viernes, 4 de diciembre de 2020

Relatos de cuando era mas joven 6. Jose Carlos De Nobrega

 

Mis ángeles de la guarda, mamá Augusta y papá José, siempre con el anarcoteista de su primogénito José Carlos

Militancia política y religiosa

A Patricia Romero, la hermana que nunca tuve y con quien comparto la misma Fe

Desde joven milité en causas pero no en partidos políticos. Soy católico no por afán institucional ni ritual, sino en correspondencia con la fe de mis padres y la teología de la liberación latinoamericana con la que simpatizaba Graham Greene, mi tutor dentre los escritores católicos como Mauriac, Papini y los místicos españoles.

Tuve un pasado juvenil evangélico y protestante. Me parece muy simpático y aleccionador que un gigante de la fe como Lutero, le tirara flatulencias o peos olorosos a azufre y embutidos al Diablo, mientras traducía los evangelios.

Estuve en el grupo Alfa y Omega del corsario protestante Bill Bright, dueño de un emporio gringo de las golosinas. Me salí y me pasé al MUEVE, Movimiento Universitario Evangélico Venezolano, pues Alfa y Omega iniciaba con la evangelización compulsiva tipo mercadotecnia, para culminar con el anticomunismo más ramplón. Nada que ver con libros liberadores como Éxodo o los cuatro evangelios.

En MUEVE la cosa era diferente, pues la profecía bíblica apuntaba al cambio social, así como también el pluralismo o saco de gatos de nuestra legión, estimulaba el intelecto y la militancia en la Fe. Éramos las ovejas negras del movimiento evangélico, pues nos la pasabamos bien de protesta en protesta, como esgrimistas o mosqueteros de Dios. MUEVE fue mi iglesia y mi escuela política paralela a la Causa R, la auténtica, la que fundó Alfredo Maneiro. Allí conocí de cerca a tres mártires de la fe como modo de vida: Martín Luther King, Gandhi y el teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer fusilado por los nazis.

Conté con la amistad de hermanos en la fe aliñada de apostasía anti católica como Ismael Noé, Enrique García Grooscors, José Francisco Jiménez, Blanca y el letón Edmundo Lazdins, Víctor Cuadra y su papá Don Abelardo (paladín de la Legión del Caribe que se opuso a dictadores latinoamericanos), el gordo Martín Lara, Rocco Nocella, Aristóbulo Chirivella, Ramón Rojas de Caracas y Pepe Perdomo. 

Fueron memorables nuestra protesta contra el tenor hipócrita o fariseo del Bicentenario de Bolívar en 1983, o el luto activo patente en la denuncia de la represión policial. La toma de la Casa de la Estrella en Valencia, Chiripero de la Cosiata que luego y gracias a Páez devino en el culto a Bolívar, nos reveló que aún no se había hecho un desagravio a su memoria y legado, pues ningún parlamento anuló los decretos que lo exiliaron en Santa Marta en la Quinta de San Pedro Alejandrino.

Con motivo del asesinato de un estudiante de la UCV La Morita por parte de la policía regional, sufrí mi primera y por los momentos única pasantía por la sórdida prisión, como dice el Arcipreste de Hita. Fui secuestrado por la inteligencia policial, valga el patético oxímoron, a los 18. Escoltado por unos bichos malas pulgas quienes me amenazaron con regalarme un par de botas... de concreto para luego ahogarme en el dique de Guataparo, arribé a la siempre siniestra comandancia de la Navas Espínola.

Sentado solo en un purgatorio de espera, de repente me levanté feliz porque José Fran y el letón me vinieron a buscar. Qué va! Los metieron en cana también porque inquirieron por mí. Los polis azules nos remitieron a la Disip con todo y pancartas, acusándonos de ser portadores de consignas subversivas. Allí no pasó gran cosa más allá de un oficial enorme y regañón que nos increpó un rato. Incluso luego de ficharnos, declaramos sin abogados por voluntad propia. Lo cual distendió a los disips quienes querían eximirse de la responsabilidad en la muerte del estudiante, lo cual era cierto. Ruleteo policial y síndrome de Estocolmo a la inversa, porque los del uniforme negro y ocupantes de los Malibu Classic amarillos se identificaron con estos tres evangélicos subversivos. 

Por peripecias de la maestra vida, nos remitieron de nuevo a la Navas Espínola porque en la Disip no podían tenernos recluidos. Lo cual nos inquietó. Sin embargo, al entregarnos a un policía gordinflón, los dos disips le advirtieron que nos ingresaran con la gente buena y no con los buitres. Y que si nos hacían un rasguño, se las verían con ellos dos, un par de ángeles de la guardia vestidos de negro y armados de automáticas. Conciencia de Clase o Piedad cristiana? Quién sabe pero la amenaza surtió efecto.

Luego fue atravesar ese siniestro pasillo hacia las sucias celdas. Primero José Fran  con el coraje de Camilo Torres, luego el letón cara pálida por el miedo a los buitres que lo amenazaban con sodomizarlo. Cuando recorrí esta macabra pasarela, se me ocurrió caminar como Pedro Navaja hijueputeando a los muy hijos de Sodoma y Gomorra.

Dormimos el letón y yo con la camisa en la nariz dado el aroma nauseabundo del lugar, mientras José Fran lo hacía plácidamente. Con nosotros estaba Avelino, un muy llorón portugués consolado por sus compañeros de infortunio muy piadosos. Al día siguiente, luego de la inútil limpieza de excrementos y orines del cautiverio y de mi llanto rabioso y claustrofóbico, nos sacaron de una cana para nada agradable, gracias a los oficios de un penalista amigo de Víctor. 

A mi mamá Augusta le espantó no tanto mi presidio, sino que fuera fichado policialmente. Años después, en 1989, año del Caracazo, mi vieja se alivió porque la policía no fue a buscar al anarcoteista de su primogénito. Según Aristóbulo, la mano de Dios traspapeló las fichas de sus tres profetas de bolsillo pero muy amados por Él, ello en su infinito afecto y su divina sabiduría.

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