lunes, 29 de marzo de 2021

Soda Stereo de America Latina. Jose Carlos De Nobrega

 


Esta es, no importa que Cerati no ande envejeciendo de gordura feliz por allí (pero en cambio sí rejuvenece en la memoria emotiva), una crónica ensayística que desparramaré este caluroso Domingo de Ramos como lluvia fresca en desierto de apestados. Mi radio compinche y, si se quiere, anacrónica por el mero placer de serlo,  Soda 95.1 FM, me lo trae al Gustavo a la Cueva de Platón con frecuencia. Sus cofrades Charly Alberti y Zeta Bosio no se inquietan para nada, porque Cerati y Soda Stereo tienen gentilicio latinoamericano, muy bien ganado a punta de discos y giras que forman parte no sólo de la Historia de nuestra música, sino en especial de la configuración sentimental de nuestra generación.

He hecho, de paso, grandes amigos muy visibles en el aire, sin que Platón ni yo nos movamos de esta residencia pétrea donde bailan sombras chinescas: La divinidad de Meche Hernandez, Oscar Pérez el loco en bolsillo esquinero, Andrés Galíndez y su bitácora anfibia matinal, Daniel Siugza nuestro cronista y anticuario sónico y, no lo dejemos por fuera para beneplácito pluralista descocado, a un dandy vampiro como César Arriba quien haciendo de todo (aunque no tan mal) no posee oficio que se precie de decente. Todos ellos integrantes del Gang de Amigos verdaderos de Soda Stereo, nuestra banda de rock mestiza y cautivadora.
 


Tengo buena parte de la discografía de Soda Stereo en diversos formatos: El primero Soda Stereo en cassette informal entre amigos; Nada Personal, Signos y Ruido Blanco (oficial en vivo) en cassettes originales; Doble Vida, Confort y música para volar (unplugged MTV) y Me verás volver. Hits en CDs originales; Canción Animal en LP; Dynamo en cassette buhonero y El Último Concierto en CD doble pirata de la calle. He de agradecer a mis asesores musicales uruguayos, Sergio y Daniel Siugza, de la disco tienda "Giros" que aún existe por la obstinación charrúa de este par de hermanos, por haberme presentado a este grupo incunable de mi universo melómano en trémula colisión.

Es muy cierto lo que hoy dice Oscar Pérez, el filósofo de la esquina que dobla a la calle ciega, Soda Stereo fue una banda experimental desde sus inicios. Hicieron la música que les dio su real gana. Fusionaron al inicio (sus dos primeros discos) sonidos del new wave, el reggae, el ska y el rock argentino que en los setenta habían encabezado Charly García y Luis Alberto Spinetta con una brillantez visionaria. Personalidad iniciática y generacional que se fue consolidando en tres décadas e innumerables ciclos creativos que contienen todos sus trabajos, incluyendo los solistas y las contribuciones con otros grupos y autores.

Signos fue un sacudón en la música de este trípode universal que acompaña a tríos de ensueño como Emerson Lake and Palmer, The Police, Rush e incluso el del pianista y compositor Duke Ellington más viejo, el bajista Charlie Mingus y el baterista Max Roach en el Jazz sessions de "Money Jungle". 
Con un módico precio de cien bolívares que movió a la risa diáfana de la cineasta Maruvi Leonett Villaquiran, otro trío espectador (Pedro Tellez, Igson Gonzalez Quitral y yo) se vaciló a la banda argentina en el Ítalo de Valencia, estrenando temas como el homónimo de este tercer álbum, Persiana Americana y Prófugos. Se agregan los teclados de Fabián Von Quintero y una sección de metales encabezada por Tweety Gonzalez, ganando el discurso musical profundidad progresiva y sinfónica, amén de un cachondeo dance y soul para el baile y la descarga. Ya les había contado que los tres hicimos lecturas distintas pero satisfactorias: Igson era un gnomo verde volando a ojos cerrados, Pedro nadaba el mar de las Antillas durmiendo de pie y yo, con ojos de ensayista bien abiertos, afincado en terredad melómana. Me parece que Maruvi, desde una persiana americana y armada de una cámara portátil, se divirtió de lo lindo con su primer vídeo clip incluyéndonos a nosotros. Quizá le proponga a nuestra preciosa cineasta una road movie o film noir que sea protagonizada por tres escritores desdichados y peripatéticos perdidos una noche en Valencia después del concierto. Claro, de un Domingo de Ramos que se estrella contra un lunes súper desolado.



