domingo, 26 de diciembre de 2021

Soy ñangara

 

Soy ñángara todavía
A 30 años de la disolución de la Unión Soviética
José Carlos De Nóbrega

A Pedro, Ania y sus tres hijos, mi familia bermelha

Me decidí a escribir una crónica antes que un sesudo ensayo histórico que falle adversar la banalidad efeméride. Un soneto reciente me movió a ello. Ser ñángara es terquedad en asumirse enfermo y para médico en tiempos de Cristo. Los que se dicen sanos, impolutos y voces autorizadas farisaicas no tienen cupo en el Hospital General y la Colonia Psiquiátrica que fundó Jesús en Judea. Obvio, pues son sepulcros blanqueados en la despiadada metáfora viva del poeta nazareno.

La Poesía y la Historia no dejan monigotes ni zombis sin cabeza. Si cayó la Unión Soviética, no fue para que el gran relato de la revolución muriera a expensas del fin de la Historia, sino para que reinsurgiera intentando que la Humanidad más sufriente lo aprendiera y lo asimilara con entusiasmo y demoníaca lucidez. Se abomina de la revolución proletaria a costillas de un modelo de economía de mercado que sólo funciona en la especulación teorética. Von Hayek y Friedman descreen hasta de la democracia representativa burguesa, pues la cosa funcionó ejemplarmente en el totalitarismo de Pinochet. 

George Orwell abjuró del fascismo en 1984 y del estalinismo en Rebelión en la Granja, ambas novelas de política ficción inobjetables. El escritor inglés lo supo bien porque participó en las Brigadas Internacionales en defensa de la Segunda República Española, revolución traicionada desde adentro por Stalin y atacada por los fachas en el bombardeo a Guernica. El Ejército Rojo llegó y liberó a Berlín, incluso masacrando civiles y violando mujeres alemanas en el desmadre de la guerra. Curzio Malaparte en La Piel refiere los abusos que los soldados y oficiales norteamericanos cometieron en Italia, al igual que en un territorio sin ley como las bases gringas hoy en Colombia, donde sus colegas israelíes toman vacaciones macabras.

Se condenan las purgas estalinistas en el PC y el magnicidio a Trotsky. Sólo que en mucho menos tiempo se asesinaron en Estados Unidos a los dos hermanos Kennedy, a Martín Luther King y a Malcolm X. El FBI de Hoover era más poderoso e impune que la tan temida KGB y la Policía Política de la RDA. Gorbachov con el rabo entre las piernas retiró al desmadrado y derrotado Ejército soviético de Afganistán. Veinte años después Rambo y los marines lo hicieron peor, pues creció la producción de opio afgano y cayendo y corriendo le dejaron muchas armas a los Talibanes tan hoscos. 

La crisis de los misiles, luego del desbarrancadero de Bahía de Cochinos, fue satirizada en una gran novela de Graham Greene, Nuestro Hombre en La Habana. La guerra fría, como dice reiteradamente el capitán Segura, no es para nada bonita por muy peripatética que sea. Fidel Castro Ruz sufre mil atentados fallidos y Cuba resiste un bloqueo económico de más de medio siglo sin que caiga el socialismo. El affaire Heberto Padilla fue un error político, pero lo de Armando Valladares un bluff made in Miami. Luis Posada Carriles hace explotar el avión con deportistas cubanos y mata tigres torturando en Venezuela y Centroamérica, siendo el obscuro santón de la diáspora cubana. Quién es terrorista y quién no. 




El muro de Berlín cae en el otoño de 1989, mientras que en Caracas los desposeídos sacuden a los Chicago's Boys saqueando comercios y antros de especulación y acaparamiento de alimentos. Avergonzado Carlos Andrés Pérez por la anarquía que cogió fuera de base a la derecha y a la izquierda, se enmudece con los disturbios raciales de Los Ángeles por el caso de represión policial racista a Rodney King. Mientras en el siglo XXI aún asesinan los policías blancos a la ciudadanía afroamericana en toda la Unión norteamericana, Trump alienta una toma fallida del Capitolio y fracasa un golpe de estado. Entretanto las sanciones estragan el gobierno paralelo del Guiado en escándalos de corrupción, empero apuntalan el constitucional de un Maduro que en 2015 estaba contra las cuerdas.

No me simpatizó nunca el papa polaco y verraco Juan Pablo II en su pastoral conservadora e invasiva en Polonia y el resto del Báltico. Desoyó a Monseñor Romero, ignorando a profesores universitarios jesuitas ametrallados y monjas violadas y asesinadas en El Salvador. Regañó al poeta Ernesto Cardenal en Managua como si se tratara de un episodio truculento de Dinastía y, peor aún, no investigó ni corrigió la corruptela del Banco Vaticano así como tampoco los casos de pederastia de curas y arzobispos en todo el mundo, en especial en el Arzobispado de Boston. Me quedo con Juan XXIII y Paulo VI que Concilio a Concilio facilitaron reformas históricas en el catolicismo y nos permitieron conocer la Teología de la Liberación no sólo del puño y la letra de Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y Paulo Freire, sino hallarla en el Evangelio de Amor y Libertad de Jesucristo.

En esta Pandemia en el marco de la revisita de la Guerra Fría en Café o Carajillo entre tres, me ratifico ñángara y anarco teísta en Dios Trino Liberador para nada anticomunista con la uña en el rabo. 


Mi mamá Augusta no era comunista. Una vez me dijo que no había criado hijos comunistas ni comodistas. Recuerdo que estando sus tres críos muy chicos, compartimos el film de antinazismo edulcorante La Novicia Rebelde, la épica musical de los Von Clap. Me gustaría que viera conmigo tres más: Good Bye Lenin, el canto a la madre muy hermoso en donde el hijo simula el triunfo del comunismo soviético pese a la caída real del muro de Berlín, para que mamá comunista muriera en paz proletaria pro-soviética; la épica amorosa antisoviética del Doctor Zhivago de David Lean; y Capitanes de Abril de María de Medeiros donde una niña se enamora del Capitán Maya en la Revolución de los Claveles que terminó con la dictadura facha de Salazar. Así se regocijaría con la oveja ñángara que soy y que se mueve entre las dulces y amargas espinas de la contradicción en la Corona de Cristo crucificado. Quizás ella me amaría más como su poema acogido en su regazo.

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