Segunda incursión bloguera para beneplácito de lectores y seguidores. La primera versión [http://salmoscompulsivos.blogspot.com] cerró un ciclo importante en mi vida. Espero contar todavía con la complicidad de los amigos actuales y los que vendrán. ¡Salud, afición!
sábado, 23 de enero de 2021
Dos libros de Peru de Arteaga (1): El Rebelde. Jose Carlos De Nobrega
miércoles, 20 de enero de 2021
Mayolis, mi heroina (co) madre. Jose Carlos De Nobrega
Mi comadre Mayolis Tarazona con sus hijos Luis Fernando y Andrea
En la entrada anterior había escrito un lapidario título como la tablita que Pilatos le puso a la cruz de Cristo: Las madres castradoras no son como las pintan. Sin embargo, hay madres heroínas muy bien pintadas en la poesía y las artes visuales. En cine, por ejemplo, nos conmovió "Roma" la madre de Adolfo Aristarain que vendió su amado piano para que su hijo huyera de la represión brutal de la Argentina de los milicos, obteniendo refugio en una España del destape post franquista. No recuerdan a las Abuelas de Plaza Mayo, encabezadas por la bella abuela Carlotto y la aguerrida Hebe de Bonaffini?
Por supuesto, conozco heroínas madres que con su amor incondicional colindan con el milagro, el misterio gozoso y la autoridad ética de verdad. Tengo dos ejemplos, una poeta y artista visual, menuda y bonita, que doblegó a Pedro Páramo, el patriarca latinoamericano por excelencia, con poemas y fotografías en que con coraje estudió y superó su dolor. Y la única musa que escribe poemas que escuchan hechizados los colibríes de Venezuela sin cansarse de aletear en eterna suspensión detenida, amén de todos los muertos de la Segunda República y del exilio español que se la llevó consigo a Caracas y el resto del continente.
Hoy me toca hablar de mi comadre Mayolis Tarazona, madre de Andrea y Luis Fernando. Es también bajita, rellenita y de un rostro bellísimo como el de las Vírgenes pintadas por Giotto o las muy guapas y robustas musas de Rubens y Botero el gran artista colombiano. Casi siempre le sonríe a la Comedia, trágica o cómica, de esta vida con una impunidad que denota una rebeldía e irreverencia envuelta en dulce miel y terso terciopelo. Es bullente y muy echadita palante como esa silenciosa constelación femenina, omnipresente y tachonada de luces de muchas de nuestras heroínas dentro y fuera de la patria de Bolívar o la Matria de la poeta Enriqueta Arvelo Larriva. Ella enviudó del compadre Fernando y ahora vive su idilio adolescente con Robert, un buen hombre que la quiere. No obstante el desmadre de la república petrolera, cuyas migajas nos dan y nos quitan a cada rato y desde 1983, así como el despropósito despiadado del resto del mundo, Mayolis comparte su muy modesta prosperidad con familiares y vecinos sin incomodarse nunca. Yo he sido beneficiario agradecido de su humanismo, tanto en la boca que ella alimenta casi todos los mediodías, como en el oído cómplice que recibe con atención mis alegrías y tristezas.
Hoy fui testigo gratificado de otro de sus milagros, desconocidos por la mayoría porque no los cacarea, que le dan un sentido poético y delicioso a (mi) la Vida. Pese a que su hermana Yulimar está grave de salud, recluida en el Hospital Central, sin si quiera haber dormido por haberla cuidado desde ayer, ella mi pequeña heroína que se asoma con mi almuerzo, ese poema sabroso con que cada día me sostiene y me repone peso y masa muscular. Me tendió el plato con la sonrisa más bella del mundo, su procesión vital por dentro, el día del Señor 20 de enero del año de la pandemia 2020-2021. Parafraseando a la poeta Raquel Unibe Santeliz, la balada contra el miedo numerada 24, ella nos despierta y alegra el día endurecido porque encarna en tan pequeño y rellenito cuerpo la existencia plena y palpable de Dios.
Las madres castradoras no son como las pintan. Jose Carlos De Nobrega
Retrato de Isabel de Portugal por Tiziano
Ayer se me vino un lindo día abajo. Me sentí como el cielo de Valencia hoy: Nublado y cargado de lágrimas amargas, pero incapaz de lloverlas. Qué desagradable es en estos casos el llanto contenido. Recordé y, peor todavía, evoqué la repulsión física y psicológica que me provocaban las mamás castradoras (lo cual incluye también a los Padre padrones retratados en cine por los hermanos Taviani y el Pedro Páramo de Rulfo). Reprimir los deseos y los afectos en el Otro, ha sido la práctica política facha de estos seres mezquinos y nefastos.
Retomo la crónica. Ayer fui víctima de una mamá Medusa que persistió en convertirme en piedra, buscando esterilizar mi pulsión de regalar y recibir afecto imprescindible de mujer, tanto en la amistad como en el amor. Por fortuna, la musa que me escribe los poemas y cuentos más enternecedores que puedan concebirse en tan cálida matriz, me ama entrañablemente hasta en sus peores días depresivos. Su rostro depre, registrado en autorretratos (nada qué ver con selfies narcisistas), sigue siendo una arista extrema que magnifica su belleza física e interior que me conmueve y conduele en nuestro Amor Loco, más allá de la distancia geográfica.
Sólo que esta Medusa no es horrenda ni repulsiva como las que pintan los poetas de la palabra y los de las artes visuales. Es bonita como una ardilla que salta de árbol en árbol, para luego roer la avellana con lengua vibrante y simpática. Una Medusa muy bien ataviada, de cabello largo y pequitas en un dulce rostro.
Ella levantó muros de Jericó que no serían derribados ni siquiera por Josue ni las trompetas del ejército liberador de Yahve. Detrás de la linda apariencia y las muy amables palabras, se escondía una Yudith para nada liberadora de su pueblo, que intentó decapitar nuestro afán de afectos desinteresados como si fuese el invasor Holofernes. No me podía dar el lujo ni de la represión de mis emociones en libertad, ni de ser castrado por el resto de mi vida. Lo supero escribiendo esta crónica post bíblica, eso sí, con un sabor agrio en la lengua y el paladar. Me recordó la cultura mediterránea y conservadora en la que me crió mi mamá, y en la que la criaron a Ella. Por fortuna, mi madre no era castradora sino sobre protectora con su lindo amor cara de palo y consistencia de correa de cuero y hebilla de bronce. Mamá Augusta siempre quiso a esta oveja negra que aún soy.
La Medusa delgada y bien torneada me condicionó mi compulsión de afectos con el formalismo, el formulismo y el imperio insufrible de organigramas y jerarquías. Por supuesto, la descarté desde ya de mi circulo de íntimos. La borré del libro de mi vida. Sólo que al final reparé que ella era un inoportuno espejo que me mostraba lo peor de mí. Yo había sido conmigo mismo y durante mucho tiempo el peor de los padres castradores. Me había propinado palizas y maltratos de antología. Por eso, bajé la guardia y me dejé de tanta quejadera que tanto daño me hizo en el pasado. Y me puse a hacer lo que mejor sé: Escribir, perdonar y persistir en este camino duro pero sabroso de amar y ser amado.
Coda radial de nuevo. Desde La Tarima Efervescente de Soda 95.1 FM, me jalaron a una comparsa festiva el cover estupendo de Obladi Oblada beatle por No Doubt y ese tema carnavalesco de Offspring (Why dont you get a job?) en el que una ama de casa infeliz se libera y convierte en una guapa Mujer Maravilla, canción rock que le gustaba y hacía reír tanto a mi Yudi.
martes, 19 de enero de 2021
Descubrirse sin edad ni lugar en el mundo. Jose Carlos De Nobrega
Raquel Santeliz (2014), De exactos esqueletos y cabellos dulces, Valencia, Carabobo, Gobernación Bolivariana de Carabobo, pp. 101.
lunes, 18 de enero de 2021
Raquel Unibe Santeliz: Serpiente pintada y esculpida. Jose Carlos De Nobrega
Me reencontré con la poeta y artista visual Raquel Santeliz (Carora, 1965) en la Colmena generosa de su casa que, al igual que su poesía y su obra plástica, nos seduce en su incesante construcción. Qué causalidad!, un día después de su cumpleaños, como si me obsequiara un roscón mexicano del día de Reyes, eso sí, en delivery raro de Baltasar, Melchor y Gaspar encaramados en motos Harley Davidson que serían para ella (y Cortazar) cocuyos antediluvianos recorriendo las calles de su Carora natal detenida en la Infancia.
