiduría sexual hecha manipulación: “Ese tiempo perdido / que conjura / la angustia, / la dependencia / y compra / voluntades”. Desdice, incitando al voyerismo más perturbador, a madres castradoras, hijos monigotes y eyaculadores precoces: “Seamos / inmensamente un solo cuerpo / ante el destino / bajo una red de miradas”. Para ejercer la libertaria ciudadanía amorosa, hemos de pasar por el narcisismo e incluso el ser objetos sexuales. ¡Oigamos pues el canto arrobador de Yris, la diafanidad de Rosa Elena y la fabla fauvista de Annel!                     

sábado, 24 de junio de 2017

TEXTOS BREVES DE FRANCISCO JOSÉ AGUIAR

 
Francisco José Aguiar. San Carlos, Edo. Cojedes, 1985. Narrador, poeta y dramaturgo. Lcdo. en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en el 2014. La Revista Memoralia publica el monólogo que se titula La Alcantarilla en el 2015. En el transcurso del 2016 publicó entrevistas, artículos y notas en periódicos de su región y obtuvo mención honorifica en el 1er Concurso de Crónica Breve “UNELLEZ NUESTRA DE CADA DÍA” con la crónica titulada El encanto de una tarde.
La aventura de leer
Leer es maravilloso, pero explicarle esto a quien no tiene este hábito es muy difícil, es como explicarle a un ciego las cualidades de la luz. Sin embargo, escribo estas líneas con la esperanza que alguien se anime y por la deuda que tengo con las personas que me han preguntado sobre mis descubrimientos.

         Me gustaría tomarlos de la mano y llevarlos a donde he explorado, pero la experiencia es íntima, es como la historia del hombre de sal que se internó en el océano para comprobar si era conmensurable o inconmensurable y al hacerlo se disolvió en él y no pudo narrar su experiencia.

         Me cuesta narrar mis experiencias como lector. Lo más honesto sería dejar la página en blanco pues cualquier cosa que escriba será absurda por la tamaña empresa que pretendo.

         Borges era un gran viajero y salió poco de su biblioteca. Él podía llegar en un tris a la Grecia de Homero, a la India de Gautama o a épocas venideras y lo traigo a colación porque al hacerlo le rindo tributo.

         Todo el que se interna en un libro halla la invitación a soñar. Soñar es el primer paso. . . el resto depende de nuestra capacidad de concretar lo soñado. Los libros son albaceas de la libertad, con ellos podemos salir de las murallas del espacio y del tiempo.

         La historia del hombre de sal la asocio con la aventura que he seguido desde mi niñez. La asocio porque muchas veces me han preguntado qué encuentro en ella y generalmente respondo con el silencio.

         Hay cosas que no se pueden comunicar con palabras. Por ello cada párrafo que he escrito está parcamente elaborado. Sin embargo, espero dejar al menos un vislumbre de lo que quieren saber.

         El hombre de sal y yo somos en esencia el mismo hombre y vamos con toda la alegría que un alma puede albergar.
Mundos prestados
Podría afirmar en este momento que todo escritor como principal recurso literario recurre a la utilización de palabras prestadas; palabras imposibles de devolver porque llegan a ser parte inherente de quien las emplea. (El aire que llega a nuestros pulmones es prestado, pero cuando lo inhalamos se vuelve parte de nosotros. ¿No es así?). Si utilizas palabras prestadas con un buen orden de ideas, la experiencia enseña: surge la literatura.
         Alexander Pope aseveró que el gran escritor es el que expresa mejor lo que otros han pensado y estoy totalmente de acuerdo, claro, el copismo es otra cosa, el plagio descarado siempre tendrá mi desaprobación y en cuanto a la intertextualidad debo recalcar: es un excelente recurso.
         Las horas de lecturas archivan un bagaje de ideas que incluso no perteneciéndonos las consideramos como propias. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente nos pertenece? ¿De qué somos dueños?
         Las ideas de otros que pululan en nuestra mente las llamo Mundos prestados. Somos cada uno de los escritores que hemos leído; somos ese algo que no podemos descifrar y así como el agua se evapora para luego aparecer en forma de lluvia ─ en ese ciclo que dura por siempre ─, así nace el ambiente creador, así brotan las ideas para que se concrete lo eterno.
         El Génesis asegura que de la nada se hizo el mundo, pero en cuanto al génesis de los autores esta afirmación no es cierta. En el terreno artístico para que surja algo debe provenir de algo. Los dioses de la nada hacen el todo, pero nosotros requerimos herramientas, materias primas y muchas ganas para manufacturar obras de arte.
         Los mundos que se prestan no se pueden devolver pues se transforman en sangre, médula, tejido, en otros mundos, en parte de la existencia y esto hace que la literatura pueda compararse con el universo; con ese algo que todos sabemos infinito.

 El cadáver más bello que ha producido la historia
Hay hechos que no pueden desaparecer y hay hombres signados por el destino para encarnarlos. Uno de estos hombres es el subteniente Luis Antonio Rivero Sanoja, a  quien por la autoridad que me han conferido sus deudos dedico este canto.

Famosas son las gráficas tomadas por Héctor Rondón y José Luis Blasco de la rebelión que sucedió en Puerto Cabello el 2 de junio de 1962. Hartos son los ensayos y monografías que se han realizado a raíz de este acontecimiento, pero poco se ha escrito sobre la conmoción de la familia cojedeña por la pérdida de uno de sus más queridos hijos.

