miércoles, 2 de diciembre de 2020

Relatos de cuando era mas joven 2. Jose Carlos De Nobrega

Mi mamá Augusta con papá, mi hermano Avelino y yo




Uno de los favoritos del Doctor Tellez Carrasco, Fray Luis de León visto por Sol Linares

El día en que Pedro y yo estuvimos a punto de cambiar de dioses tutelares

 El papá de Pedro, el Doctor Pedro Tellez Carrasco, fundador del Psiquiátrico de Barbula y de su familia en Valencia junto a Teresa, fue un madrileño que siempre me simpatizó pese a su trato en apariencia tosco. 

Mi mamá Augusta, la portuguesa Fernanda, además de ex novicia y sargento riguroso en casa, fue jefe de cajeras en el Central Maiderense de la avenida Bolívar y en Naguanagua de la Gran Valencia de San Desiderio.

Ambos nunca supieron que estuvieron a punto de tener hijo nuevo por cambalache. Un día le reclamé a Pedro que tratara mejor a su viejo que, si bien católico devoto, le deparo una educación harto liberal dentro de los cánones de la psiquiatría moderna. El hijo díscolo no dio su brazo a torcer, por lo que le propuse un intercambio. Que él se fuera a vivir con mi vieja salazarista y yo en la miel del trato consentidor del Doctor Tellez.

Evidentemente, yo tenía la partida ganada. Mientras yo merendaba con el viejo sandwiches de jamón y queso viendo una de las viejas de Cantinflas, la revolución de los claveles de Pedrito se estrellaría con la severidad matriarcal de Augusta.

Pedro, como el eximio jugador de ajedrez que es, ni de vaina se lo pensó para rechazar de plano mi osada propuesta. Él sabía que con mi mamá no se jugaba ni que fuera el otoño de la matriarca, tal era su implacable gestión de poder familiar.

Años después murió primero Augusta y mucho tiempo después el Doctor Tellez Carrasco. Yo escribiría a mamá en un cuento del Dragón Lusitano que me costaría leer en público por la dificultad de contener las lágrimas. Pedro escribió de su papá en el precioso y conmovedor texto, La otra mitad, que cierra uno de sus libros de ensayo. Yo vi a mi buen amigo de madrugada en Año Nuevo, durmiendo tiernamente al lado del ataúd de su padre, mientras esperábamos a su hermano Javier el artista plástico.

Qué vaina, cada quien amaba a su mamá cajera y a su papá loquero con ímpetu extraño pero entrañable.



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