miércoles, 29 de diciembre de 2021

Patricia Highsmith: Dos novelas a por su centenario (2)

 

Patricia Highsmith: Dos novelas a propósito de su centenario (2)


José Carlos De Nóbrega

El Amigo Americano (1977) de Win Wenders me movió a leer a Patricia Highsmith. Es la adaptación de su novela El Juego de Ripley que hace una saga estupenda con El Talentoso Míster Ripley, llevada al cine por Claude Autant-Lara y Frank Darabont. En la segunda entrega novelística de ese personaje inolvidable que es Tom Ripley, se desarrolla el tema de las redes del crimen y la sociedad cómplice entre Tom y Jonathan Trevanny. El primero un criminal redomado y el segundo un ciudadano común promedio. No es igual que la dupla entre Charles Anthonny Bruno y Guy Hines, quienes intercambian asesinatos en función de sus muy odiadas piedras en el camino. Fue una broma pesada de Tom recomendar a Jonathan como sicario atípico al también criminal Reeves Minot, todo porque ambos no se caían bien en ese primer encuentro en casa de Jon. 

Si bien el discurso persiste en el realismo, hay un tratamiento expresionista y post-romántico del paisaje interiorizado. Prevalece la oscuridad, lo lóbrego y el recoveco psicológico. Se establece un puente aterrador como el de Munch en El Grito. Jonathan, el ciudadano ejemplar, pobre, modesto y desprovisto de avaricia, es conducido a la centrípeta abyecta del asesinato por el dinero y la agudización de su leucemia. 

El psicologismo y la duda moral son factores esenciales del discurso policial hiperrealista de Patricia Highsmith. Excede como acostumbra la resolución de los casos de homicidio a granel que involucran a Tom y a Jon. Los monólogos interiores y los diálogos endurecidos, están preñados u oscilan entre el existencialismo y el nihilismo sin que la autora lo oculte o lo solape de manera exhibicionista. Es el espíritu del siglo XX marcado por la segunda y larga posguerra. 

El asesinato, además de ser una de las Bellas Artes según De Quincey, se asimila a la Tentación de Cristo que equivale a una poética de la seducción. El vínculo solidario, equívoco y de hermandad entre Tom y Jonathan, se estrecha en el asesinato del mafioso italiano en el tren de Hamburgo a Estrasburgo. Jonathan, más allá del miedo, el bien y el mal, acude al pedido de Tom para defender su casa asediada por otro par de matones italianos. Luego, Simone, la mujer de Jon, pese al odio que le profesa a Tom, se deja seducir por este talento violento que se despacha a otros dos gamberros en una coreografía macabra en casa de los Trevanny.

El dinero que Jon obtiene de Reeves Minot, circula de forma tan pervertida como lo describen El Capital de Marx o la novela penitenciaria de Dostoyevski, Recuerdos de la Casa de los Muertos. Es enzima o catalizador que dispara el instinto depredador de un buen ciudadano anónimo. No se trata de una cita al Súper Hombre nietzscheano, sino de una contrapropuesta de antihéroes y out siders bajo la sombra envilecedora de la sociedad occidental. Jonathan recibe la bala dirigida a Tom en un sacrificio ritual en la cruz, que también involucró a Simone y su hijo Georges. 

Al final, el escupitajo de odio de Simone que falló la humanidad de Tom, sumado a su afán no delator, mezclaba el miedo y un afecto cómplice entre ambos, sazonados de una extraña pulsión erótica sin par en la literatura policial. "Pensó que Simone se sentía un poquito avergonzada de sí misma. En eso era igual que gran parte del resto del mundo. Tom presintió que, de hecho, la conciencia de Simone estaría más tranquila que la de su esposo, de seguir él con vida". No sorprende, pues, que la adaptación de Wenders resultara un film en homenaje dialéctico al cine negro y la novela policial de los cuales proviene hijo rozagante provisto de muy buena leche no obstante lo turbio del agua amniótica.

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