Los sancarleños de la época recuerdan la misa que ofició el párroco Patricio Palacios en la catedral en honor al oficial caído en acción en El Porteñazo y el cortejo fúnebre multitudinario que lo condujo por la calle Silva hasta el Cementerio Municipal.

Esta historia la he escuchado muchas veces porque era un militar querido por su pueblo, tanto es así, que pese a las décadas que han transcurrido aún pervive el afecto y los que no lo conocieron ─ como es mi caso ─ crecieron conociéndolo. Tal es el poder de las palabras. 

Es el deber de todo poeta cantarle a sus héroes, vaya mi canto a los caídos. Desde el eco del galpón viene mi canto y va hacia los confines del alma humana. No aspiren menos.

Me niego aceptar las frías páginas de la historiografía, me niego a mostrar sólo un conjunto de párrafos gélidos. Así que insuflo mis pulmones para exclamar un ¡HURRA! que entibie hasta la misma fatalidad.

Gracias a un monólogo que me dispuse a escribir fui a entrevistar a la viuda y al hijo del subteniente Rivero. Quería que me mostraran desde su perspectiva, a un hombre que fue signado por el destino para encarnar la tragedia de su generación.

A la señora María Cristina Ortega le dije que en mi monólogo hay una línea donde afirmo que su esposo es “El cadáver más bello que ha producido la historia”, línea que en vez de entristecerla le proporcionó brillo a sus ojos y como siempre he pensado que las cosas bellas no mueren del todo, es justicia que de esta manera dé por concluido este canto.   

  Palabras al Doctor Isaías Medina López
Hay quienes son luminosos y preparan el camino para el que vendrá. Hay quienes son dignos de emular. Uno de estos tales es el poeta cojedeño Isaías Medina López, quien gracias a la providencia es mi profesor y mi amigo. Ustedes, queridos lectores (como es de esperar) querrán que refiera alguna de las enseñanzas que me han marcado y así lo haré. De mi profesor he aprendido a no confundir el mapa con el terreno, a trabajar con fe y a ser consecuente con mis capacidades expresivas. 

32 años dedicados a la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (mi casa de estudio). 32 años de una destacada trayectoria académica, científica y humanística. . . cierto día, viéndolo en su cubículo, lo comparé con el molino de viento que está ubicado diagonal al paraninfo. Lo comparé, pues ambos siguen en pie pese a los vientos buenos y malos, y porque han dejado su impronta en la comunidad unellista.

Recuerdo, como si fuera hoy, la primera clase que tuvimos mis compañeros y yo con el profesor Medina. . . en dicha clase nos ordenó salir del salón y dirigirnos hacia la biblioteca. Antes de entrar  nos señaló una madera que tenía esta leyenda: BIBLIOTECA RAMÓN VILLEGAS IZQUIEL. Luego dijo: “Grábense ese nombre. . . el poeta bauleño Ramón Villegas Izquiel, logró hacer una biblioteca en un banco de sabana”.

He de acotar que este gran académico ha organizado: la Feria Internacional del Libro de Venezuela Capítulo Cojedes, ponencias, recitales, foros, competencias de carteleras, de libros artesanales, las festividades decembrinas, de San Juan Bautista y de la Cruz de Mayo, y ha presentado cada número de la revista Memoralia, ya que (nuestra revista) es una huella en la memoria humanística de Venezuela. 

En mi casa de estudio ha organizado eventos de carácter nacional e internacional. Una muestra de ello fue el VII Festival Mundial de Poesía que se realizó en el Salón de Usos Múltiples el 28 de mayo de 2010, para que nosotros (en esa época jóvenes poetas) pudiéramos codearnos con juglares de muchos países. También he de recalcar que fue uno de los ideólogos del Doctorado Honoris Causa que se le confirió a Amado Lovera (Uña de Oro de Venezuela), el 10 de noviembre de 2011.

Quien de este modo obra,  la providencia lo recompensa con creces. Por ello, el Dr. Alberto Quintero, rector de la Universidad que Siembra, conjuntamente con el Consejo Directivo y las Autoridades del Vicerrectorado de Infraestructura y Procesos Industriales,  el lunes 13 de febrero de 2017 en el paraninfo de la UNELLEZ San Carlos, le confirieron al poeta Isaías Medina López el Doctorado Honoris Causa. Ahora bien, si alguien me preguntare por qué se le otorgó a mi profesor tan alta distinción. . . diré, lleno de orgullo, que se le otorgó por una vida dedicada al trabajo y al amor.

 Luciérnagas
El poeta romántico Víctor Hugo, en el célebre clásico que lleva por título Los Miserables, es tajante al clasificar a la humanidad en luminosos y tenebrosos. Pero estas líneas (por razones obvias) se las dedico a los que como dignos hijos de Prometeo tienen el fuego sagrado e iluminan al mundo.

Uno de estos hijos era el filósofo Diógenes de Sinope, quien iba por su ciudad (a plena luz del día) con una lámpara buscando a los hombres honestos… otro de sus vástagos era nuestro Simón Rodríguez, quien cansado de tanta incomprensión instauró una fábrica de velas para, al menos de esa forma, seguir dando luz.

En el relato de Eduardo Galeano titulado El mundo, un hombre del pueblo de Neguá “dijo que somos un mar de fueguitos” y que hay fuegos que arden con tantas ganas que “quien se acerca, se enciende”. Esto – como lo constata la tradición oriental – ocurre cuando el discípulo encuentra al maestro.

