Da Vinci, Retrato de Beatriz D'este
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Beatriz vuelve a la casa de su Alma,
Luego de dejar Cielo en la Cueva
De Platón, quien le agradece la calma
De su mirar de lámpara que renueva
Esperanzas de hasta diez mil doncellas
Que velan por su Poeta y buen Señor.
Manso óvalo que las espejea a ellas,
Así la creó Él, faz de más digno loor,
Do sostenido en vivaz simetría
De dos fuentes redondas y nutricias
De leche que calientan la sinfonía
De Alma en cadencia y melodías propicias.
Elogio elíptico de grácil curva pía,
Ojos pardinegros de Amor albricias.
Conversaba con Drummond de Andrade,
El poeta manicurista mayor que Leonardo,
Quien dibujó manos de solar jade,
Verdes, dulzor pemón que de ti guardo.
Mi tocayo Carlos se abismó muy trémulo
Ante ígnea profundidad lineal
De tu mano, ponzoña que tan émulo
Le describía mi entusiasmo boreal.
Él que cantó al oro y el sucio de manos
Dadas y maliciosas, se rindió
A la evidencia de dedos humanos,
Delgadez tuya que generosa dio
Miel laboriosa que nos hizo hermanos
De tierra y arte en savia que nos ardió.
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