La foto corresponde al sepelio de papá
Ahora, china, pasemos a contar unas cuantas historias sobre papá José do Nascimento, a quien conocí poco porque se nos fue cuando éramos chicos que no llegábamos a los ocho años.
Uno
Mi viejo fue muy amado por la gente de La Pastora, Caracas, pues regentaba con suma afabilidad y don de gente su negocio, el bar restaurante Londres en la primera esquina de Sabana del Blanco. Conoció a mamá aquí en la capital de Venezuela, donde se enamoraron y casaron. A mi padre podías pedirle plata prestada, crédito y el teléfono hasta inflarle la cuenta. Sólo que cuando tenía unos tragos encima, te cobraba todos los favores concedidos bueno y sano. Se ponía malicioso, desconfiado y algo cínico. Pero rascado o curdo tampoco le hacia mal a nadie. Por eso su asesinato conmovió a La Pastora y Sabana del Blanco. La gente llevó sus restos mortales en brazos de amigos desde la casa hasta pasar el puente El Guanabano. Cuando el cortejo pasó frente al negocio del italiano que presuntamente lo asesinó, los vecinos golpeaban con violencia la puerta diciendo asesino, asesino, ven a ver al buen hombre que mataste, a su viuda y sus tres críos. La voz del pueblo, si no es de Dios, pertenece al mundo de la justicia más poética. Ya lo escribía el poeta Luis de Camoens, Oh, quien tanto pudiese que hartase / Este mi duro genio de venganzas!
Dos
Mamá Augusta siempre dijo cosas maravillosas de su marido, papá José. Hablaba siempre de su laboriosidad que iba de las 4 o 5 am hasta la medianoche. Ponderaba especialmente lo muy aseado que él era. No todos los musius huelen a cebollin, ajo o pan rancio. Tampoco todos los portugueses son adalides de lo que llamaba alguien "cultura del lupanar", cuando el muy hipócrita hablante era cliente asiduo en ese mercado de la carne femenina explotada. Hay también intolerancia nativa para con el inmigrante europeo. Mi padre no era ningún explotador de trabajadores formales ni informales como ficheras y prostitutas. Papá confiaba ciegamente en mamá tanto en la fidelidad de esposa, como en la crianza de nosotros tres y la mayordomía de la casa.
Sólo hay dos cosas negativas en apariencia. Lo fastidioso y terco que él se ponía cuando bebía, y la torpe y para nada romantica propuesta de matrimonio a mamá Augusta. Respecto a la mala bebida, una vez habíamos ido de paseo a La Guaira con Chucho, amigo de la familia que muchas veces nos atendió como chofer. Era muy tarde, cuando mi vieja le pidió que regresáramos a Caracas, pues ella y los tres pequeños estábamos cansados. Como siguió en su fiesta con sus compadres, mamá nos montó en el carro de Chucho y se regresó a la capital sin su marido. Al día siguiente no hubo lío y continuó la rutina familiar como si nada.
Lo de la propuesta matrimonial tampoco era para tanto jaleo. Mi papá José do Nascimento le pidió a Augusta que se casaran por la Iglesia. Cuando ella le preguntó en dónde iban a vivir, él respondió en una de las habitaciones para inquilinos que se encontraban al fondo del bar restaurante. Por supuesto, la novia se negó: o le daba una casa propia o no había casorio. A lo que el novio enojado le contestó que si quería una habitación en el Caracas Hilton. Como la vivaz joven le dijo que sí al Hilton, a mi viejo no le quedó otra que comprarle una casa a una cuadra del negocio. Allí vivimos lo mejor de la infancia hasta que su muerte nos hizo dirigir la nave de la viudez materna a Valencia.
Tres
Recuerdo un par de cosas respecto a mi convivencia con papá Jose do Nascimento. Una muy agradable y la otra no tanto. La no tan afable se refiere a que cuando mi viejo estaba bebido, me sentaba a su lado y me recordaba que como el hijo mayor tenía la responsabilidad de cuidar a mamá y a mis dos hermanos cuando él faltara. La cosa me daba miedo por la severidad y las muchas veces con que me lo decía. Y el miedo me hacía llorar de chico, por eso me apodaba mi primo de Valencia como el oso miedoso. Resulta que este primate triunfó en la política universitaria y no precisamente por valiente (en unas elecciones estudiantiles a punto de ser saboteadas por los adecos a punta de pistolas, el muy gordo estaba llorando de pánico escondido en un baño de mujeres). Perdón, mi muy señora madre y poeta, Prosigamos con papá que fue mejor persona.
La más grata es cuando veíamos la televisión en la sala de la casa. Una vez nos morimos de la risa con la comiquita de Meteoro y su carro Mac 5. La carrera se tomó como pretexto para que la villanía viniera a contrabandear diamantes dentro de unas piñas. Los dos repetíamos el loco estribillo de Pasame la piña, Pasame la piña!, a ver si conseguíamos un diamante grande. Tiempo después Velamos su cuerpo en la sala y el televisor estaba vestido con un muy verde sudario. Era a finales de julio de 1972. Treinta años después, mi mamá Augusta moriría de cáncer en Valencia. Por lo que a ambos les debo mi vida de escritor y salmista compulsivo. Todo sobre mis viejos cabrá en una novela por venir, china mía, y tú mi bien serás la primera lectora.
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