Voy por estos pasajes con el candor que produce lo amado y con el ánimo de quien es feliz al recordar líneas que lo han hecho feliz. La vida es breve, lo que podemos aprehender es limitado. Hay quienes pretenden saberlo todo, como Fausto (el personaje esencial de la obra de Goethe), pero se equivocan de medio a medio.

Sigo con lo amado y formulo esta pregunta: ¿cuántas páginas escribió el prolífico poeta barinés Orlando Araujo? Los eruditos lo saben. Yo recuerdo dos pensamientos de este autor, recuerdo que  un amigo es el espejo donde tú eres él; que no hay que apagar esa luz ni fallarle en cualquier oscuridad y que “con la investigación histórica nos buscamos en la memoria de los otros”.

Las iluminaciones son como un relámpago y nosotros rasgamos o intentamos rasgar – como el Libertador Simón Bolívar – un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo… no importa que después nos perdamos en el vacío, y este ensayo, es producto de los fogonazos de las luciérnagas que admiro y que deslumbran mi incesante caminar.

 La magia de los espejos
A Guillermo Meneses

Un espejo es un artículo insustituible para alquimistas, espiritistas y adivinos, y como comprendo que ficción y realidad en la literatura se funden. . . me valdré de ello para abordar su magia con algunos clásicos. No en orden cronológico ni de relevancia, sino en el orden en que mi corazón los ha acunado. 

*Si pienso en un escudo – espejo, pienso en la silueta de Medusa inmersa en el metal bruñido, en una mano que se levanta empuñando una espada (la de Perseo), para decapitar al monstruo petrificador de hombres.

*Narciso es interesante no por su belleza, sino por el lago – espejo. Narciso tiene la utilidad de un tesoro sumergido.

*Una ciudad – espejo como el Macondo de Aureliano Babilonia: muestra que toda ciudad puede desaparecer sin dejar rastros.

*Si tomo a colación un portal – espejo tomaré el de Alicia. . . no sin antes aclarar que no todos los portales son azogues: los hay traslucidos.

*Las Crónicas de Indias están plagadas de algo que me gusta llamar oro – espejo. Los aborígenes le intercambiaban a los europeos oro constante y sonante por cristales azogados. Tal era su fascinación.

*El utensilio – espejo es el más común pero no hay que restarle importancia. Existe en diferentes formas y lo encontramos en tocadores, lavamanos, automóviles, en fin, en muchos lugares y sirve para que rostros como el de Frankenstein, el de Quasimodo, el de Helena o el de Cleopatra se enfrenten a ese juez pero bajo diversos veredictos.

Siempre me han obsesionado los espejos, quizá porque tengo la necesidad de reflejar lo que soy, y si he abordado estos clásicos no es para desentrañar sus misterios. Desentrañar misterios nunca me ha interesado. Prefiero vivirlos.

 Estos monstruos de la razón
Cae la tarde y me pongo a pensar en la lucha existente entre la religión y la ciencia. Por un lado están los que desdeñan la teoría evolucionista de Charles Darwin, por el otro, los amantes de la lógica pura, es decir, los que piensan que todo es matematizable. No entienden o no se dan cuenta que son dos aspectos de un mismo fenómeno y en cuanto a la supuesta irreconciabilidad debo enfatizar: sólo es una lucha de poder.

         Un dirigente religioso que en sus discursos censura a Darwin, a Aristóteles, a Einstein, es decir, a la ciencia. No debería usar teléfonos celulares, ni automóviles, ni el confort de una casa convenientemente amoblada. Un científico que en sus tratados censura al espíritu no debería enamorarse. Algo imposible pues hasta el científico más recalcitrante se enamora.

         A los cristianos les enseñan que sólo en la Biblia está la verdad; a los comunistas, que sólo en el Manifiesto de Marx está la verdad; a los científicos, que sólo en los logaritmos, sinusoides, triángulos y letras griegas está la verdad. ¿Se dan cuenta del jaleo que esto forma?

         Me gusta la historia maya de la creación. Los dioses aplicando el método científico de ensayo y error crean al hombre de maíz. Esta historia encierra una significativa enseñanza. El maíz es variado: hay negro, amarillo, blanco, anaranjado. ─ En él se encuentra la variedad de la vida ─. Si comprendemos esto; comprenderemos que nuestra herencia natural es ser diversos.

         Admiro a Charles Darwin por dos cosas, uno, porque amaba a la naturaleza como el que más, dos, porque expuso un gran postulado al hacer hincapié que todo va evolucionando y que desmonte o no el relato de la creación de la Biblia es lo de menos, lo demás es que su teoría da otra concepción del mundo.

         Simón Rodríguez pregonaba el “aprender a aprender” y tenía autoridad para pregonar esto pues la educación cuando es limitada nos limita. La educación cuando enseña sólo un modelo, no libera, todo lo contrario: esclaviza. Al parecer la educación venda los ojos, los venda de tal forma que constriñe toda posibilidad de luz.

         El concepto de universidad que vislumbraron los antiguos griegos se ha perdido. A las universidades tendríamos que llamarlas individualidades, ya que no enseñan a armonizar criterios. Enseñan muchas cosas, es cierto, pero bajo el enfoque de la competitividad y el individualismo.

