domingo, 2 de enero de 2022

Carta de amor y compromiso a Susan Sontag

 


CARTA DE AMOR Y COMPROMISO A SUSAN SONTAG

José Carlos De Nóbrega

A Ingrid Chicote quien no me cela de Susan y permanece en su afecto por mí

Es la tarea del escritor representar las realidades: las realidades abyectas y las realidades del éxtasis. Susan Sontag: La Conciencia de las Palabras.

Valencia, lunes 9 de mayo de 2016.

     Amantísima Susan: Un saludo solidario para ti y los tuyos, muertos y vivos. En especial, dale un abrazo a tu hijo David de nuestra parte. A nuestro lado está Laura Antillano, una de nuestras amigas escritoras consentidas, quien aprovecha el impulso de saludarte con mucho afecto y alegría. Me mueve escribirte para expresar mi agradecimiento como devoto y cómplice lector de tu obra ensayística. Libros como Contra la Interpretación (1966), Sobre la fotografía (1977), La Enfermedad y sus Metáforas (1979), Cuestión de Énfasis (2001) y el póstumo Al mismo tiempo (2007) son revisitados por nosotros con suma frecuencia en un espíritu entusiasta, dialógico y rebelde. Sin duda, tú formas parte esencial de nuestro Canon contingente, diverso y polifónico que excede lo políticamente correcto. Como sabrás y lo habías previsto con anticipación profética [enclavada en tu apreciación crítica], la presidencia de tu país será disputada por unos muy cuestionables candidatos como Hillary Clinton y Donald Trump, de donde los adjetivos o estandartes “demócrata” y “republicano” son sinónimos de despropósito predatorio y esterilidad discursiva. Barack Obama saldrá pronto de la Casa Blanca por la puerta trasera que conduce a la decepción, el doble discurso y la frustración de las expectativas que generó en el inicio de su gestión. Nuestra América Latina atraviesa momentos delicados de incertidumbre e inestabilidad política y económica. Como habías ponderado años atrás, el Imperialismo norteamericano no es producto de la contra-propaganda de izquierda, ni mucho menos una teoría conspirativa que solape la falta de previsión y la ineficiencia de nuestros propios gobiernos, sino un aparataje ideológico, institucional y militar presuntuoso y arrogante que se abroga un derecho providencial para sojuzgar al resto del mundo. 

     Elogiamos desde aquí y ahora la transparencia e inmediatez de tu discurso ensayístico, no en balde la profundidad conceptual, el cariz crítico auténtico y la elegancia estética que también lo caracterizan. Eres, como lo dice Alejandro Rossi, una ensayista de raza que no apela a las pegajosas y escurridizas acrobacias esteticistas, ni tampoco al ruido alienante, distractor y unidimensional de la propaganda ideológica que es en sí misma falsa conciencia. Al igual que tu admirado amigo Elías Canetti, no has eludido una reflexión sentida sobre la literatura como instrumento artístico y díscolo que confronta los vicios del contexto histórico de su realización. La contradicción es la esencia misma del oficio literario, tal como lo dijiste en el discurso de aceptación del Premio Jerusalén por la Libertad del Individuo en la Sociedad: “Me parece que toda explicación única de la literatura no es cierta, es decir, es reductora; meramente polémica. Para hablar con veracidad de la literatura es necesario expresarse con paradojas”. 

     Tienes una inigualable y apasionada conciencia del oficio literario, sobre todo en el  marco poco alentador de hoy que pareciera decretar el cierre del mundo por derribo [¿entonamos juntos la canción alusiva de Sabina?]. Por tal razón, la lucidez de la escritura nos impele a lamernos y cauterizarnos las heridas al punto de escandalizar a las mayorías, masa ciega compacta guiada por el consumismo soso y una cultura de la sobrevivencia cotidiana. El instrumental, palabra dura ésta, se precia de ser afilado y contundente a la hora de partir las vidrieras en las que se exponen los fetiches materiales e ideológicos: “[Las palabras] Son flechas. Flechas clavadas en la piel áspera de la realidad”. He aquí entonces el urgente llamado que haces tanto al escritor como al ciudadano que padecen la injusticia estructural del mundo: “No lo haces solo para tener razón o para apaciguar tu conciencia; mucho menos porque confías en que tus acciones alcanzarán sus objetivos. Resistes porque es una acción solidaria. Con las comunidades de quienes sostienen principios y con los desobedientes: aquí y por doquier. Del presente. Del futuro”. No podemos, entonces, darnos el lujo de cederles las riquezas y las maravillas del mundo a los políticos pervertidos, los terroristas de un nuevo cuño más reaccionario, la burocracia cultural parasitaria, la crueldad insomne de las corporaciones y los complejos político-militares que nos acojonan. En la Venezuela del bachaqueo, la corrupción disoluta y destructiva que identificó y describió hace años Enrique Bernardo Núñez en la novela “Cubagua”, el fraudulento y maniqueo discurso mediático y, peor aún, el imperio del hambre, se hacen necesarias e imprescindibles voces lúcidas [demoníacas] como la tuya para exorcizar nuestra abulia enclavada en el odio y la frustración.