Raquelita estuvo de lo más encantadora conmigo, no sólo con el almuerzo y la cena (devorados por su hijo Stevenson y yo con suma complacencia), además del café y el postre de sobremesa, sino también con su conversación vivaz, entusiasta y traviesa de una adolescente recién llegada del paisaje seco que interioriza el poeta Luis Alberto Crespo en sus primeros poemarios. Ella sacó de su mochila de impenitente viajera, tantas cosas buenas como poemas, libros, dibujos, instalaciones y fotografías increíbles.
Raquel, nombre bíblico, y Unibe, nombre indígena venezolano, implica una combinatoria nominativa que mienta y encarna lo mejor de nuestro mestizaje aquí, en la Gran América Latina. Nombre de pila que se ha hecho carnadura en sus tres hijos, su poesía (dos poemarios, De exactos esqueletos y cabellos dulces, 2014, y el que nos impresionó recién con el titulo de Unibe, de vuelta al río Morere, los cuales comentaremos en las dos siguientes entradas de este blog), su despliegue plástico bien conceptual y trabajado, amén de su forma menudita y bullente de ser mujer.
He aquí parte del inventario de lo que es y hace Raquel con sumo garbo.
Una instalación inusual de autorretratos fotográficos en blanco y negro, cosidos por una maraña de alfileres que a modo de corona de espinas marcaban un manto rojo como el de Turin, en el cual exploraba la belleza inquietante de su depresión. Nada que ver con el narcisismo de los selfies made in Miss Venezuela, sino la auténtica indagación en el dolor de la Madre Dolorosa.
Unos preciosos bachacos culones gigantes y estampados de motivos indígenas, petroglifos y caligramas. En un aire desafiante de la estética egótica postmoderna en blanco, negro y gris.
Unas telas no muy nobles que se hallaban dignamente estampadas de colores acrílicos brillantes como una epifanía poética y visual. Concretismo lírico colindante con una Utopía de la Infancia recobrada.
Una instalación dibujistica en blanco y negro, un pespunte en color arcilla por allí, de una fantástica serpiente cuyo cuero guarecía los imprescindibles caligramas y petroglifios que encarnan en su árbol genealógico frondoso pleno de maravillas, citando a Guayasamin, Vigas o el mexicano Cuevas.
Una Venus larense, hermana de la de los Tacarigua, bordada en la poesía de la puntada y el tejido ancestral. Sus hombros eran las cabezas de un par de mellizos que perturbarían al conquistador Salamanca en la conquista y la fundación de Carora.
Le confesé a Raquelita que hasta ese día me ufanaba de mi capacidad de observación y captación del libro que es el mundo. Por Dios, por qué no reparé en el quehacer milagroso de sus muy pequeñas y edificantes manos?
Afortunadamente, y así lo espero con esta breve crónica, he concientizado mi fallo y remiendo el capote de inmediato. Mi musa, la que también escribe primores como nuestras artistas de Venezuela, ha establecido un puente dialógico y milagroso con el afán muy afectivo del arte y las ganas de Raquelita. A qué esperamos? Dejemonos cautivar por Ella y queramos mucho a nuestra Raquel Unibe del alma emancipada de verdad verdad.
domingo, 10 de enero de 2021
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (6). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA
[VI, A Modo de Colofón]
La
deficiencia de la falsificación hecha carne y sangre en los Protocolos radica
tanto en la dislexia histórica y científica, como en su optimismo político, y
sobre todo en el resentimiento y la intolerancia resguardados en las tinieblas
del espíritu humano.
“¿Y
qué causas no inventamos de los males que nos ocurren, y a qué no nos acogemos,
con razón o sin ella, para desahogarnos? No son las rubias trenzas que
desgarras o el blanco pecho que tan cruelmente hieres los que han hecho caer
bajo el plomo a tu amado hermano”, nos lo recuerda Montaigne en el maravilloso
ensayo “De cómo el alma pone sus pasiones en objetos falsos cuando le faltan
los verdaderos”. Es el síndrome de Caín, con respecto al cual todos los hombres
somos propensos pues subyace en nuestra naturaleza. Impulso homicida, primario,
que entenebrece el semblante y el entendimiento: se revierte en contra nuestra
el embaulamiento de la voluntad acanalada en los constituyentes espirituales de
nuestra cultura. “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi
mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros”
(Romanos 7:22-23). La problemática del ser y el hacer, fundamentada en el
desconocimiento que sostenemos de nosotros mismos, acicateada por la angustia
de descifrar la abstrusa confrontación que mantiene “la legión” que llevamos
dentro. Entretanto el reloj se desarma y son frustrantes los intentos por
juntar sus fragmentos, lo que equivale decir la lucha en contra de la muerte
física y espiritual. En procura de estructurar un balance, pues el
establecimiento de un juicio, vicio que cuesta superar, se realiza día a día
dentro y fuera de nosotros, verificamos que no encontramos qué hacerle decir a esta
máquina cuyo carrete se atascaba al ritmo de la indecisión y el nerviosismo. Lo
disperso de nuestras plegarias no ayuda a nuestra fe.
El
calor es oprobioso, le sienta bien a esta sensación de inutilidad, de abulia,
de miedo. Ante las escuálidas páginas de nuestro diario, en medio de una crisis
de carencia de embriaguez –la cual nos fastidia terriblemente-, tratamos de
flagelarnos en el onanismo de nuestras ensoñaciones, ilusiones y proyectos
piadosos, temerosos de una repentina muerte. Pero la página permanece en su
alba inmutabilidad. Y es entonces cuando estamos dispuestos a sacudir el
trasero de la máquina para facilitar el deslizamiento fluido del carrete:
salvar nuestra responsabilidad escondiendo el talento que se nos ha confiado.
Es
menester el sacrificio de una víctima que sustituya la mutilación y la
destrucción de los miembros nuestros. Inmolaremos al otro, nuestro semejante,
para así asegurar nuestra salvación.
Nuestro
Juicio, nuestra Salvación y nuestros holocaustos, deben proveerse de un Matadero
adecuado, el cual reproduzca simbólicamente tal Trípode. Prosigue Montaigne: “Vemos
también que el alma, en sus pasiones, se erige temas falsos y fantásticos,
incluso contra su propia creencia, antes de carecer de cosa en qué ocuparse.
Por ello las bestias, en su cólera, muerden la piedra o el hierro que las ha
herido o se vengan en sí mismas, a dentelladas, del mal que sienten”. Valgan
dos casos seculares: Ni la salvaguarda de la pureza racial aria justificó la
matanza sistemática de los judíos europeos en los campos de concentración
nazis, ni tampoco la seguridad del Estado de Israel –en la vocinglería del Likud-
absuelve la responsabilidad de su ejército cuando, teniendo el control militar
y territorial en El Líbano, permitió que en 1982 la falange cristiana libanesa
asesinara a indefensos palestinos tanto en sus campos de refugio como en los
hospitales. [Qué decir al día de Hoy, año 2021, respecto al hecho de convertir
la Teocracia israelita a la Franja de Gaza en el mayor campo de concentración
en el mundo, reduciendo la patria palestina a un ghetto y no reconociéndola como una nación digna de respeto. Los fanáticos
religiosos de Israel, no dudaron en el magnicidio de Yitzack Rabin quien tuvo
el atrevimiento de firmar el acuerdo de paz de Camp David con Yasser Arafat,
infiltrando sus anillos de seguridad. Tiempo después, Arafat falleció víctima
del envenenamiento subcutáneo con una sustancia química mortífera. Giro
envilecido de 180°, de pueblo perseguido a régimen totalitario genocida. La Shoah y la Nakba han marcado en su confrontación discursiva y
político-militar, la historia compleja y harto accidentada del Medio Oriente,
polvorín inquietante del mundo].