No debemos oponernos a Jesús de Nazaret, a Gautama el Buda, a Zaratustra, a Lao – Tsé. Sus ideas confieren una visión transpersonal, visión que en la época del hombre cosificado podría ser la piedra angular del restablecimiento. Millones de personas tienen problemas existenciales como nunca antes, yo mismo los tengo, y si me refugio en el arte es porque nunca he olvidado esta línea de Sábato: “El arte es un don que repara el alma de los fracasos y sin sabores”.

Tomás de Aquino supo fusionar ciencia y religión. A pesar de ser católico recibió influencias de Aristóteles, (un griego), de Avicena, (un persa), de Averroes, (un árabe), y de otros polímatas. No en vano su frase más famosa dice: “Teme al hombre de un solo libro”.

El hombre no debe ser sólo científico: el sueño de la razón ─ como muestra el grabado de Francisco de Goya ─  produce monstruos, ni debe ser sólo creyente: la fe cuando vive sola genera fanáticos. . . debe ser científico y religioso a un tiempo. Científico en el sentido del que se vale de la inteligencia para crear bienestar y religioso en el sentido de aceptar los misterios.

Cae la tarde y mi espíritu se intranquiliza al pensar en la existencia de tan bella utopía.
 

domingo, 7 de mayo de 2017

DOS NOVELAS DE INICIACIÓN DE VENEZUELA


 
Nota del administrador: Este es un fragmento de un ensayo más extenso titulado "7 novelas de iniciación de América Latina", el cual leeremos pronto en un evento literario en San Juan de Colón, estado Táchira, organizado por nuestro gran nuevo amigo Elí Caicedo. Nos mueve que los lectores visiten no sólo las novelas aquí comentadas de Laura y Radamés, sino también "Piedra de mar" de Massiani, "Los cachorros" de Vargas Llosa, "Las buenas conciencias" de Carlos Fuentes, "Los fantasmas" de César Aira, "Un mundo para Julius" de Bryce Echenique, "Canción de la aguja" de Sol Linares y "Huayra, la transparencia" de Freddy Hernández Álvarez. ¿Por qué no revivir la adolescencia como energético del alma en estos tiempos revueltos?

DOS NOVELAS DE INICIACIÓN DE VENEZUELA. José Carlos De Nóbrega
1.- La muerte del monstruo come-piedra (1971) de Laura Antillano. En su ensayo “Para fijar un rostro. Notas sobre novelística actual” (1984 y 2003), el escritor José Napoleón Oropeza le dedica un apartado a dos novelas de iniciación venezolanas por demás resaltantes: “Piedra de Mar” de Francisco Massiani y “La muerte del monstruo come-piedra” de una muy joven Laura Antillano. Ambos títulos son buenos vecinos tanto en el tiempo como en la concepción espontánea, oral y festiva del género. En el caso de la escritora y docente universitaria, priva la transparencia estructural y la inmediatez del habla adolescente que aporta un testimonio fresco, amoroso y nostálgico de su contexto histórico [década del sesenta, recodo rebelde del siglo XX]. El compromiso político que excede el manifiesto ideológico y literario, se sostiene en sus convicciones filosóficas, éticas y estéticas no en balde el equívoco proceso de pacificación guerrillera en la Venezuela de entonces. El hálito poético adolescente rodea e impregna simultáneamente la cultura literaria, la dramaturgia infantil despojada de populismo sonso, las expresiones artísticas populares y la profecía como denuncia y promoción de la justicia social. La acción política y el oficio escritural van de la mano en el rejuvenecedor ejercicio de la ciudadanía en libertad. El corpus lírico, irreverente y airado de esta primera novela de Laura Antillano, nos demuestra cuánto le ha tocado e influido esa década marcada por una acción insurreccional en lo político, espiritual y estético: “Nos miran deseando asarnos, cocinarnos, convertirnos en picadillo; nosotros somos las llagas, las ovejas negras, los insubordinadores del orden establecido, los tontos, los amorosos, los esperanzados…” (Antillano, 2017, p. 28). Claro está, sin esterilizarse ni autodestruirse en un nihilismo venenoso. La perspectiva de primera persona, no obstante su inmediatez en la tersura y afectividad de la voz, desarrolla en una demostración afortunada y lúdica del dominio de las técnicas narrativas [el ensamblaje de materiales diversos, la escisión puntual del punto de vista narrativo, la respiración del habla], el proceso de crecimiento y autodescubrimiento de la heroína que convive con sus dudas, contradicciones y fortalezas psicológicas. Ello sin pretender asumir los artificios del discurso novelístico como tal. Se impone lo dialógico y el afán de concitar una conversación diáfana y cómplice con el Otro, el lector dispuesto a la celebración y la solidaridad en el dolor. Es la poética de una titiritera prodigiosa que dispone un entorno susceptible al cambio: “Oficio: titiritera. Me lo preguntan al sacar la cédula, al participar en el papeleo, al llenar un formulario, y el escribiente levanta la vista del papel y mira. Su seriedad me dedica un gesto de desdén, de duda, de imbecilidad (más seguridad hacia esto último)”, [Antillano, 2017, p. 42]. Hay una vocación por la reafirmación feminista y femenina de la ciudadana y la cultora que, afortunadamente, dista de extremismos inútiles y odios históricos de género movidos por la revancha. Nuestra protagonista púber establece compartimientos dinámicos y significativos [en el entusiasmo y la intermitencia] con los personajes que la acompañan en su simpático y trascendental viaje de iniciación: Tanto los de su entorno familiar [la Piccola, Gerardo, Pablo, Lucía y sus padres] como los de la pandilla y la camaradería de la calle [El Flaco, Ochoíta, Pepe, El Gato, El Particular, Marina y especialmente César]. Se vale incluso de breves estampas o perfiles enclavados en los afectos, las reminiscencias del álbum fotográfico o el poema en prosa. He aquí una conmovedora muestra: “César, que colocó en el medio de la habitación el enorme motor de la lavadora y te enseñó a Eliot, y ahora anda por allí, con la filmadora al hombro, inventando bosques que quemar, matando esos amaneceres pálidos” (Antillano, 2017, p. 59). Maracaibo es la locación, el paisaje físico y enriquecido en la ensoñación, que modula la respiración del habla a lo largo de esta novela asimétrica como la legión que nos invade y ocupa el alma. No nos sorprende que la oralidad explícita y compulsiva de la Primera parte, conduzca a los brillantes ejercicios de prosa poética de la segunda. Del lienzo multicolor, abigarrado y surrealista digno de Ángel Peña o Énder Cepeda, la voz descansa en el objeto textual fragmentario y lírico: “El lago, nunca sabes por dónde aparecerá, sorprende; no puedes orientarte, yo lo encuentro en todas partes, no puedes decir nunca exactamente dónde está, parece que no fuera uno el caminante sino él” (Antillano, 2017, p. 65). El habla polifónica, poética e inmediata al buen oído del lector, aspira y exhala bocanadas de aire cautivador en el dolor sobrenatural de las cordales. La vida nos provee de la munición nutricia para la boca enamorada.   

