jueves, 25 de marzo de 2021

The Police: En nombre del rock y el reggae. Jose Carlos De Nobrega



El covid-19, esta peste de un siglo XXI digital y medieval, nos ha movido a escribir desde la Cueva de Platón, en la plenitud terrorista de la cuarentena. Ahora ando, como muchos adultos contemporáneos con condición de alto riesgo (en mi caso, hipertenso), escribiendo desde la nostalgia o saudade. Como si viviéramos un fin de mundo a inicios de siglo. Además del tema literario y cinéfilo, me ha dado por escribir de música como acto afirmativo generacional.


La música ha sido tema, cadencia y melodía de la escritura. Basta con pocos ejemplos tomados de mi entorno, la República petrolera de Venezuela, estemos aquí o en el exilio comiéndonos un cable. Jesús Puerta ha escrito una primera novela sobre John Lennon, así como cuentos y crónicas marcados por el sonido de los Beatles. En la radio lo acompaña Wilmer Rafael Hernandez, claro está. Los libros de cuentos y las novelas de Orlando Chirinos, suenan a una deliciosa rockola latinoamericana con sus Julio Jaramillo, Agustín Lara y Carlos Gardel. La poeta y cuentista Marichina García Herrero se deleita desde la balada y la trova de Silvio, Pablo y Serrat, impregnando su discurso de ritmo enternecido. El trío inaudito y cómplice que conformamos Pedro Tellez, Luis Alberto Angulo y este salmista compulsivo, apostamos por una propuesta más fussion o mestiza. Pedrito tiene una escritura que colinda con las imposturas de Les Luthiers, la placidez de Bob Marley o los experimentos sónicos de John Cage o Phillip Glass. Luis Alberto no amerita de más argumentación: la Poesía del Decir así lo evidencia, va de la copla llanera recia y el pícaro joropo mirandino, pasillanea por el World Music de Di Meola o Peter Gabriel, hasta pegar oído al rock preferido de su hijo, esto es el modo progresivo de Rush.



Mi discurso en prosa y verso (recién), comprende el jazz, la música clásica, la salsa, el danzon y el rock en toda su intrincada variedad. Hoy, gracias a los caprichos musicales de mi radio acompañante Soda 95.1 FM (debidos quizá a su casting disonante de por ejemplo la sensual Meche Hernandez, el melómano acetato de Daniel Siugza y el extraño e indescifrable comediante César Arriba), me sale escribir de una de mis bandas catedráticas y de catedral: The Police.


El trío integrado por Sting en el bajo y la voz principal, Andy Summers en la guitarra y Steward Copeland en la batería, excede el canon New Wave, la etiqueta resurrecta del rock inmediatamente posterior al Disco Music y el merengue comercial que nos atacaron en los años ochenta. Qué cosas vincularían a estos tipos tan disímiles? Sting era un profesor de bachillerato que formaba parte de una banda de jazz, Newcastle Big Band. Andy era un músico profesional al que le había ido muy bien. Y el gringo Steward era hijo de Miles, un funcionario de la CIA, quien llevó a la familia por un periplo que comprendió lugares disímiles como Beirut y Londres. Evidentemente Dios los cría en la distancia y la música los junta y les provee su cable a tierra.

Además de discos como los de Miles Davis, Sade, John Coltrane, Tito Rodriguez, Génesis, Yes, Yendo de la cama al living de Charly García, Siembra de Willie Colón y Ruben Blades y The Wall de Pink Floyd, la discografía de The Police me tocó tempranito y muy profundamente. Formaron parte de mi educación intelectual y de sensibilidad estética y emocional. No me importa que me tachen de adolescente eterno. Outlandos D'Amour (1978), Reggatta de Blanc (1979), Zenyatta Mondatta (1980), Ghost in the Machine (1981) y Synchronicity (1983), son obras magistrales de una diversidad de registros y fusiones musicales muy encomiables. Comprenden el rock, el punk bien interpretado, el reggae, el ska y la propuesta conceptual de los dos últimos LP en estudio.



