Mi comadre Mayolis Tarazona con sus hijos Luis Fernando y Andrea
En la entrada anterior había escrito un lapidario título como la tablita que Pilatos le puso a la cruz de Cristo: Las madres castradoras no son como las pintan. Sin embargo, hay madres heroínas muy bien pintadas en la poesía y las artes visuales. En cine, por ejemplo, nos conmovió "Roma" la madre de Adolfo Aristarain que vendió su amado piano para que su hijo huyera de la represión brutal de la Argentina de los milicos, obteniendo refugio en una España del destape post franquista. No recuerdan a las Abuelas de Plaza Mayo, encabezadas por la bella abuela Carlotto y la aguerrida Hebe de Bonaffini?
Por supuesto, conozco heroínas madres que con su amor incondicional colindan con el milagro, el misterio gozoso y la autoridad ética de verdad. Tengo dos ejemplos, una poeta y artista visual, menuda y bonita, que doblegó a Pedro Páramo, el patriarca latinoamericano por excelencia, con poemas y fotografías en que con coraje estudió y superó su dolor. Y la única musa que escribe poemas que escuchan hechizados los colibríes de Venezuela sin cansarse de aletear en eterna suspensión detenida, amén de todos los muertos de la Segunda República y del exilio español que se la llevó consigo a Caracas y el resto del continente.
Hoy me toca hablar de mi comadre Mayolis Tarazona, madre de Andrea y Luis Fernando. Es también bajita, rellenita y de un rostro bellísimo como el de las Vírgenes pintadas por Giotto o las muy guapas y robustas musas de Rubens y Botero el gran artista colombiano. Casi siempre le sonríe a la Comedia, trágica o cómica, de esta vida con una impunidad que denota una rebeldía e irreverencia envuelta en dulce miel y terso terciopelo. Es bullente y muy echadita palante como esa silenciosa constelación femenina, omnipresente y tachonada de luces de muchas de nuestras heroínas dentro y fuera de la patria de Bolívar o la Matria de la poeta Enriqueta Arvelo Larriva. Ella enviudó del compadre Fernando y ahora vive su idilio adolescente con Robert, un buen hombre que la quiere. No obstante el desmadre de la república petrolera, cuyas migajas nos dan y nos quitan a cada rato y desde 1983, así como el despropósito despiadado del resto del mundo, Mayolis comparte su muy modesta prosperidad con familiares y vecinos sin incomodarse nunca. Yo he sido beneficiario agradecido de su humanismo, tanto en la boca que ella alimenta casi todos los mediodías, como en el oído cómplice que recibe con atención mis alegrías y tristezas.
Hoy fui testigo gratificado de otro de sus milagros, desconocidos por la mayoría porque no los cacarea, que le dan un sentido poético y delicioso a (mi) la Vida. Pese a que su hermana Yulimar está grave de salud, recluida en el Hospital Central, sin si quiera haber dormido por haberla cuidado desde ayer, ella mi pequeña heroína que se asoma con mi almuerzo, ese poema sabroso con que cada día me sostiene y me repone peso y masa muscular. Me tendió el plato con la sonrisa más bella del mundo, su procesión vital por dentro, el día del Señor 20 de enero del año de la pandemia 2020-2021. Parafraseando a la poeta Raquel Unibe Santeliz, la balada contra el miedo numerada 24, ella nos despierta y alegra el día endurecido porque encarna en tan pequeño y rellenito cuerpo la existencia plena y palpable de Dios.
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