2.- Casa de Pájaro (2016) de Radamés Laerte Giménez. En este caso recién horneado, se erige, sin simulación esteticista ni ampulosidad temática, un homenaje sentido al escritor yaracuyano Rafael Zárraga. El propio autor se reconoce a sí mismo en la celebración del Otro, un antecedente suyo y nuestro que nos maravilló con la novela “Las rondas del Obispo” (1982) y el enternecedor cuento “Juan Topocho”, sólo que la ausencia del afán parricida no impide la rebeldía picaresca de su púber protagonista. El narrador omnisciente, despojado mágicamente de los convencionalismos de la preceptiva literaria, se identifica y emparenta con las voces adolescentes, de manera que ellos sí son gente digna de toda consideración. La confusión de la perspectiva de tercera persona y el pensamiento en voz alta del protagonista, toca decisivamente el discurso contingente, transparente y complejo de la novela. Se construye un mosaico verde selva de juveniles registros de habla escindidos y mixturados en el Decir que nos vincula al mundo. Edgar Alejandro Zárraga accede a los libros de su abuelo, teniendo como pretexto y detonante vitalista la realización de un trabajo de literatura en el marco poco propicio del liceo, de modo que el diálogo intergeneracional ennoblece el tesoro literario de la nación. La Pagoda o Casa de Pájaro edificada por el abuelo, es el ámbito sobrenatural y lírico que activa el proceso de descubrimiento y búsqueda interior de Edgar Alejandro, en el cual la sana emulación representa el punto de arranque de la propia personalidad que le contrapone a los vicios de su tiempo histórico: “No se recibe solamente la palabra y la liberación y el súbito despertar: también se recibe la identidad, porque ¿quién puede uno aspirar a ser, sino un Rafael Zárraga?” (Giménez, 2016, p. 68). El ascenso místico [también ontológico] se desarrolla en siete pasos, no con la voz usurpada del abuelo escritor Zárraga que revele un cuadro clínico histérico en el chico. Por el contrario, se apoya en una simbiosis entrañable y familiar que redunda en auto-crecimiento sostenido, libre y placentero. El gran motivo de la infancia y la adolescencia recobrada [tratada en novelas puntuales de Hermann Hesse, Thomas Mann y Romain Rolland], configura un gran suceso del habla mestiza y montuna con sus giros coloquiales [((((de pinga))))], calé tribal [claverricardo o la oralidad al revés] y picantes estribillos [Unga, unga, trembunda]. La mal llamada chiquillada impone en la intimidad de su clan neologismos que falsifican y desmontan la banalidad del discurso académico y político postmoderno [¿no es la escuela una de sus perniciosas instancias proveedoras?]: “El cuerpo está estriado de tanta instantaneidad, de horedad, de minutedad. Está achichonado por someterse a los rigores de este presente sin salida” (Giménez, 2016, p. 11). El habla salvaje de los adolescentes, en este caso, absorbe la sensualidad telúrica del campo y la selva de Yaracuy para imprimirse a sí misma una musicalidad que estimula hasta el apetito cachondo de la lengua: “-A que te la hacei cuando lleguei…” (Giménez, 2016, p. 14). La Parodia de los epítetos homéricos apunta o, mejor aún, arremete con humor iconoclasta los roles familiares y, por ende, desnuda hasta el tuétano las relaciones disfuncionales del Poder familiar con sus premios y castigos que se asimilan a un conductismo primitivo y autoritario: trátese de la “mamá de las comidas sabrosas”, “la madre de las vergüenzas”, “la madre de las tristezas”, “el papá de la cartera”, “el papá de los cansancios”, “los abuelos de los misterios” o “la pagoda de las prohibiciones”, por ejemplo. La yunta Edgar / Ricardo, los condiscípulos inquietos, expresan con desenfado y naturalidad la compulsión vital, erótica y gástrica hecha habla y literatura emocionantes. Las marchas y contramarchas en la consolidación de la personalidad y el Decir propios que le relacionen con el entorno, asumen la forma del bestiario y la metaforización objetual. El muchacho se confronta en un espejo sin azogue para ver el tigre simétrico de Blake: “Es para dudar, puede ser un acierto o no esa búsqueda de identidad desde una imagen felina, acechante, silenciosa y triste a la vez” (Giménez, 2016, p. 67). El ejercicio accidentado y refrescante del libre albedrío, sin las irrupciones de los aparatos de propaganda ideológica y alienante dentro y fuera de casa, es la clave por medio de la cual nuestro joven héroe despierta y se reencuentra en las aguas cálidas de la vida.           

