IV
Cristo se encuentra con María
El evangelista Mateo no refiere en su versión este encuentro. Sólo están Jesús y Simón el Cireneo acarreando con la cruz, ello en una yunta menesterosa y proletaria. Tampoco Marcos lo alude, coincidiendo en la falta de detalles de la procesión vergonzosa del Nazareno y su escolta hacia el Golgota. En cambio, Lucas, el médico e historiador aficionado, nos dice que Cristo se topó con un grupo de mujeres todas llorosas y condolidas, sin identificarlas, a las que Él les anticipó grandes males por una nueva emboscada a los varones de Dios, legisladores despiadados de los yerros históricos de Israel. No llores por mí, Matria de los judíos, sino por ti y tu prole, porque vendrán días difíciles como la destrucción de Jerusalén por Tito el año 70 y, entre otras tribulaciones, la Shoah siglos después por el patriarcado facha de Hitler. Juan el discípulo bien amado, testigo de primera línea, cuenta que el encuentro entre María, su madre, y Jesús fue en el Golgota, estando Él ya crucificado. El Evangelio ateo del poeta Marcos Ana es bien explícito: La Madre Ana Faucha, flaca de hambres, recorre más de media España para ver a su hijo adolescente en la cárcel franquista. Se le niega ese derecho una y otra vez. Muere de inanición, melancolía y mengua en las afueras del presidio. Seguramente, María, a prudencial distancia social, seguiría el cortejo fúnebre a campo traviesa de Cristo y su escudero bajo el peso de la cruz y el calor soporífero de una Jerusalén de matriz reseca y maloliente. Desde mi cueva de Platón me fortalezco en el Matriarcado mediterráneo de mamá Augusta.
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