Interpuesta
la digresión, apuntemos que el mito de la conspiración judía, sostenido por
estos hombres ciegos y atormentados, descansa en esta falsa tríada: que se
suponga la existencia de una raza judía, que por los siglos de los siglos (ab
absurdo) se le responsabilice absolutamente por el Deicidio en la Cruz –
obviando su trasfondo histórico y teológico-, y que el sionismo conlleve
pretensiones [supra] imperiales más allá de las fronteras del Estado de Israel.
La
pureza racial ni existe como tal, ni mucho menos se puede asociar con la
resbaladiza noción de nacionalidad. Por lo tanto, la raza judía sólo es pasto
de la mentalidad y el febril discurso del fanatismo religioso (tal es el caso
de San Isidoro de Sevilla y de Sergey Nilus) y político; el judaísmo
sencillamente es un modo de vida religioso al igual que el cristianismo y el
Islam –no me refiero a su institucionalidad-. En consecuencia, no todos los
israelíes son judíos, pues los hay ateos, socialistas, materialistas e incluso
cristianos. Asimismo tenemos que recordar que el término semita, de carácter
racial, no es tan sólo imputable a los judíos, sino que se refiere a una
familia de pueblos asiáticos que incluye tanto a hebreos como a caldeos,
arameos, fenicios, árabes y beduinos africanos entre otros.
El
sionismo, en tanto ideal y movimiento tendiente a la reconstrucción de la
unidad nacional y política de Israel, aspiración que en principio es legítima y
respetable [siempre que no se atropelle a los países vecinos, en especial
Palestina], sí supone la condición del judaísmo. Lo cual nos desdice sus
irregularidades y defectos, pero tampoco el apoyo de la diáspora hebrea a dicha
causa [no en balde su participación accionaria en las transnacionales que
poseen su propia dinámica de poder disfuncional] puede dar pie a elucubraciones
relativas a su protagonismo en la de por sí inconsistente intriga judía
mundial; por su parte, Juan Nuño en su agudísimo y duro ensayo titulado
“Sionismo, marxismo, antisemitismo. La cuestión judía revisitada” (1986),
declara que, más bien, el sionismo “no es otra cosa sino la aceptación pasiva y
resignada de la tesis cristiano-marxista sobre la autenticidad y especifidad de
un problema judío”. Por supuesto, la cuestión judía per se no existe sino
gracias al antijudaísmo de la institucionalidad cristiana, que la impuso
profundamente en la cultura de Occidente. [Ahora, la controversial tesis de
Nuño nos movería a procurar comprender el por qué el Estado Teocrático de
Israel practica con tal impiedad el racismo y la intolerancia con sus hermanos
palestinos].
Sergey
Nilus, resentido por no lograr ser el confesor del Zar, y el cual, en
consecuencia, ocupó su desilusión en retomar el carácter apocalíptico de la
estrafalaria conjura hebrea mundial, sin duda desestimó el mandamiento
implícito en el último libro de la Biblia: “Y si alguno quitare de las palabras
del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la
santa ciudad, por lo que estarán los perros afuera (…) y todo aquel que ama y
hace mentira”. Entretanto, aquí en la Tierra, pre-juicio final, sus seguidores
persisten en las calles como aquella metáfora del horror creada por la lúcida
pluma de José Saramago, la perra Ugolina, la cual “babeando sangre, gruñendo
ante las puertas, aullando en plazas y jardines, mordiendo furiosa su propio
vientre donde ya está gestándose la próxima camada”, recorre la Lisboa inundada
por el invierno.
Valencia, Julio-Septiembre de 1995
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (5). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA
[V, Los Protocolos como
falsificación de un ensayo pro-liberal]
Nunca
falta un texto mal digerido, del cual se extraen las conclusiones más
descabelladas e irracionales. Lógico fruto del cada vez más creciente
analfabetismo funcional, si no húrguese sin mucho esfuerzo en cualquiera de
nuestras universidades. [No hace mucho, en la Universidad de Carabobo y en el
marco de su Feria Internacional del Libro, no sé sabe quién dio la orden para
desaparecer la Biblioteca del Departamento de Salud Mental de la Facultad de
Medicina. Todo un caso clínico de bibliofobia o, peor todavía, bibliocidio que
engrosa el prontuario engavetado de los crímenes patrimoniales en Valencia, la
de Venezuela, la bombardeada del Siglo XXI]. Alejandro Rossi nos lo previene: “las
posibilidades que se ofrecen para desmantelar, tergiversar e interpretar
erróneamente (…) un ensayo o un libro son, no diré infinitas, pero sí numerosísimas”.
Nos toca aquí hablar del “Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y
Montesquieu” (Bruselas, 1864) del excelente escritor Maurice Joly (1829-1879). Subyace
en este enfrentamiento discursivo –entre “el despotismo descarado” del
florentino y el liberalismo del galo- no solamente una despiadada y genial
requisitoria al absolutismo maula de Napoleón III, sino también un profundo e
iluminado ensayo en torno a los móviles, instrumentos y vicios de los regímenes
totalitarios que se desarrollarían mucho más tarde como reacción inmediatista a
“las tensiones del mundo moderno”, caldo de cultivo de procesos revolucionarios
y reformistas de diverso signo. En defensa, por supuesto, de la democracia
parlamentaria. Lamentablemente Joly sería la víctima propiciatoria de la
incomprensión -encarcelamiento
mediante-, del olvido, del desengaño –que le llevó al suicidio-, y peor aún, de
“una cruel ironía (…) el hecho de que una defensa brillante (…) del
liberalismo, haya constituido la base de una estupidez reaccionaria atrozmente
escrita que ha dado la vuelta del mundo” (Cohn). Agrega Rossi que “un lenguaje
amputado corresponde siempre a un pensamiento trunco”.
Es
incontrovertible la nacionalidad francesa de tan burdo y perjudicial plagiario,
y dadas las circunstancias históricas pareciera también ser inevitable. Un
lugar común. Los Protocolos, desde un punto de vista ideológico, son
inversamente proporcionales al Diálogo de Joly en tanto y en cuanto a su
perversión, gracias a una primitiva técnica copista: representa más de las dos
quintas partes del libro original, y además la estructuración de capítulos es
idéntica, ya que los Protocolos poseen veinticuatro actas más el Discurso del
Rabino, mientras que el Diálogo presenta veinticinco…
En
el Diálogo duodécimo de la obra de Joly leemos: “Como el Dios Vishnú, mi prensa
tendrá cien brazos, y en dichos brazos todos los matices de la opinión… Se
pertenecerá a mi partido sin saberlo. Quienes cran hablar su lengua hablarán la
mía, quienes cran agitar su propio partido, agitarán en pro mío, quienes crean
marchar bajo su propia bandera, estarán marchando bajo la mía” (Cita de Norman
Cohn: pág. 288 de la descrita edición. Suprimimos los paréntesis del autor,
pues el texto es bastante explícito).
Quizá
Michael Jackson [Qepd], ídolo indiscutible del mundo posmodernista, sea la más
reciente víctima de las complejas ramificaciones de la autopista informativa,
pues en su [álbum History] canta:
“Jew me, sue me, everybody do me / Kick me, Kike me, don’t you Black and White
me” (“Hazme judío, demándame, todo el mudo lo hace / dame una patada… no me
hagas blanco ni negro”); después la disculpa filosemita: “Mi única intención
con esa canción fue poner énfasis en decir no al rascismo, antisemitismo y los
estereotipos”, telefonema al Centro Wiesenthal de Los Ángeles. Algún ocioso y
desprevenido dirá entonces que la ambigüedad racial de Jackson es explotada
comercial e ideológicamente por los judíos, argumentando –con el cadáver
cincuentenario- que ese pueblo desarraigado “Envenena la sangre de otros, en
tanto que conserva incontaminada la suya propia”, ¡oh, Adolfo bendito! Valga
para estos tres la frase “Asinus asinum fricat”… [Esto es como un capricho de
Goya, el 39 o el 40, la falsa sabiduría de los doctos y los necios lectores de
prensa odiados por Nietzsche, los hace susceptibles de frotarse unos con otros
como mininos cómplices].
Mientras
que el falsificador copia en el Acta Duodécima: “Nuestros periódicos serán de
todas las tendencias (…) Tendrán como el dios indio Visnú cien manos, cada una
de las cuales acelerará el cambio de la sociedad: estas manos llevarán a la
opinión en la dirección que convenga a nuestros fines (…) Los imbéciles, que
creerán seguir la opinión del periódico de su partido seguirán sólo nuestra
opinión o la que nos plazca. Se imaginarán que siguen el órgano de su partido,
y no seguirán, en realidad, más que la bandera que enarbolamos para ellos”
(pág. 137 de la edición referida).