Ni hablar del peluquín: Doble Vida (1988), producido por el músico Carlos Alomar, representa para mí su obra maestra. El sonido más eléctrico y compacto, está acompañado por unas líricas estupendas en la riqueza temática, el tratamiento sociológico indirecto, la vivacidad metafórica y la oblicua sensualidad que alude a  besos profundos, sonrisas verticales y florituras de piruetas y contorsiones en satén venenoso. En la ciudad de la furia no sólo es un intenso canto de amor en Buenos Aires, sino una joya artística del erotismo de raza integrador de la poesía simbolista contemporánea y la música universal, cuyo tenor concupiscente nos retrotrae a Anais Nin y a Henry Miller. Con este tema, enamoré a mi segunda esposa Yudi, infiltrando el rock fussion de Soda en su cultura baladistas romántica liderada por la voz chillona de Ricardo Montaner en la cima de no sé cuál cielo. Incluso Día Común - Doble Vida, se mezclaba en un remix insólito con el cover de la Conga por el doblemente desacertado Montaner, cantante con sabor a nada que ni Palito Ortega ni la trompeta de Arturo Sandoval lograrían rescatar de su mercado de pulgas maracucho. Qué disco tan memorable: Corazón Delator, Los Languis, El Ritmo de tus Ojos (bailar con las botas llenas de lluvia con vos de medias caídas) y otra pieza perfecta entre la balada y el Acid House andante como Terapia de Amor Intensiva: "No morirá lo que debe sobrevivir a la...", "no escucharás más palabras lascivas en...", "credulidad no puede sobrevivir en nuestro amor de terapia intensiva".


No es mera prestidigitación musical de mercadeo como mal pensaron los viudos del rock entre los 60 y los 70. Qué va! Es la fuerza sobrenatural de la combinatoria de alta fidelidad amorosa a la música, vitalismo compositivo y destreza técnica e interpretativa de todos y cada uno de sus integrantes. Cerati no equivoca nunca un acorde de guitarra eléctrica o acústica, ello con una personalidad de gigante al igual que Santana, Clapton o Allan Holdsword en "Enigmatic Ocean" de Jean Luc Ponty. Zeta lleva el compás y la cadencia con un bajo tan extraordinario como los de Chris Squire de Yes, Jeff Berlin o Geddy Lee de Rush. El muy circunspecto de Charly Alberti es con su batería impecable e imprescindible también en el sonido Soda convertido en impronta del rock en español.


Canción Animal (1990) excede lo que los columnistas musicales o musicólogos de los medios mientan disco de consolidación artística y comercial. De nuevo, Soda Stereo sigue persistiendo en la osadía de experimentar asertivamente sin roncar ni babearse en los laureles del éxito. El trío magnífico evoluciona en su propuesta de fusión musical muy latinoamericana y personal. Más que espiral es una curvatura deliciosa en pos de una elipse perfecta. El tema que da título y alma al conjunto, al igual que Entre Caníbales, desata una poética erótica más salvaje y desenfadada, no obstante el recurso de las metáforas vivas perfiladas por Paul Ricoeur. La poesía de las letras y la música que recapitula un sonido hard rock, nos remite a la oblicuidad maravillosa de su lenguaje de siempre. Así lo auscultamos en de Música Ligera, versionada por orquestas de merengue y de tropicalismo comercial como "Los Melódicos", Un Millón de Años Luz y Hombre al Agua. La balada endecha Té para Tres resulta una de las mejores piezas alusivas al triángulo amoroso, el desarraigo y la nostalgia de casa, de las que haya tenido memoria. Este bestiario erótico y tanatico marcaría la década de los 90, ello a la par del Grunge y el Dark de agrupaciones monstruo como Nirvana y Cure.

Y el ventilador desgarrándote / Sé que te excita pensar hasta dónde llegaré... Qué decir de otros temas insignia de nuestros corazones y sensibilidades conmovidos hasta la médula, como Luna Roja, Primavera 0 o Ella usó mi cabeza como un revólver? Quién dijo que en el último cuarto de siglo no pasó nada en la música? Al igual que los mencionados grupos Nirvana y Cure, más Clash, Paralamas, El Gran Silencio, Café Tacuba, Molotov, Green Day y Foo Fighters, se desmiente el propósito de tal especie en el desmadre de nuestras republiquetas acogotadas por la Guerra Fría reconvertida en cover macabro. Soda no es una banda parricida ni reformista de la tradición musical, sino la continuidad creativa y renovadora del legado de Pink Floyd, Beatles, Rolling Stones y David Bowie entre otros.

Pese a que es difícil sintetizar lo que mueve la música de Soda Stereo en mi ser, los escucho siempre y en especial esta tarde de Domingo de Ramos en cuarentena por segundo año consecutivo, cuando me siento muy feliz escribiendo sobre mis amigos Gustavo Cerati, in memoriam, Zeta Bosio y Charly Alberti. Tuve la fortuna de conocerlos en persona en Valencia, la de Venezuela y nuestro San Simeon el estilita en la Plaza Mayor, a mediados de los 80, como tres años después del Viernes Negro, en la disco tienda "Giros" nombre que homenajea a otro grande, Fito Páez. Nuestra tienda favorita y, mejor todavía nuestro entrañable punto de encuentro y convivio musical y cinéfilo, quedaba en el Centro Comercial y Profesional Avenida Bolívar, donde mamá Augusta y yo laburabamos para el holding Central Madeirense. Soda Stereo tiene aún el cóctel que envenena mi soledad compartida con la gente que amo. Quién no ha deseado decirle a la amada, en un bajón, Quiero que me trates suavemente / Te comportas de acuerdo / con lo que te dicta cada momento / Y esa inconstancia no es algo heroico / Más bien algo enfermo... en una relación única, contingente, maravillosa y sui generis. Sin embargo, Mañana es mejor paseando por Roma, Caracas, Salamanca o Jerusalén. Hosanna en el Cielo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario