lunes, 12 de abril de 2021

Mi cuñada Betty. Jose Carlos De Nobrega

 

Mi cuñada BETTY con sus hijas Jorbe y Dayana más su esposo Jorge

El título de este texto pareciera de una de las cientos de novelas de Balzac en su Comedia Humana. Ayer, ella sacudió la cueva de Platón en la que vivo mi viudez. Me despertó con su bullicio vital muy temprano en la mañana de Domingo: no sólo limpió y ordenó la casa, sino que me trajo panquecas de desayuno y pasta con carne molida que de almuerzo también compartió conmigo. BETTY, al igual que mi Yudi y Yaya en su viaje eterno y juguetón, pertenece a la estirpe femenina y voluntariosa de las hijas de Blasina. Bonachona, dicharachera y bonchona, ordenó y dispuso la cueva tal como le gusta a Yudi, eso sí, respetando su condición de anarquista biblioteca. En aseándola, hablamos mucho de la familia. Incluso, ella tomó una pausa corta para llorar a sus dos hermanas. En el caso de Yudi, lamentó haber estado atrapada en el México lindo y querido de mamá Blasina, pandemia mediante, lo cual le impidió acompañarla en la partida hacia el cielo de su preferencia. Y, como si nada, conversábamos de otras cosas más simpáticas. BETTY y mis sobrinas Dayana, Jorbe y Angélica son mis ángeles de la guarda que no están de pernocta sino atendiendo a los suyos con amor, solidaridad y sumo empeño. Soy un escritor anarcoteísta y católico bien afortunado, pues los ángeles sí tienen sexo y las mejores son mujeres. No importa que BETTY me desconfigure ésta mi Cueva de Platón, porque a veces no ubico un banquito o la tabla para picar. Valga mi breve desorientación por la estela limpia, graciosa y querendona que deja después que cumple su misión doméstica. Un abrazo y un beso, mi cuñada BETTY. Sí, no lo olvido, te guardaré un ejemplar de mi historia de amor con Yudi en físico y en pdf. 

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