El
debate que diferenciaba sin medias tintas a ambos grandes pensadores,
Maquiavelo y Montesquieu, se difumina torpe y delictuosamente en el mohoso
discurso de los Protocolos, bien sea propugnando la dominación absoluta del
mundo de manera expedita, o aduciendo la divulgación del liberalismo y la
revolución para confundir y desorganizar a todas las sociedades. Si bien Joly
en el Diálogo pone en boca de Maquiavelo la voz de la autocracia, ello no
confirma ni legitima la etiqueta implícita en el mote “maquiavélico” que se
desprende de una lectura y consideración superficiales del pensamiento del
genio florentino; sólo funciona como retrato subrepticio de Napoleón III para
así evadir la censura: “Simpatizaba con los principios democráticos, pero
realizó un gobierno autocrático; era un viejo liberal, pero practicó el
absolutismo; era un declarado pacifista, pero promovió varias guerras” (Oscar
Secco y Pedro Baridón: Historia
Universal, tomo VI, Época contemporánea, Editorial Kapelusz, Buenos Aires,
1946, pág. 170).
Revisemos
el Diálogo primero en el texto de Joly: “El instinto malo es en el hombre más
poderoso que el bueno… el temor y la fuerza tienen mayor imperio sobre él que
la razón. (…) ¿Qué es lo que sujeta a estas bestias devoradoras que llamamos
hombres? En el origen de las sociedades está la fuerza brutal y desenfrenada; más
tarde fue la ley, es decir, siempre la fuerza, reglamentada formalmente (…) la
fuerza anticipándose al derecho. (./.) La libertad política es sólo una idea
relativa” (Norman Cohn: op. cit., pág. 286).
En
el ACTA N° 1, el plagiario pone en boca del delegado judío: “expondré el
concepto de nuestra política así como la de los Goim (…) el número de hombres
con instintos perversos, es mucho más grande que el de aquellos con instintos
nobles. Por lo cual, para gobernar el mundo, se obtienen mejores resultados
empleando la violencia y la intimidación, por dar muchos mejores resultados que
los discursos académicos. (…) ¿Qué es lo que ha contenido a esas fieras,
salvajes y de rapiña, que llamamos hombres? (…) En las primeras épocas de la
sociedad, estaban sometidos a la fuerza bruta y ciega, después se sometieron a
la ley que en realidad no es otra cosa que la misma fuerza disfrazada (…) el
derecho reside en la fuerza. (./.) La libertad política no es un hecho pero sí
una idea” (pág. 63-64, edición ya citada).
En
este caso, Joly alude al inicio del capítulo tercero del primer libro de los
Discursos de Tito Livio: “quien funda un Estado y le da leyes debe suponer a
todos los hombres malos y dispuestos a emplear su malignidad natural siempre
que la ocasión se lo permita (…) que los hombres hacen el bien por la fuerza;
pero cuando gozan de medios y libertad para ejecutar el mal, todo lo llenan de
confusión y desorden” (Nicolás Maquiavelo: Obras
Políticas, traducción de D. Luis Navarro, Librería de la viuda de Hernando
y C.A. Madrid, 1895, págs. 18 y 19). La traslación del texto de Maquiavelo en
el Diálogo no apunta hacia el plagio, sino más bien a la reversión sofística,
ello a los fines de cuestionar el espurio orden jurídico impuesto durante los
ocho primeros años del Segundo Imperio por Napoleón III –la legalización del
absolutismo a través de la Constitución, así como el abuso y la violación de
los derechos individuales por medio de la ley de seguridad nacional-. Lo cual
demuestra que Joly no olvidaba que el original se refería a la creación de los
tribunos de la plebe en Roma, mecanismo jurídico “capaz de contener la
insolencia de los nobles” estimulada por la desaparición de los Tarquinos. Este
ejercicio ensayístico es de una validez y estilo insoslayables, verificable
incluso en el cuidadoso tratamiento del lenguaje.
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (4). JOSÉ CARLOS DE NÓBREGA
[IV, Más de la falsificación]
En
1869 se publica “Le juif, le judaisme et la judaisation des peuples chrétiens” de
Gougenot des Mousseaux, libro considerado por Cohn la “Biblia del antisemitismo
moderno”. Nuevamente los [reaccionarios] franceses retomaban el protagonismo
del movimiento antijudío europeo. Su árido planteamiento consistió en la
resurrección de las tesis, si así pueden denominarse, demonológicas del
catolicismo medieval, salpicadas por una obtusa hermenéutica del apocalipsis de
San Juan y su fácil “modernización”, invirtiendo y pervirtiendo los pasos
necesarios para el logro de una reflexión seria de todo asunto: partir de la
hipótesis –transmutada en dogma y misterio- y luego ajustar a cómo dé lugar los
hechos (ars de escribientes que sólo funciona para confeccionar best sellers,
como ejemplo tenemos a Von Danïken y a J.J. Benítez, esta vez la conspiración
traducida en este valle de lágrimas es extraterrestre). Sólo que la raíz de la
cuestión judía descansaba en la legión de “los judíos de la cábala”, cofradía
diabólica que venía rindiendo “un culto sistemático del mal, establecido por el
Diablo en el comienzo mismo del mundo” (Norman Cohn, op. cit., pág. 41),
comprendiendo su genealogía a los hijos de Caín, de Judá, a los gnósticos, los
maniqueos, la secta de los asesinos y luego a los templarios y a los masones. Esta
Anticábala, no por su pretensión de serlo y lograrlo, sino por lo
unidimensional y lo anodino de sus propuestas e implicaciones, persiste en la
tradición sub-literaria antijudía, la cual semeja a un decrépito orfebre que
elabora un rosario ensartando cuentas de diverso tamaño, color, peso y diseño,
y al final no se sabe si es escapulario o collar matapulgas. El desconocimiento
de la religión, la filosofía, la historia y las sociedades secretas como tales,
por parte de des Mousseaux, es harto obvio, ya que la cábala –categoría que
surge por vez primera en el siglo XI en los textos teosóficos de Salomón
Ibn-Gabirol, y que proviene del hebreo “kibbel”, recibir- compendia la remota
tradición mística judía, manifiesta en “teorías tan numerosas y tan profundas
como las de la emanación divina, la cosmogonía, la angelogía, el hombre y su
papel en el mundo, el mal, la ética y la redención” (Perle Epstein, El laberinto privado de Malcolm Lowry).
Está recogida en obras tales como el Zohar, y terminantemente no es una
sociedad secreta como aún pretenden los profanos. Existe también una cábala
cristiana, cuyo precursor fue Raimundo Lulio (1225-1315), expuesta y divulgada
por autores como Pico della Mirandola (1463-1494) y Cornelio Agrippa
(1486-1535), contando inclusive con la consideración del Papa León X. En
definitiva, des Mosseaux contribuyó, junto a tantos de su calaña, a una de las
acepciones más infelices de dicha palabra: “Fig. y fam. Trato secreto: andar
metido en una cábala” (Pequeño Larosse Ilustrado). Del mismo modo le develaría
a Hitler la identidad del Anticristo: El Estado judío “constituye, desde el
punto de vista territorial, un Estado sin límite alguno” (Adolfo Hitler, Mi lucha, Editorial Época S.A., México,
1986, pág. 117), lectura y sentencia materializada en la Internacional
Comunista, en la Sociedad de las Naciones y en las bolsas de valores europeas y
norteamericana!
Antes
de proseguir, hemos de apuntar nuestro desacuerdo con Norman Cohn cuando éste, en
la página 41 de la obra ya reseñada, sugiere que la Cábala es un conjunto de
“creencias religiosas arcaicas y semiolvidadas”, lo cual es absolutamente falso
y tendencioso. Sorprende sobremanera que el historiador medievalista dé la
espalda, no sólo a sus estudiosos y seguidores del siglo XX –como en el caso de
Perle Epstein-, sino también a un par de obras maestras de la narrativa
contemporánea: Bajo el Volcán de
Malcolm Lowry, y El Golem de Gustav
Meyrink. La primera de ellas, de una riqueza poética, alegórica y estructural,
refiere la tragedia y la caída del Cónsul Geoffrey Firmin en el círculo
infernal que él mismo se fue trazando durante la desatinada búsqueda salvífica,
en base a una interpretación peculiar de la Cábala –sobre todo la alegoría del
jardín proveniente del Zohar, la cual impregna la totalidad de la novela- tanto
de parte del autor como del personaje protagonista. En El Golem, Meyrink –que según Borges era “un buen terrorista de la
literatura fantástica”- nos ofrece una extraordinaria versión del legendario
homúnculo crado por los cabalistas gracias a la palabra –el oculto nombre de
Dios-; artificio mágico y lingüístico que parte de la creación misma del mundo
y la humanidad: Dios se manifiesta a través del verbo, “Este era en el
principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho” (San Juan 1:2-3). Borges en su ensayo “Una
vindicación de la Cábala” nos dice: “Ni es ésta la primera vez que se intenta
ni será la última que falla (…) no quiero vindicar la doctrina, sino los
procedimientos hermenéuticos o criptográficos que a ella conducen”,
reconociendo así las deudas que la literatura tiene con el conocimiento
cabalístico, se esté o no de acuerdo con él. [En Venezuela, tenemos al poeta de
origen judío, simbolista y modernista Elías David Curiel, de versos tan
enigmáticos y multisugerentes como el discurso cabalístico como tal].
sábado, 9 de enero de 2021
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (3). José Carlos De Nóbrega
[III, Los Protocolos como
falsificación de una novela del XIX]
Sesenta
y dos años después, en su novela “Biarritz” (1868) [veinte años después del
“Manifiesto del Partido Comunista” de Marx y Engels] Hermann Goedsche, un
ramplón burócrata del servicio postal de Prusia –falsificador de
correspondencia y agitador político a posteriori-, incluyó un capítulo titulado
“En el cementerio judío de Praga”: celebrando la fiesta de los Tabernáculos,
alrededor de la media noche y ante un fuego fatuo posado sobre una lápida,
transfiguración del hijo del maldito, trece “jodíos” (representantes de las
doce tribus de Israel y de la Diáspora) se reúnen e intercambian informaciones
sobre sus actividades sediciosas en pro del dominio del mundo, las cuales
comprendían la centuria transcurrida desde la última sesión. La escena y el inventario
coinciden absolutamente con la esencia de las actas de los Protocolos resumidas
en el Discurso del Rabino, testimonio de su veracidad de origen judío atribuido
–claro está- a un rabino y pronunciado en 1880:
GOEDSCHE.-
Opresión financiera sobre “todos los príncipes y los gobiernos de Europa” a
través de empréstitos (Rubén).
GRAN
RABINO.- “Hoy, todos los emperadores, reyes y príncipes reinantes, están llenos
de deudas (…) para poder sostener sus tronos que se tambalean. La Bolsa, cotiza
y regula esas deudas, y nosotros, somos en gran parte, los dueños de las Bolsas
de casi todas las plazas. Por consiguiente, facilitar cada vez más y más estos
empréstitos, es a lo que tenemos que aplicarnos”.
GOEDSCHE.-
División de los latifundios para que la tierra pase a manos judías (Simeón).
GRAN
RABINO.- “Nuestro deber será, en lo posible, tratar de que las grandes
propiedades sean fraccionadas, a fin de que podamos adquirirlas más
fácilmente”.
GOEDSCHE.-
Aniquilación de la clase artesana y su consecuente transformación en clase
obrera manipulable política y sindicalmente (Judá).
GRAN
RABINO.- “y cuando las propiedades hayan pasado a nuestras manos todo el
trabajo del proletariado cristiano será para nosotros fuente de inmensos
beneficios”.
GOEDSCHE.-
Debilitamiento de la Iglesia Cristiana por vía del libre pensamiento (el levita
Aarón).
GRAN
RABINO.- “Siendo la Iglesia Cristiana uno de nuestros más poderosos enemigos,
tenemos que trabajar (…) para que su influencia disminuya; es necesario
implantar (…) las ideas del libre pensamiento, del escepticismo, del cisma, y
procurar disputas religiosas que tan fecundas son en divisiones y sectas del
cristianismo”.
GOEDSCHE.-
Descrédito del militarismo monárquico y nacionalista (Isacar). Fomento de las
revoluciones y del progreso social (Zebulón).
GRAN
RABINO.- “De este modo podemos sublevar las masas cuando queramos (…) y cada
una de esas catástrofes dará un gran avance a nuestros íntimos intereses y nos
acercará rápidamente a nuestro único objetivo: reinar sobre la tierra, como fue
prometido a nuestro Abrahán”.
GOEDSCHE.-
Judaización de los Estados por medio del acaparamiento de los cargos
burocráticos (Neftalí).
GRAN
RABINO.- “Es necesario que todos los cargos públicos puedan ser accesibles a
los judíos, y cuando hayan conseguido llegar a ser funcionarios, (…)
apoderarnos de un manantial de verdadera influencia y verdadero poder”.
GOEDSCHE.-
Monopolización de los mercados (Dan).
GRAN
RABINO.- “El comercio y la especulación, estas dos fuentes que pueden ser tan
abundantes en beneficios, no deben ser nunca arrancadas de manos de los
israelitas”.
GOEDSCHE.-
Obtención de beneficios económicos, sociales y carnales a través del matrimonio
y la fornicación adúltera “con mujeres cristianas y no judías” (Aser).
GRAN
RABINO.- “Los judíos deben poner fin a la indisolubilidad de los casamientos
cristianos, y establecer por todas partes, los matrimonios civiles (…) Debemos
favorecer los casamientos entre israelitas y cristianos (…) la mezcla de cierta
cantidad de sangre impura en nuestra raza, elegida por Dios, no podrá
corromperla y nuestras hijas nos proporcionarán con esos casamientos uniones con
familias cristianas que tengan algún ascendiente y poder (…) Será muy
conveniente que los israelitas se abstengan de tener por queridas mujeres de
nuestra santa religión, es mejor que para ese empleo las elijan entre las
vírgenes cristianas”.
SAN
JUAN DE LA CRUZ.- [Desde la sórdida y mala prisión a la que lo sometió la Santa
Inquisición Española, la mismita que encerró al traductor de Dios Fray Luis de
León]
“¡Oh
ninfas de Judea!,
En
tanto que en las flores y rosales
El
ámbar perfumea,
Morá
en los arrabales,
Y
no queráis tocar nuestros umbrales”.
GOEDSCHE.-
“Manasés incluye una serie de discursos con una exhortación apasionada a la captura
y el control de la prensa” (Norman Cohn, op. cit., pág. 33).
GRAN
RABINO.- “Si el oro es la primera potencia de la tierra, el segundo lugar lo
ocupará la Prensa. ¿Para qué sirve el primero sin la segunda? (…) es de una
necesidad incuestionable que, la dirección de los periódicos pase a nuestras
manos (…) nos harán pronto dueños de la opinión pública, la que nos entregará
las masas bajo nuestro poder”.
GOEDSCHE.-
“¡Renovemos nuestro juramento, los hijos del becerro de oro, y vayamos a
recorrer todos los países de la Tierra!” (Aarón, y a continuación reaparece el
fuego fatuo sobre la lápida, la cual recibe posteriormente las trece pedradas
que a su vez harán aparecer al horrendo bovino).
FUEGO
FATUO.- (A Mefistófeles) “Ya veo que sois el amo, y de buen grado me allano a
serviros” (Goethe: Fausto, la noche
de Walpugis, escena XXI).
GRAN
RABINO.- “Es la décima vez, desde hace mil años de lucha atroz e incesante con
nuestros enemigos, que se reúnen en ese cementerio, alrededor de la tumba de
nuestro Gran Maestro Caleb, Santo Rabino Simeón-Ben-Jhuda, los elegidos de cada
generación de Israel, a fin de ponerse de acuerdo sobre los medios que deben
emplear para, de las grandes faltas y pecados que no cesan de cometer nuestros
enemigos los cristianos, sacar las mayores ventajas para nuestra causa (…) A
nosotros pertenece ese Dios (Mammon), desde el día en que Aarón, levantó en el
desierto el Becerro de Oro, esa divinidad universal de la época”.
(Los
parlamentos del GRAN RABINO correspondientes a nuestra parodia, son un pastiche
textual del Discurso del Rabino en las tres versiones recogidas en Serge Nilus:
Los Protocolos de los Sabios de Sión (1902),
por J. Fernández, Ediciones Petronio S.A., Valencia-Barcelona, España, 1975,
págs. 37-59. Las tres son: la de John Readclife (1886), la reproducción
reducida de éste por un Rabino en el Congreso de Lemberg (1911), y la copia del
discurso –titulada “Un rabino, a propósito de los Goim” (1901)- por el editor
alemán de los Protocolos).
QUEVEDO.-
“Las doce tribus de narices era,
Erase
un naricísimo infinito,
Muchísimo
nariz, nariz tan fiera,
Que
en la cara de Anás fuera delito”.
(Sin
embargo, se encontraban dos convidados de piedra no muy lejos de allí: Un
intelectual alemán partidario del pangermanismo, y, no podía faltar un judío
converso, un precioso marrano, abrazados en el combate sin tregua a tan
repulsiva conspiración).
GOEDSCHE
Y BISMARK.- “Los grandes problemas de hoy no se deciden con discursos, ni
tampoco con el voto de las mayorías. Ese fue el error de 1848 y de 1849
(Bismark en esta declaración se refiere a lo acontecido en Francia y en
Alemania, el derrocamiento del rey Luis Felipe de Orleans y proclamación de la
Segunda República, y la constitución del Parlamento Nacional por un movimiento
liberal y su oferta del trono rechazada por Federico Guillermo Rey de Prusia.
Apología de la unificación política alemana en torno al Kaiser). Se deciden con
sangre y con hierro”.
GOEDSCHE Y DISRAELÍ.- “De modo, mi querido Coningsby, ya ve usted que el mundo está gobernado por personajes muy distintos de los que imaginan quienes no se hallan entre bastidores”. ¡Dios salve a la Reina!
La
ficción novelística de Hermann Goedsche conformaría paradójicamente el Discurso
del Rabino en tanto prueba inobjetable de la autenticidad de los Protocolos. En
la versión de los Protocolos de Fernández ya descrita, página 35, se nos indica
que el diplomático inglés Sir John Readclif lo publica “bajo el título de
‘Reseñas de los acontecimientos político-históricos acaecidos en los diez
últimos años’ (…) tomado de ‘El Contemporáneo’ de 1° de julio de 1886”, es
decir seis años después de su pronunciación. También Fernández presenta un
segundo documento, consistente en una versión condensada del mismo, llevada a
cabo por otro rabino en el todavía inexistente Congreso de Lemberg (1911). En
cambio Francois Bournard reproduce el discurso
en “Les Juif et nos contemporains” (1896), y argumenta que “el verdadero
programa de los judíos expresado por el… gran rabino John Readclif… Se trata de
un discurso pronunciado en 1880”. La primera edición sueca (1933) del discurso
declaraba que, a modo de prólogo, Sir John Readclif había ofrendado su vida en
la revelación del complot judío internacional. Si Readclif no encarnaba en este
sainete al rabino, ¿cuál sería entonces su identidad? Otras versiones le
atribuirían dos nombres: en un caso, respondería por el de Reichhorn, y en el
otro por el de Eichhorn, una erre más, una erre menos, qué importa, pues lo que
contaba era la gravedad del discurso en sí. Y bien, ¿qué papel tocaba al tal
Sir John Readclif? ¿Acaso el pasaje novelístico de Goedsche, de unas veinte páginas
aproximadamente, prefiguraba proféticamente la real y cruda exposición de los
motivos y planes de los conspiradores hebreos a finales del siglo XIX con un
decenio de anticipación?
Tal astilla fue publicada con el pseudónimo de Sir John Retclife, ¡valga su rancio abolengo!, nombre que reencarnaría luego, gracias a las señales y lecturas realizadas en base a la ouija desatada de los esclarecidos espiritistas antijudíos, en vidas tan dispares y equívocas como las anteriormente referidas. Por lo que la disparatada metamorfosis de Sir John Retclife, reflejo distorsionado y turbio del cripto-judaísmo como fenómeno histórico, cultural y social, nos revela que la alocución del rabino es el torpísimo plagio de una mediocre noveleta. No obstante continuaron sus diversos y falsificados ecos tanto en diarios, revistas y devocionarios antisemitas, como en la instigación de los pogroms en la Rusia zarista y feudal de principios de siglo. Los Protocolos, y su apéndice y sustento manifestados en el Discurso del Rabino, rebosaron un incontable y redundante espacio bibliográfico a nivel mundial (Consúltese la “nota bibliográfica sobre los Protocolos” en la obra antes citada de Cohn, págs. 302-309), alcanzando así la falsificación plena divulgación hasta el punto de ser textos obligatorios en las escuelas del Tercer Reich. Al respecto, Hitler es concluyente: “Por estúpido que algo pueda parecer (…) la base de su credibilidad radica en la firmeza y tenacidad con la que es defendido” (Helmut Heiber: Hitler, Salvat, Barcelona, 1986, pág. 125). [El cabo Adolf Hitler, infiltrado o soplón del ejército alemán, influido por la subliteratura antisemita en la Viena de su fallido proyecto artístico, reparó no sin genio político que le era más provechoso apropiarse de este club de veteranos de la I Guerra y así pintar su propia y autocrática propuesta de Poder].
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (2). José Carlos De Nóbrega
[II, Cultura medieval y
Antisemitismo en tránsito hacia la Modernidad]
En
el siglo XII no sólo se acusó a los judíos “de asesinar a niños cristianos, de
torturar la hostia consagrada y de envenenar los pozos” (Norman Cohn, op. cit,
pág. 18), sino también el haber establecido un gobierno en las sombras, una
especie de consejo rabínico en la España musulmana (Al-Andalus), cuyo objetivo
era, sin duda, orquestar una guerra clandestina y cobarde en contra de la
iglesia católica por vía de la magia negra (el editor alemán de los protocolos
nos dice: “La particularidad más chocante que distingue a los judíos de los
arios, puede compararse a la diferencia que existe entre la magia negra y la
blanca”, anacrónico y maniqueo símil en 1920). Eufemismo salvaje del carácter diferenciado
del pueblo judío, fundamentado netamente en su corpus religioso: “Con su
profundo sentimiento de elección” y –por ende- de pertenencia, “y su complicado
sistema de tabús” (Norman Cohn, op. cit., pág. 18). Lo cual iría conduciendo en
el devenir histórico al antisemitismo de corte conservador, y luego de izquierdas,
siendo los judíos entonces los mentores de la modernidad traducida en la
ascensión de la clase burguesa en la escala socioeconómica y política a través
del modelo republicano.
Se
combate a los judíos por su exclusividad, apelando a recursos dispares como la
asimilación católica y la exclusión materializada en el guetto. Se les impide
ejercer el sacerdocio, la administración pública y la profesión castrense, y no
conforme con ello, se les desprecia por comprar la recaudación de los tributos,
desarrollar la actividad comercial y financiera, las cuales significaban la
idolatría al dios Mammon. Se le colocan los cuernos del diablo y el antifaz del
conspirador, pues en sus entresijos el judío masculla “la acrimonia y el odio
(…) de raza y religión que, se lee entre líneas y que después salta y se
esparce a borbotones, como un vaso lleno de rabia y de venganza” (Nilus
comenta). El anti-judaísmo católico medieval no se limita a ser un contrasentido
en su discurso y su hacer, sino también en su omisión: "pero la iglesia
sostenía también un ideal semita, puesto que el cristianismo, originalmente
hebreo, era una prolongación de la ley mosaica, y pretendía realizar por cuenta
propia las promesas de dominación universal, contenida para los hijos de
Israel” (Leopoldo Lugones: El imperio
jesuítico, Orbis, Barcelona, 1988, pág. 30). Sobre esta piedra se edificará
el mito de la conspiración judía mundial, revirtiéndose en un enemigo
necesario, construcción sofística tendiente a asentar el imperio católico
romano en el orbe de aquel entonces. Permítasenos recitar unos versos de Lêdo
Ivo: “Vi a formiga esconder-se / na ranura da pedra. / Assim se escondem os
homens / entre as palabras” (Ser e saber). Una lectura unívoca de la Biblia y
la Historia condujo a la emisión de juicios desproporcionados, los cuales a su
vez ameritaban el sacrificio de una víctima que propiciara la bendición y la
salvación del hombre medieval.
