sábado, 24 de abril de 2021

Don Abelardo Cuadra, mi teniente sandinista. Jose Carlos De Nobrega




Estimado Don Abelardo: Esta mañana amanecí de pólvora mojada en un paredón de fusilamiento, el suyo, el histórico, y el mío, el pandémico en la Cueva de Platón. Es rejodida la pesadilla de que lo importunen en prisión a uno, reo de muerte que milita en la vida abundante que predicó el Jesús liberador, en llevándoselo al solar ensuciado por un paredón micótico, verdoso musgo e improvisado de acribillamiento. Para que el pelotón de soldados, carajitos amodorrados y lagañosos, no termine la pesadilla a plomo limpio y a discreción y se perpetúe en el terrorismo abyecto y cínico del poder fáctico de turno. 


Tengo conmigo este testimonio vivo tuyo, rodado en vídeo por nuestro querido José Fran, quien también trascendió al cielo de su afán rebelde y reivindicativo. Hace tiempo que deseo revisitarte en la pantalla de mi pequeño televisor LG. En estos días encontré en esta cueva de Platón, el equipo de VHS que me lo haga posible. Espero que el antiquísimo armatoste se encienda al primer intento como el Volkswagen escarabajo en la película de ciencia ficción de Woody Allen, "El dormilón". Me mueve esta obsesión empecinada de rescatarte en la memoria histórica de América Latina.

Cuando lo vi por vez primera, se me aceleró el corazón aventurero conmovido. Hacerte sandinista cuando ibas persiguiendo a  Augusto César Sandino uniformado de Guardia Nacional. Vivir en carne propia "la quemazón de la culpa", cuando formaste parte del complot somocista que lo asesinó. Traicionar la confidencialidad vil de la satrapía, al contar en detalle el martirio de este General de Hombres Libres. Alzarte dos veces contra el Tacho para enemistarte para siempre contra los falsos mesías milicos que han ensangrentado nuestra América y el Caribe. Compartir la prisión con el asesino serial Castañeda. Huir de la cana y vivir tu "Jodisea" libertaria sin mediaciones ni ismos esterilizantes. Brillar en la Legión del Caribe combatiendo no sólo a Somoza, sino a Chapita Trujillo y al proxeneta de Batista. Regresar años después a Nicaragua, luego del triunfo de la revolución sandinista, depuesto Tachito, a señalar dónde mataron y enterraron a Sandino y sus compañeros. 

No sé si a la mitad del documental de José Fran, ibas a confesarnos con minuciosidad dolorosa y cojonuda la quemazón de tu culpa. Te lo impidió, así nomás, con toda la entrepitura descarada del mundo, el muy baboso, fariseo y cruel ensoñador piadoso de tu hijo. Aquí rabié como no tenés idea, viejo. Esas palabras que te guardaste en corazón decepcionado y luego te llevaste a tu tumba, seguramente iban a provocar un cataclismo en la historiografía postiza y embustera de este mundo mezquino que las más de las veces es una porquería como dice el tango Cambalache. 

Me quedó en esta rabia que asoma de vez en cuando, el deseo de escribir o, mejor todavía, parafrasear en la fragilidad del lenguaje, esas palabras que contuviste para indignación de José Fran y la mía contra tu hijo envanecido y antimarxista pontífice de la clase media post petrolera.

Es verdad que tardé una generación para acometer esta empresa que te reivindique figura sandinista y memorialista de mi anti canon de la literatura latinoamericana y universal. En la semana santa o Zángana del 2018, escribí un poemario, mi primero, de más de cien coplas sobre vos contrapunteando con otro Cuadra, no presbiteriano como tú sino católico de los buenos, llamado Pablo Antonio. Lo titulé A la Pasión de Sandino, cuando buscaba hablar de tu propia Pasión sin crucifixión. En antes, escribí un muy breve relato en homenaje a vos que publiqué el año 2013 en "El Dragón Lusitano y otros relatos". Luego, parafrasee tu versión sobre Sandino en un ensayo a propósito de él, en el cual te acompaña mucha gente que lo quiso como vos: Ruben Dario, Salomón de la Selva, tu hermano Manolo, Ernesto Cardenal con quien nunca simpatizaste, el historiador Macaulay cuya biografía leíste y comentaste a borde de página, Orlando Araujo, Enriqueta Arvelo Larriva, Rafael de Nogales Mendez y José Pulido. Y en pandemia, un relato del juicio final y un par de sonetos publicados en mi blog de salmista compulsivo dos.

Todavía me quedan ganas locas por escribirte y develar el misterio. Poca gente se acuerda de vos, pero te ama con pasión libertaria y admiración devota. Cito, por supuesto, a José Francisco Jiménez, Ismael Noé, Martín Lara, el mismísimo Sergio Ramirez quien me preguntó por Víctor (perdón que te pido, viejo, y ya se me quitó la inquina), tu hermano Luciano, el periodista Eduardo Crawley y yo, este amigo e hijo que te quiere y extraña mucho, mucho. 

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