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Aira, César (1994). Los fantasmas. Caracas: Fundarte.

Antillano, Laura (1971). La muerte del monstruo come-piedra. Caracas: Monte Ávila Editores.

Antillano Laura (2017). La muerte del monstruo come-piedra. Valencia, Venezuela: Edición Word de la autora.

Bryce Echenique, Alfredo (2005). Un mundo para Julius. Buenos Aires: Planeta / Booket.

Calzadilla, Juan (2014). Poesía por mandato. Antología personal (1978-2012). Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

De Nóbrega, José Carlos (2011). Salmos compulsivos. Valencia, Venezuela: Ediciones Protagoni, c.a.. 

Fuentes, Carlos (1970). Las buenas conciencias. México: Fondo de Cultura Económica.

Giménez, Radamés Laerte (2016). Casa de pájaro. Caracas: Casa Nacional de las Letras Andrés Bello.

Hernández Álvarez, Freddy (1995). Huayra: la transparencia. Barcelona, Venezuela: Ediciones En Ancas / Utopoilibris Editores.

Linares, Sol (2013). Canción de la aguja. Caracas: Fundarte.

Libertella, Héctor (1977). Nueva escritura en Latino-América. Caracas: Monte Ávila Editores.

Massiani, Francisco (1999). Piedra de Mar. Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Narea, María (2006). Hemisferio Imposible. Caracas: el perro y la rana.

Oropeza, José Napoleón (2003). Para fijar un rostro. Notas sobre la novelística venezolana actual. Valencia, Venezuela: Ediciones del Gobierno de Carabobo.

Vargas Llosa, Mario (1976). Los cachorros. Barcelona, España: Editorial Lumen.

miércoles, 19 de abril de 2017

UN FANTASMA ESCURRIDIZO
José Carlos De Nóbrega
 
 


 El Fantasma de Prospect Park. Albo Aguasola (Ronnel Alfonso Mejías Ortega). Grupo Editorial Negro sobre Blanco, Caracas, 2015, 153 páginas.

      Esta extraña novela, como fantasmagoría etérea, pareciera ubicarse entre lo literario y lo sub-literario: Asume la mezcla del relato fantástico medieval [la épica del Amadís de Gaula o El Cantar de Rolando] y su revisita contemporánea [Borges, Julio Garmendia y su tocayo Cortázar] con la literatura digital de cordel que evade en apariencia cualquier posición ideológica y estética respecto al mundo globalizado y post-industrial. La literatura de folletín no sólo involucra la novelística de aventuras, los cómics, el drama amoroso, o un texto clásico de la consolación como “Los Misterios de París” de Eugene Sue; también incorpora sus realizaciones lights de hoy, desde el redescubrimiento de Tolkien, la didáctica invertida de Harry Potter, el manga japonés, la insulsez neorromántica de las sagas novelísticas como “Crepúsculo”, hasta esa ensayística inofensiva y baladí de los libros de auto-ayuda desprovista de la indudable poesía de la literatura sagrada [la Biblia, el Corán, los diálogos socráticos o los Vedas hindúes]. En este caso, a diferencia de César Aira en la novela “Los Fantasmas”, el autor no pretende parodiar el sub-género literario de terror o miedo para desmontar el orden socio-económico y político de su tiempo. Por el contrario, el pastiche narrativo apunta a develar [o encriptar] las contingencias y contradicciones de la voz narrativa, el oficio literario como tal y la problemática de la identidad que supone el exilio físico e interior.

      ¿Acaso esta novela apuesta por una propuesta fauvista que le distancie de la desilusión ideológica y estética, dadas las coordenadas equívocas del mundo actual? El fantasma comunista de Marx y Engels aún espanta al orbe, incluso en regímenes monárquicos teñidos de rojo como el caso de Corea del Norte. Sólo que se ve acompañado y confrontado por el Brexit anti-global y reduccionista de Theresa May, Donald Trump y la familia Le Pen [por supuesto, con su repulsión por la diversidad y la cultura del Otro: el Islam, la americanidad estadounidense y afro-caribeña, los refugiados y los inmigrantes latinoamericanos, por ejemplo]. La voz falsificada en el exilio, imperante a lo largo de la novela, se ocupa de su propio malestar de identidad que le inmoviliza entre el alma mestiza latinoamericana y la tarjeta verde. La tensión escritural vertida tanto en el estilo como en la psicología de los personajes, se desenvuelve en una estética neorromántica afín a Poe y su traductor venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde. El móvil es la alusión referencial por vía del plagio aparente o la imitación hiperrealista de la voz antecedente, bien sean los cronopios y famas de Cortázar [“Información sobre fantasmas. // Si usted encuentra uno por allí, no trate de acercársele para tomarse un selfie, existen miles de cosas que podrían irritarlos y hasta intentar pegarle” (p. 28)] o los dibujos de Doré y Goya e incluso la pintura de Roger Dean que ilustra los discos del grupo de rock sinfónico Yes. Hay también una marcada arista egotista y autorreferencial como factor posible de identidad, cuando Aguasola alude a sí mismo: “debería leer también Vasonegro y otras obras de este autor” (p. 34). A este respecto, el prólogo del libro [firmado por el profesor Eney Silveira Morales] es sumamente curioso, pues su superficialidad y el tenor didáctico, esteticista y moralizante rayan en lo caricaturesco y el galimatías, sin siquiera atisbar sus fortalezas y debilidades: “reflexiona sobre su propia forma de situarse ante la creación literaria para definir el estilo con que ha de direccionar su trayectoria como hombre de letras” (p. 23). Por tal razón, se nos antoja más bien la impostura de un heterónimo o, peor aún, la desencaminada buena intención de un amigo entrañable.