De
tal palo, el abate Barruel injertó en 1797 el antisemitismo en la modernidad: a
lo largo de los cinco volúmenes de su “Mémorie pour servir à l’histoire du
Jacobinisme”, alega que la Revolución Francesa era producto de una dilatada
conspiración histórica de las más diversas sociedades secretas. Partiendo de la
Orden del temple –fundada por Hugo de Payens en 1118, y exterminada en 1314 con
la muerte en la hoguera del Maestre Jacques de Molay-, fantasmagoría sobreviviente del siglo XIV que cuatro siglos
después se enseñorearía de la masonería pervirtiendo sus objetivos; transitando
luego de la francmasonería a los enciclopedistas franceses, embrión satánico y
herético de los jacobinos a partir de 1776. La esencia ecléctica e incoherente
de esta propuesta es de una obscenidad hecatómbica: en cuanto a los caballeros
templarios, ignora que esta orden obtuvo en 1128 la bendición y aprobación
papales, así como también una dispensa de excomunión, por lo que su objeto “era
actuar como poder independiente a favor de su fe religiosa” (Norman Mackenzie: Sociedades secretas, David Annan en Los asesinos y los caballeros templarios,
Alianza Editorial, Madrid, 1973, pág. 120), siendo más bien el quebrantado y
malogrado antecedente para-militar de
los jesuitas, y no del extremismo revolucionario y anticlerical propio de los
jacobinos. Respecto a los masones, sociedad secreta derivada de los gremios
medievales de la albañilería –debemos destacar que el mismísimo Barruel había sido durante mucho tiempo francmasón-, muy
a pesar de su humanitarismo y humanismo (contribución a la abolición de los
procesos por herejía y la tortura judicial, por supuesto, en virtud de la
tolerancia religiosa practicada en su seno, propulsores también de reformas
educativas), fueron casi masacrados por los mismos jacobinos durante el período
terrorífico de la revolución (1793-1794), dado entonces su carácter católico y
monárquico. Por ejemplo, Simón Bolívar “en las Logias había encontrado algunos
hombres de mérito, bastantes fanáticos, muchos embusteros y muchos más tontos
burlados: que todos los masones parecen unos niños grandes, jugando con señas,
morisquetas, palabras hebraicas, cintas y cordones: que sin embargo la política
y los intrigantes pueden sacar algún partido de esa sociedad secreta” (L. Perú
de Lacroix: Diario de Bucaramanga, Ediciones
Centauro, Caracas, 1976, pág. 70), razón por la cual, dadas las circunstancias,
proscribió la masonería de Colombia. [Por otra parte, Francisco de Miranda fue
un perseguido insomne por la Inquisición española, hasta que el incidente poco
claro de su apresamiento en 1812, lo llevara a la muerte en La Carraca]. La
tortuosa y conspirativa mentalidad de Barruel no encallaría allí, pues si para
el tiempo de la redacción y publicación de tal obra apenas responsabiliza a los
judíos de la secular intriga, recibiría en 1806 una carta florentina cuyo
remitente era un oficial del ejército de nombre J.B. Simonini, la cual
documentaba y demostraba que los judíos, “el poder más formidable, si se tiene
en cuenta su gran riqueza y la protección de que goza en casi todos los países
europeos”, ocultos en la simbología y el ritual masones, eran los autores
intelectuales y materiales de la tal conjura universal. Cohn apunta que éste es
el primer eslabón que coadyuvaría a la elaboración definitiva de los
Protocolos, puesto que en dicha época la mayoría de las logias masónicas
rechazaban el posible ingreso de judíos.
La
obtusa lectura histórica realizada por Barruel en su cómodo exilio inglés,
evade la consideración de las contradicciones del modelo monárquico y feudal,
su agotamiento y decadencia en Francia, para regodearse en “causas simples,
comprensibles para las mentes más vanas y superficiales”, acertado juicio de
J.J. Mounier (1801). Subvocalizando su
ignorancia, las supercherías y terrores infundados por la mitología medieval, pestilencia
que aún no desaparece del mapa epidemiológico de Occidente. Ni siquiera pudo
atisbar las fallas de los jacobinos, tal como lo sugiere en “Bola de Sebo” Guy
de Maupassant: “los demócratas de larga barba tienen el monopolio del
patriotismo lo mismo que los hombres de sotana tienen el de la religión”.
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN (1). José Carlos De Nóbrega
El autor de los infames Protocolos de los Sabios de Sión, Serge Nilus
EL TRÍPODE DE LA FALSIFICACIÓN
Prólogo a Los Protocolos de los
Sabios de Sión
[Este es un texto largo, hasta entonces
inédito, que di a conocer en mi segundo libro de ensayos Textos de la Prisa
(Gobierno de Carabobo, 1996, pp. 45-75, con muchos errores de transcripción por
cierto), luego de escribir sobre el
anti-jesuitismo y el antisemitismo en la revista La Tuna de Oro de la Universidad de Carabobo, números 20 de
1994, pp. 12-15 y 17/18 de 1993, pp. 17-19, respectivamente. Lo había
considerado para incluirlo en una antología ensayística personal, titulada
provisionalmente Siete Sellos Diabólicos, que al final no se publicó. En enero de 2021, Pedro Téllez me llamó
para que discutiese el tema en la red whatsapp Foro Universitario “Luis
Díaz”. De un solo golpe, escribí comentos
apelando a mi juguetona y caprichosa memoria. Me cercioré que tanto la derecha
momia como la izquierda infantil que denunciaba Lenin, daban de coces en el
aguijón oscureciendo y banalizando la discusión. Por tal razón, tal y como
prometí en el Foro, me decidí a
publicar este ensayo en mi blog, en su versión completa, pues la cosa inquieta y mucho en esta época
de los fake news, el bloqueo
económico a Cuba y luego a Venezuela, la crisis incesante de mi país que lo
postra en el corre y corre de una supervivencia cuasi medieval, el odio-la
intolerancia-el resentimiento que no cauteriza sino reabre las heridas y el
reciente asalto vergonzoso al Capitolio del Imperio que pretende hacer las
veces de policía del pensamiento en el resto del mundo este siglo XXI. Dada su
extensión, se publicará este trabajo por partes y se agregarán comentarios a la
luz del año de la Pandemia 2020-21 entre corchetes sin modificar la versión
original. Valencia de San Simeón el estilita, viernes 8 de enero de 2021 y
que Dios trino liberador nos agarre confesados y apertrechados para sobrevivir
tiempos tan revueltos como los de Hoy].
A Blasina Ríos de Marín, madre
santa y mujer extraordinaria, de quien(es) aprendimos que la tolerancia y el
amor allanan el camino angosto “que lleva a la vida”, Mt. 7:14.
[I, A modo de Introito]
En
una librería del centro de la ciudad, la tarde del viernes doce de noviembre de
1982, adquirí dos textos disímiles a la vez: la prosa completa de Borges
(Bruguera, 1980), y un curioso y mal presentado volumen titulado “Los
Protocolos de los Sabios de Sión” de Sergey Nilus. Al cancelarlos en la caja,
el dependiente, un cincuentón rechoncho de adusta y previsible severidad, amén
del castizo acento, elogió la compra en base al último de los títulos. Una vez
más, pese a la etiqueta premio “Miguel de Cervantes” 1979, Borges era lapidado
por el desdén de un franquista –quizá-, de un antisemita, de un anti-sionista,
de un antípoda del judaísmo, por supuesto con la uña en el rabo. Al igual que
el estimado amigo que me recomendó tal lectura, su argumentación se encontraba
accesible y condensada en la solapa: “(…) ¿Qué contenían exactamente, los
llamados Protocolos de los Sabios de Sión? (./) Ni más ni menos que el plan
completo, detallado, minucioso, para la conquista del mundo (./) Un mundo en el
que los judíos serían los dueños absolutos ocultos, moviendo entre bastidores
los resortes económicos, militares y sociales de todos los países del mundo (./) Un plan que ya está en marcha: una
ambición desmesurada y racista que extiende ya sus tentáculos sobre la Tierra”.
