En estos días los medios han insistido con dos historias: las del grupo Menudo, producto comercial para adolescentes de los 80 en adelante; y la de Phill Collins y Genesis, la superbanda de rock sinfónico de nuestra preferencia. Como se ve no importa ni el qué ni el quién a la hora de inflar el mercado mediático.
Ahora resulta que preocupa a la mediática banal el abuso que sufrieron muchos de los integrantes de Menudo cuando niños y adolescentes. Se sabía para entonces que la fabrica de ídolos juveniles y música idiota, no solo los explotaba laboralmente sino sexualmente. En El Nacional de aquel entonces, se reportaba que a los primeros de sus integrantes se les abultaba la entrepierna con papel higiénico para el morbo de chicas incautas e histéricas. Se utiliza también la problemática de las drogas de la segunda camada de estrellas artificiales. A cuenta de qué esta repentina preocupación por estos niños y adolescentes víctimas de la máquina de hacer longaniza humana? A las niñas explotadas sexualmente en todo el mundo, debido a su anonimato sufriente, ni se les dedican espacios solidarios en los grandes medios, por ejemplo. La respuesta no es más que la promoción velada de una serie amarillista de TV, que desde ya tiene un mercado cautivo. Desde las fans puberes que hoy tienen 50 años, hasta los que padecen paidofilia y se masturbaran en la oscuridad de habitaciones inhóspitas.
Respecto a Phill Collins, importa más sacarle su tajada a expensas de sus tragedias familiares y no destacar el legado musical de Génesis, indiscutible por demás, en la historia de la música rock. Por ejemplo, considerar la bifurcación en el devenir de la banda a partir del retiro voluntario de Peter Gabriel. Génesis tuvo la consistencia musical para ofrecer a los melómanos obras valiosas y diversas como A trick of the tail, Wind and Wuthering, Three sides live o We cannot dance, por ejemplo.
A la mediática esterilizante de hoy, no le interesa ponderar los hitos de la cultura, ni las grandes entrevistas de Oriana Fallaci. Trata todos los temas con un irrespeto, una indolencia y una banalidad de campeonato. Qué ha sido, por ejemplo, de los grandes reportajes del Gabo, Michael Herr o John Reed, puntales de un periodismo de raza? Mientras descubramos otras nuevas voces, que las hay, releamos a estos grandes del periodismo y la escritura universal. No nos demos por vencido, menos aún con estos nuevos instrumentos electrónicos. A aguar la fiesta de las transnacionales de la información y a las redes que estimulan la idiotez tan peligrosa y destructiva.
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