Las teorías conspirativas no sólo son maneras sonsas y confortables para explicar las complejidades del mundo, sino instrumentos ideologicos para solapar y ocultar las verdaderas conspiraciones que nos resecan y hacen infelices como humanidad que las sufre así nomás. Van de lo macro a lo micro. Apuntalan no sólo el corazón entenebrecido de las sociedades sino de cada individuo. Tenemos la solución final nazi y también la superstición en torno a las mujeres pelirrojas (Julianne Moore sigue siendo angelical referente erótico de nuestro imaginario), o que un gato sobre una peinadora signifique que nuestra poeta amiga rinda culto a Satán en una revisita medieval.
Estas teorías descocadas, aunque muy risibles (el mito del súper hombre ario, el anticomunismo, o el de la superioridad racial blanca y anglosajona), han llevado al martirologio universal a varios de nuestros gigantes culturales: Gandhi, Martín Luther King, Dietrich Bonhoeffer, Roque Dalton, Monseñor Romero, Sandino, Rosa de Luxemburgo (la verdadera, no el guiñapo funerario), las rosas en la guerra civil española, García Lorca o Copernico. Asimismo ha barrido con pueblos enteros, desde los hijos del cartaginés ANIBAL, el ejército liberador de Espartaco, pasando por judíos, gitanos, haitianos y más recientemente camboyanos no gratos a Pol Pot, palestinos y tribus africanas.
Siempre estará dispuesta la villanía para desatar su felonía, ignorancia y depredación territorial: Emperadores romanos abyectos, cruzados medievales, separatistas de toda mala pelambre, el Kmer Rouge, Idi Amin, los ejércitos norteamericanos de ocupación, la Thacher y los gurkas, el fascismo (lo cual incluye revolucionarios fachos y gachos), y pare usted de contar. La cultura entre machista y misógina en toda su saña malhablada y peor desplegada en la práctica.
Entonces, no culpes a un imperio hiperrealista ni a los anarquistas de tus desgracias particulares, para arremeter contra tu prójimo diferente. No bailes al son que te toque la propaganda. Recuerdo que en un semanario cultural progresista de izquierda, se tildaba la música de Mahler de facha o fascistoide, cuando el compositor murió muchos años antes del ascenso de Hitler en Alemania.
Preparate más bien para que no caigas en la telaraña pestilente de los medios y las redes sociales. No nos imaginamos que las verdaderas sociedades de cómplices nos roen las extrañas sin que nos demos cuenta.
No se asusten pues con el nada grato y hediondo ropavejero que en su saco de gatos se llevará a los niños que se portan mal. No, por el contrario, afinen la mirada a la impoluta clase politicastra, burocrática y emprendedora que viste trajes Armani y aroma lo mejor de la perfumería y los afeites de las tiendas de la quinta avenida de NYC. Desde esa bonita acera, nos ametrallan a mansalva como los helicópteros Black Hawk.
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