jueves, 22 de abril de 2021

Biografia de Karen 2. Jose Carlos De Nobrega

 


Hoy me comunicó mi sobrina Angélica que nuestra angelical mascota, Karen 2, una perrita mestiza blanco algodón, falleció de vieja en su casa del sur de la ciudad. Había vivido cerca de un siglo haciendo de las suyas, más virgen e impoluta que Santa Teresa de Ávila. 

Karen, nuestra florecilla de San Francisco de Asis, este miércoles 21 de abril de 2021, quizás se fuera en volandas o a trote de transbordador espacial al cielo de su preferencia junto a la abuela Yaya y a Mamá Yudi (extraño parentesco respecto a la peludita, puesto que ambas eran hermanas de sangre en el mundo de los humanos que mientan el real). 

Yo ya había escrito en mi primer blog una crónica social a propósito de sus primeros seis meses de edad, que en términos humanos vendría siendo tres años y medio. Era una sátira Baby shower canino sin apellidos oligarcas ni locaciones del jet set en Valencia de San Simeon el estilita o la de Venezuela. He aquí el link de la crónica popular y de arrabal digna de una presentación en la Iglesita de la Avenida San Juan Vianey del Municipio Valencia, Parroquia Miguel Peña.

http://salmoscompulsivos.blogspot.com/2008/08/karen-ii.html?m=1

Aclarado el pedigrí de la protagonista de esta nota anti-necrofílica, desarrollemos a continuación su biografía a modo de anecdotario en familia.

Llegada a nuestra casa antes de que fuera la Cueva de Platón

Como nuestra primera mascota, Karen 1, otra perrita mestiza entre poodle y pequinés, murió longeva en casa, mi esposa Yudi que le había tomado más cariño que a mí, su buena razón tendría, planeaba regalarme su sustituta. Luckie, la mascota de mi cuña Yajaira y mi sobrina Angélica, parió su primera camada. Por lo que las hermanas Yaya y Yudi me pusieron a elegir vía catálogo electrónico. Entre una cachorra manchada y la otra blanca, opté por la segunda no por blanca sino por loca. 

Una mañana llegó Yaya con la bola peluda alba en su mano zurda sobre un pañuelo estampado. Me enamoré de inmediato de la cachorra recién destetada. Dormía la siesta con la nueva heredera de mi virreinato proletario, hasta que ametralló con sus colmillos de leche mi montura italiana de lentes a lo Antonio Gramsci, mi intelectual comunista y orgánico favorito. Ya sospechaba que además de loca, la perrita era anarquista.

Antes de proseguir, una aclaratoria necesaria

Mis lectores, aguardando una reseña al poeta Antonio Trujillo o, por lo menos, la continuación de mis crónicas de abril lunático, se preguntarán a qué tanto jaleo con dos pulgosas que se llaman igual y se numeran como reclusas en el Cuartel San Carlos, una tras la otra. Ya les digo. No es un homenaje bestiario y poético para que el lector llore y me aplauda, sino una metáfora histórica de nuestra Matria, Venezuela. 

Ambas constituyeron los extremos abiertos de un intervalo histórico y contemporáneo. Karen 1 nació con la muerte de la cuarta y el alumbramiento de la quinta república: triunfo electoral de Chávez, la vaguada de Vargas, Constitución de la República Bolivariana, golpe del 11 y embarrada del 12 y rescate del soldado Hugo el 13 de abril de 2002. 

Mientras que Karen 2 nació con el revocatorio fallido a Chávez, la muerte del caudillo de Barinas, la sucesión de Maduro, las guarimbas, las pavadas de Pedro Carreño y Leopoldo Lopez, el bloqueo, la guerra económica, más pavadas de Ramos Allup y Pascualina Curzio y María Corina Machado, las delpinadas líricas de Winston Vallenilla y Jorge Palacios,  el reino virtual y pesetista de Guaido, otra Constituyente y el covid-19.  

Disculpen si la enumeración se parece a la canción We didn't stop the fire de Billy Joel. Cada bestiecilla ladró y mordió en el desmadre de la República Petrolera, pues. Son bellos animales con contexto histórico, después de todo.


Juventud y adultez en casa Yuca (nombre compuesto a raíz propietaria de Yudi y Carlos, sus reyes católicos venidos luego a menos con la crisis)

Karen 2 fue una niña de su casa. Entrenada por Yaya, fue muy pulcra. Tenía como baño el papel periódico reciclado que ambos leíamos juntos previamente, eso sí, para estar al día con el despropósito del mundo. No se agachaba para orinar, sino levantaba una patica trasera por razones higiénicas y coquetas. No quería ensuciarse su falda de algodón blanquísimo. 

Se mantuvo virgen toda su vida porque Yudi quería ahorrarle dolores de parto, desengaños amorosos, tetas deformadas e hipertrofiadas y no se sabe qué otra superstición bestiaria que la perjudicara. A falta de macho, bueno es el protectorado matriarcal.

Cuando me sentaba en el escalón del porche, montaba para mí su spa instintivo y reparador: Me masajeaba la espalda con su nariz fría y lengua tibiecita. Era por sí sola las aguas termales de Trincheras a domicilio, el suyo y el mío. A Yudi, en sus últimos días, le lamía la cara distendiendo su alma. Llenaba de besos sus ojos pero la mágica peludita no pudo restituirle la vista ni curarle la diabetes que nos la arrebató del mundo de los vivos y los muertos vivos.

Ambos, por nuestra constitución nerviosa y luego pacifista, odiábamos a muerte los explosivos de las fiestas navideñas y también los bombardeos quirúrgicos en Medio Oriente, especialmente en El Libano, Siria y la Franja de Gaza. 

Y tenía una percepción extrasensorial colindante con el Amor Loco del que siempre me gusta hablar. Yaya que iba a ayudarnos a Yudi y a mí en la limpieza de la casa de Bella Florida, cayó enferma de cáncer y no regresó del Hospital Carabobo, hasta que siguió a mamá Blasina y papá Enrique Marín, entre otros espíritus libertos, al Paraíso de sus ensoñaciones. Unas noches después, Karen se plantaba ante la puerta de la casa, del lado de la sala,  porque veía a Yaya como si quisiera entrar y no podía a falta de llaves. 

A raíz de mi crisis depresiva de hace tres años, que me tuvo dos fuera de casa, no la vi más bailando el rabo como Argos ante Ulises. Se la llevó Angélica a la casa donde nació, donde seguía a Yaya andando y desandando, oficiosa como siempre. Sólo la peludita la podía ver y olfatear desde su descanso eviterno al otro lado de la realidad, también muy suya. 

Después de engordar de lo lindo, dormir la siesta a pata suelta en el piso de granito y, mejor aún, casi todas las noches con Angélica en la comunidad de una cómoda cama, TV por cable y aire acondicionado, nuestra Karen decidió mudarse a la Nueva Jerusalén de nuestra memoria.

3 comentarios:

  1. Muy bello escrito tío.. en honor al mejor amigo del hombre.. o mejor dicho al que es mejor amigo que un hombre..

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  2. Así es sobrino. Mi matrimonio con Yudi, tu tía que te quería mucho, fue acompañado por estas dos perritas que se llamaban igual pero se numeraban diferente. Un abrazo!

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