Así de sencillo y trascendental: El mundo es el Acuario acechado por las
travesuras y equívocas aventuras del pulpo “Manotas”, y nosotros tan
desventurados como el Alférez (versión de Hanna Barbera, “judaizante” por
cierto. [Otra referencia a las tiras cómicas, tan afín del gusto reaccionario e
infantil, es el bullir conspirativo de los roedores Pinky y Cerebro todas las
noches en su afán de conquistar al mundo]. No comprendo tal verdad aún; en el
gustoso guiso de carne y lentejas que me sirve mi madre, no veo judíos, “No sé
si hay una mano aquí” pese a que agudizo mi miope mirada. Sólo queda,
atendiendo las advertencias de tales amigos y por ende su seguridad, lavar las
mías: “Comprado en la librería #########!”. Pues no se sabe, máxime que las
garantías constitucionales están suspendidas [en la Venezuela finisecular de
1995] (ya lo había dicho Wittgenstein, “Esta posibilidad de cerciorarse por sí
mismo es parte del juego del lenguaje. Es uno de sus rasgos esenciales”).
Los
Protocolos, consistentes en veinticuatro actas atribuibles a una clandestina
“Cancillería Central de Sión” y las cuales constituían el proyecto o la
realización misma de la hegemonía mundial para el pueblo de Israel, no son más
que la prolongación y la “adaptación moderna” (Norman Cohn: El mito de la conspiración judía mundial, Alianza
Editorial, Madrid, 1983, pág. 19) de la tradición judía y demonológica del
catolicismo medieval. Mentalidad endémica [¿pandémica?] que arrastramos los
herederos de occidente –el judeo cristiano- no sólo notable en el pangermanismo
nazi, en el internacionalismo comunista, en los atentados de diversa fuente,
sino rumiada cotidianamente en las aulas, en los cafés y en los bares; tema
éste que no parece agotarse jamás. No ocurre como en el caso de [algunos desprevenidos]
franquistas, pues el fallecer el dictador español, murió la conversación
preñada de inútiles invectivas y resentidas maldiciones (ante las tibias y
decadentes tazas y jarras del exilio, [Juan] Nuño dixit). Bien lo expresaba
Serrano Poncela: “el número de los temas necios es, como se sabe, infinito”.
Jorge
Luis Borges en “Pierre Menard, autor de El Quijote”, nos refiere uno de los
textos que inspiró tal “dislate” menardiano: “es uno de esos libros
parasitarios que sitúan a Cristo en un bulevar, a Hamlet en la Cannebière o a
Don Quijote en Wall Street. Como todo hombre de buen gusto, Menard abominaba de
esos carnavales inútiles, sólo aptos –decía- para ocasionar el plebeyo placer
del anacronismo o (lo que es peor) para embelesarnos con la idea primaria de
que todas las épocas son iguales o de que son distintas” (Jorge Luis Borges: Prosa completa, editorial Bruguera,
Barcelona, 1980, página 334, volumen uno). Se infiere una denuncia del peor
subproducto de ciertos plagios: De la más burda de las copias a la escandalosa
falsificación del original y el subsecuente envilecimiento de la conciencia
histórica. Vicio e inconsistencia del texto en cuestión: La protocolización de
la intolerancia, la mentira y la falsificación
incubadas en el simplista y complicado complot de agentes
contrarrevolucionarios y febriles santones, típico síntoma de la decadencia del
zarismo en pos de un chivo expiatorio y luego su sobrevivencia –posteriormente transmitida
al mismo corpus del dogma marxista- en el albor de la revolución de 1917. A
Sergey Nilus (1861-1930), acicateado por Pyotr Rachkovsky (Jefe de la Sección
exterior de la Ojrana, Policía Secreta Zarista), se le debe principalmente la
divulgación dilatada de la falsificación conocida como la conspiración judía
internacional, basamento pseudo intelectual y místico de la “solución final”
instrumentada y ejecutada por los genocidas nazis años después.
Paráfrasis
y plagio simultáneos de los “Falsos decretales pseudo isidorianos
frecuentemente invocados por los papas de toda la Edad Media (…) motivado por
el deseo de prestar antigüedad y, por consiguiente, autoridad a una decisión o
institución nuevas” (Jacques Ellul: Historia
de la propaganda, Monte Ávila Editores, Caracas, 1969, pág. 54), tal es el
caso de las conversiones masivas de judíos, y tiempo después la persecución de
estos conversos justificada de manera artificiosa en su infiltración diabólica
y perjudicial en el seno de la Iglesia; de las cruzadas, “Se trataba de
provocar un choque emocional en un público desprevenido y de crear una opinión
pública, obligando a que una masa pasara de la emoción a la acción” (Jacques
Ellul, op. cit., pág. 55), de la ocupación de los lugares santos a la noche de
los cristales nazi; de los manuales inquisitoriales, del secreto procesal, de
la indefensión del reo, de la incertidumbre y el error derivados de la
ignorancia en cuanto a la delimitación competitiva del santo tribunal, del
carácter ejemplar de los castigos y el efectismo de las confesiones y
retractaciones públicas en tanto métodos de disuasión y dominación (a tales
efectos consúltese no sólo en los manuales de Bernard Gui y Nicolau Eymerico,
sino también en el ordenamiento jurídico impuesto en la Alemania nazi). No
olvidemos tampoco los estatutos de sangre, pues “Así como el pueblo judío
pretendía fundar su nobleza sobre la elección, las naciones ibéricas elaboraron
una respuesta, ad hoc, en forma de pretensión análoga, que debía tener como
consecuencia la ideología de la pureza de la sangre”, como bien lo diagnostica
Jacques Lafaye [en su libro Mesías,
Cruzadas, Utopías, Fondo de Cultura Económica, México, 1984].
Yuxtaposición
anacrónica y caótica, por medio de la aplicación endeble y exaltada de los
románticos recursos de ampliación en el tiempo (los hechos se “magnifican”
–deforman- a través de su comparación con situaciones resaltantes del pasado
mediato o remoto, por lo que se señala en los protocolos que “el pueblo de
Israel no ha sucumbido, y si está disperso por toda la tierra, es señal de que
toda la tierra le pertenece”) y en el espacio (dada la amenaza judía, se
engrandecen estos “héroes salvadores del mundo” –Torquemada, Nilus, Hitler y
Goebbels, Stalin, entre tantos otros- en relación al entorno humano e
histórico, de allí la megalomanía mesiánica o milenarista). Tal es el modus
operandi de la gesta antijudía, bien sean cruzados medievales e inquisidores,
súbditos de la Weltanschauung hitleriana o dictadores del proletariado. Del
imperio católico romano, pasando por la sociedad sin clases de la utopía
marxiana, al Reich milenario alemán, “ese pérfido niño de Europa cuya maligna
energía destructora es tan responsable de todo nuestro progreso. (…) Y Hitler
era otro pseudo-mago-negro extraído de la misma gaveta de la que salió el
Anfortas de Parsifal que tanto admiraba, y que tuvo el mismo inevitable
destino. Y si no me cree usted que un general británico me haya dicho con toda
seriedad que la verdadera razón por la que Hitler destruyó a los judíos polacos
fue para impedir que emplearan sus conocimientos cabalísticos contra él (…)”
(Malcolm Lowry: El volcán, el mezcal, los
comisarios… (Dos cartas), Tusquets editores, Cuadernos marginales N° 15,
Barcelona, 1984, págs. 49-50), comenta Malcolm Lowry a su editor Jonathan Cape.
El historiador medievalista Norman Cohn, en “El Mito de la conspiración judía
mundial” (1969), obra citada con anterioridad, nos expone convincentemente los
orígenes mediatos e inmediatos de la tan fabulada confabulación semita, judía o
sionista, si se quiere, pues sus apologistas abundan en imprecisiones y
contradicciones al respecto. Es evidente que el trío de adjetivos no tiene el
mismo significado, asunto que esperamos esclarecer más adelante, y que al punto
constituye la precaria estructuración de tan revelador “documento”. La
descocada conjura universal también ha recibido el disfraz de organizaciones
desemejantes como la masonería y la orden jesuita.