     Te evocamos como custodia y salvaguarda en primera fila de la literatura universal, pues aquí en esta Valencia de San Simeón el estilita, no hará mucho que se cerró en un insoportable silencio obsceno, anti-intelectual y alcahueta la Maestría de Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo. Es menester revestirnos con tu esperanzado amor desbocado por la literatura latinoamericana. Son memorables y llenos de vida los ensayos que le dedicaste a las Memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis [“Tal como el aislamiento de Blas Cubas parodia una soledad elegida o emblemática, su liberación por medio de la comprensión de sí mismo es, a pesar de su confianza y agudeza, la parodia de esta suerte de triunfo”]; al Pedro Páramo de Rulfo como libro clásico [“En retrospectiva, parece un libro que tenía que haber sido escrito. Ha influido profundamente en la producción de la literatura y continúa resonando en otros libros”]; y esa enternecedora carta que le dirigiste a Jorge Luis Borges en junio de 1996 desde Nueva York [“Todo lo que quiero decir es que lo echamos de menos. Yo lo echo de menos. Su influencia decisiva continúa. La época en que ahora estamos entrando, este siglo XXI, pondrá a prueba al espíritu de maneras nuevas. Pero, se lo aseguro, algunos no vamos a abandonar la Gran Biblioteca. Y usted seguirá siendo nuestro patrono y nuestro héroe”]. Semblanza conmovedora que va a la par del estupendo retrato que Diane Arbus le hizo a Borges, teniendo un enigmático y otoñal bosque de fondo.   


     Otro de tus amores fue la fotografía, género plástico que calificaste como la mirada moderna y fragmentaria del mundo. Además de tu paradigmático libro Sobre la fotografía, portentoso y lúdico ensayo equiparable al cuento “Las babas del diablo” de Julio Cortázar y su inquietante versión cinematográfica “Blow Up” de Antonioni, nos regocijan los aforismos apretados en “La fotografía. Breve suma” [13.- Llámese conocimiento, llámese reconocimiento; de algo podemos estar seguros acerca de esta modalidad, singularmente moderna, de toda vivencia: la mirada, y el acopio de los fragmentos de la mirada, nunca pueden completarse”]; el demoledor desmontaje del imperialismo y la industria de la guerra en el ensayo “Ante la tortura de los demás”, a propósito de la fotografía turística de ten(rr)or militar que la soldadesca tomó a los prisioneros iraquíes en la infame cárcel de Abu Ghraib; o el feminismo vivo, reivindicado y vertido en “Una fotografía no es una opinión, ¿o sí?” [“La tradicional unidad de un libro de fotografías de mujeres es una suerte de ideal de la esencia femenina: mujeres que lucen alegremente sus encantos sexuales, mujeres que se velan tras una mirada enternecedora o remilgada”], amén de otros iluminados textos sobre los bebés de Borland, la obra de Mapplethorpe o un siglo de fotografía italiana. 

     No puedo obviar esa magnífica reflexión sobre la traducción literaria que es “El mundo como la India”, en el entorno multilingüístico de la Cátedra San Jerónimo de tan preciado oficio que edifica puentes y vasos comunicantes entre las naciones. La problemática de la traducción literaria comprende alternativas intimidantes como la fidelidad literal, la versión creativa del traductor en la segunda lengua o, mejor aún, dejar fluir la lengua original en la otra a modo de una fusión amorosa. A tal respecto, nos gustó mucho tu personal analogía que asimila al traductor y el bailarín clásico: “En una traducción literaria, dados los múltiples imperativos a los que debe responder, sólo puede haber un desempeño superior, pero nunca perfecto”. Esto apunta a la esencia de la traducibilidad de las obras literarias de alto vuelo, su provisionalidad y susceptibilidad de ser mejoradas en un diálogo respetuoso y atento. Tal es el carácter erótico y amoroso de la traducción como coautoría cómplice del original. Por supuesto, te haré llegar con todo mi corazón mis traducciones al español de amigos tuyos y míos como Clarice Lispector y Lêdo Ivo.

     Sé que te resististe a la muerte durante los tres viajes que te obligó a realizar el cáncer. Cada viaje era más duro y doloroso que el otro. A mi madre, como sabes, se la llevó un cáncer de matriz. No me gustan esas desconsoladoras fotos en las que yaces en la cama hecha una punzante y urticante llaga cancerígena. Por eso, en homenaje a tu compulsión vitalísima, te escribo estas líneas en el amor más reconfortante y en el compromiso lector más fidedigno. Tu cautivante y sensual condición de heroína literaria, humanista y militante me ha de arrancar de este despecho sumido en el alcohol, de manera tal que el trabajo conmigo mismo y mi compulsiva legión de adentro me depare nuevos horizontes sediciosos y enamorados de la vida. Sin más por el momento y saudades de quien te ama, tu amigo, el salmista complsivo.             

                  

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