jueves, 25 de marzo de 2021

Luis Buñuel el ateo catolico. Jose Carlos De Nobrega

A Maruvi Leonett Villaquiran

Desde hace mucho tiempo, al igual que el actor Fernando Rey, quise ser Luis Buñuel. En el caso de Rey, él lo logró en varios filmes como "Viridiana", "Tristana" y "Ese oscuro objeto del deseo" (La mujer y el pelele). En esas películas se diluye el hombre contradictorio y grandioso que Buñuel fue. En mi caso, la cosa va más allá de gustarme el oficio de director de cine: Además de saberse contradecir, hacerlo con una personalidad desfachatada, unas veces airada y otras satírica. 

El biógrafo inglés Raymond Durgnat, se refiere a él como un moralista notable del siglo XX. Coincidimos con él, con Carlos Barbachano y con Carlos Fuentes. Fuentes, precisamente, machaca su condición paradójicamente religiosa. Igual ocurre con su buen amigo Federico García Lorca, de quien Don Luis decía que sin ser creyente tenía un tenor religioso sin par en su poesía.

Creemos que de entrada, Buñuel era un ateo católico, no sólo por la declaración "Gracias a Dios que soy ateo", sino que tal religiosidad sui generis se encuentra a lo largo de toda su filmografía. En un pasaje de uno de sus filmes franceses, un cura desconcierta a un policía afirmando que protestantes, judíos y musulmanes son católicos de pura cepa. El catolicismo de Buñuel, muy velado y pleno de traviesas trampas cazabobos, posee un cariz bastante anarquista y díscolo, que pudiera emparentarlo con autores como Graham Greene, Giovanni Papini y el "pedorro" (como él mismo le apodaba) de Don Miguel de Unamuno.



El catolicismo de Buñuel es apóstata y no tan militante como el de Quevedo, del que desarrolla un sentido áspero y negro del humor. El Luis muy joven abjuró de Dios en Calanda, con su asombroso tronar de tambores, un día muy borrascoso. Su ateísmo es una manera de importunar al padre, pelearse con Él, dejarle de hablar por largos períodos. La universalidad de su obra cinematográfica tan diversa, desigual, contingente e incunable, estriba en su personalidad muy española no exenta de la religiosidad medieval que aliña este gentilicio.

El surrealismo como movimiento, se inició como construcción teórica y discursiva en Francia, pero se hizo carne en la obra variopinta de Salvador Dalí y el mismísimo Luis Buñuel. El bagaje cultural católico español fluyó en ambos, tanto en la asexualidad juvenil de Dalí, como en la concepción dinámica del pecado y el amor impregnada por Buñuel desde "El Perro andaluz" hasta "Ese oscuro objeto del deseo". El Amor Loco no sería una bella especulación filosófica y estética, sino pulsión de vida dirigida a escandalizar a la sociedad de su tiempo. E incluso al lado conservador muy internalizado en su psique. Dalí avalaría las realizaciones reaccionarias del franquismo (ávida dollars), mientras que Buñuel se burlaría de tan sangrienta satrapía algunas veces de manera virulenta y otras con sutil inteligencia (vg. Viridiana, la bomba que le estalló a Franco en sus narices respingadas).

Don Luis fue marcado no sólo por la imaginería católica, popular e institucional, sino por el proceso alienante que indujo el catolicismo como poder en los temas de la culpabilidad y la represión sexual. Incluso en el área de la política. Le causaba repulsión el beso en pantalla, pero si le fuera dado inventar algo, lo patentaría sin duda. Para él, el Sexo sin pecado ni culpabilidad sería para nada placentero. Siendo republicano hasta el tuétano, le escandalizó que en un pueblo tomado por su bando libertario, se decretara el amor libre. Por fortuna, las mujeres españolas abofetearon a los machos que se abocaron a cumplir tan disparatado decreto.

Pese a tratar el tema de las perversiones sexuales en películas como "El fantasma de la libertad" y "Bella de día", declaró tajantemente que su práctica sexual no llegaba a esos extremos. Cuando hacía el amor a puerta cerrada con Jeanne su esposa, colgaba del pomo de la cerradura una chaqueta para disuadir cualquier intento de voyerismo a terceros. Una deliciosa mixtura de pudor y apostasía, que más que desconcertarnos, nos simpatiza muchísimo.

Cercano a los sesenta y pico o setenta años, se complacía en la atenuación de la libido, pues lo hacía menos esclavo de la otra y de su propio cuerpo. Prefería que su tan cuestionado Dios le concediese más salud para beber dry martinis y fumar cigarrillos y puros. 

He escrito unas cuantas cosas de mi amigo y admirado artista de Calanda. 

https://www.ciudadvalencia.com.ve/luis-bunuel-un-cineasta-de-los-nuestros-1/

https://www.ciudadvalencia.com.ve/luis-bunuel-un-cineasta-de-los-nuestros-2/

https://www.ciudadvalencia.com.ve/biografias-paralelas-3-bunuel-saura/

Creo que mi anarcoteísmo es complementario de su ateísmo católico. Ambos, cada quien a su manera, vivimos y padecimos los rigores y maravillas de nuestra cultura mediterránea y medieval. También tuvimos unas madres de maravilla que enviudaron muy jóvenes, las cuales nos amaron mucho en nuestra condición de varones primogénitos: María Portoles, muy flexible, y Augusta, mi amada monja-sargento. 

No hay caso, quiero seguir siendo Luis Buñuel, sin dejar de ser yo. Reencontremonos con su cine y su personalidad fascinante.

Post Scriptum: Disculpen mi egotismo escritor. Además de las biografías de Durgnat y Carlos Barbachano (publicada por Salvat en su Biblioteca de Grandes Biografías), amén del ensayo de Carlos Fuentes, en Valencia, la de Venezuela, se publicó en la extinta revista Predios un artículo estupendo de nuestra Marisol Pradas. Asimismo en Zona Tórrida, número 33, gracias a Laura Antillano, tenemos a disposición "Buñuel, el americano", un texto magnífico de más de 20 páginas del escritor cubano Jorge Yglesias.  

Por supuesto, no se pelen las películas de Buñuel, de fácil acceso en internet, y el documental "A propósito de Buñuel" de José Luis Lopez-Linares y Javier Rioyo. 

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