miércoles, 12 de enero de 2022

Melanctha el tratado de Amor de Gertrude Stein (y 2)

 


Melanctha el tratado del Amor atípico de Gertrude Stein (y 2)


El segundo magisterio corresponde al médico mulato Jefferson Campbell con quien Melanctha tiene un idilio que ocupa gran parte de la novela. Éste, al inicio, estaba más interesado por Jane que por la protagonista afroamericana de belleza amarilla. Él, dentro de su cultura y su ética, era reformista y a la vez conservador en el contexto histórico social de Estados Unidos en el Alba del siglo XX. Jeff encarna lo apolíneo y Melanctha lo dionisíaco en un diálogo amoroso paradójico. El amorío se enciende durante la enfermedad crónica de "Mis" Herbert, la madre de la protagonista y hasta el momento personalidad suave diluida en un accionar gris y lánguido. Esta pareja de amantes en desarrollo, intiman en las escaleras en conversa de opuestos que se atraen o, mejor todavía, se vinculan en un espacio de la casa tanatorio donde se funden y astillan el tiempo real y el imaginario. La problemática del Amor verdadero va deviniendo en Amor Loco surrealista sugerido, una década antes del movimiento de Bretón, Aragon y Buñuel. Para este Adán mulato, sólo cabían dos tipos de Amor, el familiar y social muy conservador, y el fisiológico en el coito sexual. Mientras que para Eva el Amor era uno solo enclavado en el riesgo lúdico en pos de nuevas y embriagantes emociones. La clave de este vínculo entre tierno y escabroso estriba en que el Hombre halla una maestra empoderada durante su proceso de educación sentimental, ello teniendo Stein como referentes a Flaubert en la literatura y a Cezanne en la pintura.

Se nos antoja este Amor atípico, contingente y paradójico la lucha de Jacob y el Ángel al Alba. Melanctha internaliza el poder seductor y apolíneo de Jeff como fluencia de río del Sur. La repetición anafórica no sólo le imprime a la prosa de cadencia fauvista, sino también la estructura de un discurso apasionado e infantil en base a fijaciones y pulsiones diversas. Jeff es seducido por la ráfaga erótica y lúcida de Melanctha, siendo sacudido su mundo política y existencialmente correcto por la incertidumbre. Él se debate entre el Amor auténtico y desbocado, y el juego demoníaco de una sociópata. He allí la tensión soberbia del drama amoroso. La estructuración de este vínculo es sinfónica: La agonía de "Mis" Herbert, su respiración entrecortada en andante y adagio, se desarrolla paralela al allegro in crescendo del amor entre Jeff y Melanctha. La muerte de la Madre apuntala a este par de amantes de fábula.

Se extravía Jeff en su celopatía y su inseguridad, pues se alternaban dos Melanctha, como la Conchita modosa y su antípoda española licenciosa en el film "Ese obscuro objeto del deseo" de Luis Buñuel. Melanctha se le antoja al doctor una deidad bifronte, la púber tierna y dulce, y la devoradora de hombres por demás vagabunda. Él desoye a la ciencia y a la poesía que ennoblecen a la Humanidad. Hembras y varones son legiones de almas en coral polifónica unas veces armónicas y otras atonales. El peso del deber ser y el prestigio social va minando el Amor que aprendió y obtuvo Jeff de una muy generosa y sufrida Melanctha. La anáfora que es factor musical primordial de la escritura imposta el tiempo cíclico o tiovivo del Amor entre el entusiasmo pasionario y el hastío sazonado de culpabilidad inducida. El suplicio revisitado de Job que se encarna en Jeff constituye la insoportable tensión entre el Amor sin filtros, la honestidad despiadada y el evitar lastimarla a Ella de modo sadomasoquista. La disyunción de los tiempos reales y soñados, imaginados y delirantes, está conjugado en un presente continuo urticante, "Siempre ahora nunca", una construcción adverbial sutil pero contundente.

Para desdicha de la ficción y del afán empático lector, Melanctha es víctima del Amor envilecido en las relaciones disfuncionales de Poder que roen lo macro social y lo micro íntimo: No hay alternativa de liberación posible, sólo Amos cruentos y sumisos sin domingo de resurrección. Tanto Rose, la afroamericana vulgar, honesta y madre sustituta represiva, como el ludópata Jem en su falta de solidaridad, arrojan a nuestra muy triturada protagonista en la calzada y su caudal predatorio de aguas putrefactas. La dependencia emocional compulsiva con la que Ella se hace daño, boicotea la libertad difícil pero posible  y la sumerge en el Hades con que nos aterran los aparatos ideológicos del Estado y también entre nosotros mismos, esclavos asalariados e hipotecados en espíritu.

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