      Creemos que la novela importará a posibles y diversos lectores, por su construcción en un territorio indefinido, escurridizo y ambiguo. He allí su mayor virtud [que lo aleja de las autopsias deterministas, políticas y artísticas en blanco y negro] pero al mismo tiempo su fragilidad relativamente encantadora [el riesgo que supone la fusión de géneros y registros de habla en el discurso narrativo]. Se asimila, por ejemplo, a “Peonía” de Romero García en tanto su antecedente ejemplar: Proponerse la crítica política al régimen de Guzmán Blanco, para decaer en la novela amorosa y pastoril que la emparenta con “María” del colombiano Jorge Isaacs. A lo largo de su corpus, este Fantasma de Prospect Park musita, susurra y grita en un castellano neorromántico y anglosajón [¿registro neocolonial deliberado?], no obstante las ocasionales interrupciones de la voz criolla: “Entonces le dieron tres paradas por el culo y lo dejaron libre” (p. 113). La locación umbría, neblinosa e invernal de Prospect Park, Nueva York, constituye no sólo el enclave ideal y aislacionista en el que se mueven Onelio [¿poeta por ósmosis?], el fantasma y sus víctimas degolladas, sino en especial una aproximación pesimista y desangelada del mundo real con sus terroristas islámicos y de Estado, mercenarios militares, politicastros y transnacionales depredadoras. En una batalla al alba contra el ángel que le esclarezca la problemática de la identidad, Aguasola se vale de un instrumental plástico y estético de escarcha, papel marché y vidrios de colores, para manifestar su disconformidad metafísica con el entorno. Desde la evasión neo-modernista en el tratamiento del contexto histórico, de incontrovertible sesgo romántico, que apuntala al yo, hasta al anacrónico culto por la palabra “mas” como mantra lírico y de habla que reacomode el mundo. Onelio no se topa con un fantasma en pena, sino consigo mismo en el marco escindido y esquizoide de su soledad y el proceso doloroso de su propia destrucción. De nada le sirvió engañarlo durante la realización de las tareas de Hércules [recuperar la cabeza del fantasma, enterrarla y secuestrar a su asesino], esto es la primacía del mero ingenio sobre la ética personal, eso sí, resbaladiza y accidentada. El tesoro como premio al héroe o anti-héroe, representa un artilugio que maravilla y excita el apetito y la ambición, para luego entrampar y devorar a sus incautas y tentadas víctimas. La consolatoria frase final de la novela, Bonus Eventus, ¿es el mapa de la felicidad? o ¿es la llave de la súbita y azarosa fortuna material o de ultratumba? Este Tesoro presuntuoso, como el de la Sierra Madre de Bernard Traven y John Huston, pudiera ser polvo de oro que el viento nos arrebata en una lectura políticamente incorrecta del mundo y el texto literario.

      En Valencia de San Trotsky sin padrecito Stalin, miércoles 9 de abril de 2017.
 

domingo, 16 de abril de 2017

SUGERENCIAS PARA QUEMAR A JUDAS. José Carlos De Nóbrega

¿Cuál será la identidad del Judas de este fin de Semana Santa 2017? Respetando la elección de cada quien, he aquí algunas sugerencias y coordenadas que pueden ser muy útiles:
1.- Independientemente de la relevancia o el relativo anonimato del monigote a quemar, cerciórese que sea heredero del padrecito Stalin, dios tutelar de la traición, la mezquindad, la intolerancia y el envilecimiento. Su reinado afecta desde el muy odiado politicastro hasta los carritos chocones que pululan en Facebook y otras redes sociales.
2.- Es menester revestirse de un agudo sentido del humor, so pena de ser víctima de la pobreza espiritual del Judas por asar.
3.- Recuerde que la Quema de Judas, además de ser una deliciosa tradición popular, representa un ejercicio de catarsis colectiva que le viene bien a lo individual.
4.- Los funcionarios indolentes, los mitómanos, los poderes fácticos, los chismosos, los delatores y los misóginos son rigurosamente solicitados para prenderles el trasero con explosivos chinos.
5.- El testamento de Judas ha de tener picante, chispa crítica, altura conceptual y vocación por una Poética del Decir [expresión clara, combativa, popular y no demagógica]. No se toleran los panfletos politiqueros que esconden la frustación y la histeria de almas pavosas. Divórciese y no se desquite cobardemente de su esposa.
Por favor, comuníquenme por esta vía cuál fue vuestra festiva escogencia. Un abrazo en este domingo de resurrección.

sábado, 14 de enero de 2017

JOROPOS Completo!! Nuestra 2da producción completa para escuchar con let...