Outlandos D'Amour es un trabajo discográfico de una nueva banda de músicos ya maduros que venían de tocar en pubs y grutas nocturnas. El sonido rock aliado con el punk es soberbio y técnicamente impecable en su dureza y aspereza, al punto de emparejarlos con otra agrupación legendaria The Clash. El single Roxanne, dedicado a una prostituta de la que la voz lírica se enamora proletaria y perdidamente, desquició al mundo de aquel entonces. Otros hits nos golpearían y pondrían a bailar la rebeldía en el marco de la decepción ideológica y estética: So lonely, Next to you, Born in the 50's (si bien nacido a mediados de los 60, me identificaba y me la pasaba aprendiendo cosas de dicha generación), y Be my girl Sally (sin ser muy rockero, Pedro Tellez se conseguiría una muy bonita).

Reggatta de Blanc constituye el punto de inflexión del trío. El sonido es más sutil y cargado de una cadencia reggae personal y deliciosa. La voz de Sting se diversifica tanto como su concepción mestiza e integral de la música. Andy nos obsequia una guitarra de una sobrenatural calidad rítmica, bien provista de riff, florituras y punteos de multiplicidad atmosférica y fusión musical. Qué decir del baterista Copeland, tan completo como el recién fallecido Neil Peart de Rush, inobjetable en la técnica y la esencia poética festiva. Quién no fue tocado por Message in a bottle, Walking on the moon, Bring in the night y el despecho de The bed's too big without you. No los movió el tema instrumental homónimo del álbum a tocar la guitarra o golpear la batería en la imaginación?

Zenyatta Mondatta constituyó la consagración artística y comercial de la banda. Es la coleta del cometa que significó el disco anterior. Las giras abarcarían todos los continentes al punto de enriquecer desde lo musical y lo humanístico a sus tres miembros. Don't stand close to me (reminiscencia desde la fama de los tiempos en que Sting era profesor de inquietas y provocadoras lolitas), el panel bailable y cachondo de Do Do Do Do De Da Da Da y la sátira fiestera de When the world is running down estremecerían nuestro Poliedro de Caracas en un concierto histórico, al que por cierto no pude ir con mis primos Ferreira García y el Club Dubi Dubi porque la protectora de mamá Augusta no me lo permitió. 

Los dos últimos LP representaron otra inflexión tendiente a una propuesta más conceptual. Además de la inclusión de la sección de metales en las que destacaba el saxo, amén de la experimentación musical a costa del éxito comercial, Ghost in the Machine, la propuesta más densa de crítica política y social que toca el plano existencial, no nos disgustó para nada. Siempre escuchamos de buena gana Spirits in the material world, Invisible sun, Demolition man y la amorosa Every little thing she does is magic. El álbum colofón mixtura la experimentación con el sonido clásico de la banda. Tenemos la preocupación por el mundo y la coyuntura histórica postindustrial y neocolonialista con su Guerra de las Malvinas y el deterioro ambiental, vertida en los temas Synchronity I y II. Every breath you take es un tema celopata intenso y pesimista que, incluso, Andy Gibb fracasa en endulzar hasta lo insoportable en su muy lamentable y adorable cover. A tal desafuero, Sting se meó de la risa a bolsillos llenos por los royalties. Otros imprescindibles son King a Pain, Wrapped around your finger y Tea in the Sahara.

El influjo de The Police tocó de lleno a una estupenda banda como Soda Estéreo e incluso una muy comercial y políticamente correcta como Maná. Cuando gané mi primer concurso literario (el de ensayo sobre Antonio José de Sucre), con la pequeña ayuda de una estampita milagrosa del prócer que me regaló Pedro Tellez, me fui con mi esposa Yudi a gastarme el metálico en un CD doble del grupo new wave de mis amores en vivo en Boston y Atlanta. Para infortunio de mi gordita, qepd desde 2020, la plata no alcanzó para que ella se regalara lo último de Ricardo Montaner. Suerte de rockero en la Plaza descocada de la Pequeña Venecia.

1 comentario:

  1. Que buena descripción de los albumes de The Police. Justamente para el tour de Ghost in the Machine vienen a Chile en plena dictadura... Si lo sorganozadores hubiesen sabido algo de ingles seguramente no hubiesen pasado por aca en la cúspide de su apogeo.

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