La Noche demasiado larga
José Carlos De Nóbrega
Los aztecas eran los hombres más poderosos del continente
Hasta que los centauros plateados de Cortés los desilusionaron
Con su abyecta compulsión aurífera, rapaz y terrófaga.
Por fortuna, los mayas simplemente se volatilizaron.
No se sabe a ciencia cierta por qué Bolívar
Admiraba a Napoleón Bonaparte en secreto,
Rey y Contrarrevolución, pues el muy corso
Odiaba al hombre contraviniendo a Rousseau.
Job encarnó el sufrimiento como ninguno
Para encarar a Dios que lo había puesto a prueba
En una partida de barajas con el Diablo.
Bolívar y Bonaparte se ahogaron en la sed de Gloria,
México aún sublima su amargura el Día de los Muertos en chocolate
Y Job depone su reclamo con inconcebible final feliz de su historia.
2
El devenir del Hombre es círculo vicioso,
Ramplonería discursiva y Desencanto consistente.
Los perseguidos aprenden a ser perseguidores:
Bastó la Shoah para apuntalar la Nakba,
El Estado teocrático de Israel, en ausencia de Yaveh,
Apareja su desquite en Gaza, el campo de concentración
Más grande del mundo llovido a fuego y azufre.
No valen Camp David ni la Intifada, mucho menos los profetas bíblicos.
El cambio es vana ensoñación a merced de traidores,
Intenciones inconfesables y crímenes de lesa humanidad
Que nunca cesan: Y el alivio del Juicio Final?
A ilusionarse, ah, pobres de solemnidad inconsultos
En insomnio, alección a solas y caminata en casa a ningún lugar,
Pues la noche demasiado larga antecede al Alba de lo más impuntual.
3
Por ello te pido Perdón, Padre y Dios trino liberador,
Así como también al Prójimo que me ama y desprecia
En mi Amor contranatura en pos de retribución.
Ni Cristo ni San Pablo predicaron esta praxis mía tan mezquina.
Soy tan arrogante como los aztecas y Hernán Cortés,
Del mismo modo que Job, Bolívar y Bonaparte,
También Nación soberbia y chica que te usurpa
En depredando e invadiendo terredad del Otro.
Líbrame Dios mío de este malestar inducido
Por el mundo y por mí mismo que me reseca
En vanidad ilusoria y despropósito en Sol de los ciegos.
En esta noche demasiado larga y lóbrega
Empero te agradezco a Ti y a mi círculo de afectos
Haber entendido al fin la culpa punzante de Abelardo Cuadra que lo restituyó tu Hijo pródigo.
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