 
¡No se pelen este trabajo de Víctor Morles! Este extraordinario músico venezolano y su banda Natural nos ofrecen su segunda producción musical, "Joropos", un homenaje al joropo mirandino y a referentes contemporáneos como el Grupo Un, Dos, Tres y Fuera. Esta fusión del golpe mirandino, el jazz, el ska, la música clásica y afrocaribeña nos recuerda gratamente a Aldemaro Romero y el gran Vytas Brenner. Disfrútenlo y bailen escobillao. ¡Salud, Afición! El Administrador del Blog.
 

domingo, 8 de enero de 2017


LA MUERTE DE LA REPÚBLICA PETROLERA

José Carlos De Nóbrega

¿Y quién más que la muerte nos podía cantar? / Tarareamos este mundo de petróleo / Perdido el rostro la identidad el nombre. J.M. Villarroel París.

     Es menester retirarle el respirador artificial a la República Petrolera, distanciándonos de cualquier ejercicio retórico que oculte el despropósito político y los intereses económicos malsanos. La cultura alienante del petróleo, el consumismo que aún entraña, los fallidos planes de desarrollo de la nación, la corrupción y el empoderamiento de las roscas político-empresariales nacionales y foráneas, son síntomas esenciales de la enfermedad terminal de larga data que nos carcome sin piedad. El obsceno tutelaje transnacional de la industria impuesto por el Gomecismo, la nacionalización chucuta de 1976 en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, el caso del petro-espionaje en los años ochenta, la Apertura Petrolera en el segundo gobierno de Caldera y el golpismo petrolero de 2002-2003, constituyen algunas situaciones puntuales que forman parte de nuestra Historia Socio-económica y Clínica. Carlos Mendoza Pottellá en su reciente libro “Vigencia del nacionalismo petrolero. Dos ensayos” (2015), propone que el nacionalismo petrolero no está reñido con una óptima gerencia de la industria ni con la contraloría social de sus operaciones. Por supuesto, nos urge que la población conozca de primera fuente el devenir de la actividad petrolera en Venezuela, sin la intromisión perjudicial del discurso mediático antinacional. Insistimos en la lectura comprensiva tanto de la ensayística del petróleo [con sus Uslar Pietri, Domingo Alberto Rangel, Héctor Malavé Mata, Sader Pérez, Orlando Araujo o Pérez Alfonzo], como de la literatura [Díaz Sánchez, Otero Silva, Cubagua de Enrique Bernardo Núñez o la poesía de Villarroel París] y el cine documental de Jesús Enrique Guédez.

     No se trata de deponer a la industria del petróleo como palanca importante de un desarrollo integral y sustentable de la República. No apostamos por un fundamentalismo ecologista ni por la reedición de una explotación intensiva propia del neocolonialismo. Parafraseando a Mendoza Pottellá, desmontar la mitología de la República Petrolera [el adelanto de la reversión y la apertura petroleras a partir de 1976] traería consigo no sólo reducir la carga fiscal que pesa sobre Pdvsa, desbaratar el control politiquero de la industria y realizar la reinversión en el sector, sino especialmente propiciar cambios sensibles en el modo de producción socioeconómica en todos los órdenes. Se ocasionaría un cataclismo en el Capitalismo de Estado y el parasitario de los empresarios maulas: El Estado se dedicaría a mejorar ostensiblemente los servicios públicos como la educación, la salud, la justicia, la electricidad, el agua y las comunicaciones; mientras que la actividad privada se desarrollaría eficazmente en un mercado relativamente sano que diste del proteccionismo, el excesivo intervencionismo gubernamental y el doble discurso de la competencia económica emitido por las transnacionales. Sembrar el petróleo en el contexto de los conflictos de intereses políticos y económicos, ha de apuntar a la diversificación de la economía en términos realistas que procuren abatir a los oligopolios de siempre.

     Dejar morir al rentismo petrolero, no será viable si no oficiamos una misa de difuntos al ejercicio político de oficio, de por sí despolitizado en la auténtica acepción de la palabra Política, además de su funcionarismo hipertrofiado e inútil que le chupa el lomo. Las comunidades organizadas representan la instancia superior de combate a los cogollos partidistas, las sociedades de cómplices invasivas y la cultura del petróleo denunciada por nuestra intelectualidad de raza. ¿Por qué no infiltrar una contracultura del petróleo [ajena al consumismo] en los aparatos ideológicos diseñados por el Estado burgués? ¿No le sale a la población boicotear decididamente este especulativo mercado negro en el que redujeron al país? Cuando la intermediación o gestoría política no deshace los entuertos, se enculilla con la reacción desesperada o concienzuda de la ciudadanía. De manera que no la empuja a vender la primogenitura por un plato de lentejas. Los piqueteros sacaron a De la Rúa de la presidencia de Argentina, sin que la policía ni el ejército los disuadieran. La rebelión y el cambio social no pueden limitarse a un par de manchas de tinta sobre el papel, ello en el egotismo unidimensional y fútil de la pluma. Como lo observa Manuel González Prada, la libertad de expresión sin la de acción sacrifica la solución definitiva de los problemas a expensas de lo accesorio.

     No perdamos el tiempo, puesto que es hora de preparar las pompas fúnebres del Rey Petróleo para aparejar un díscolo país distinto al desmadre de hoy.