El Confesionario Egotista de Silvia Buenafuente (1)
José Carlos De Nóbrega
No se cuántos grados de separación aproximan a Joaquín Maria Machado de Assis y a mi bien amada Sol Linares. Sus muy extrañas formas de novelar y contar en libros tan maravillosos y seductores, me llevan a enhebrar un puente que no pocos me tacharán de rebuscado, exagerado y traído por los cabellos en el amor intenso y gustoso que le rindo como lector y amigo a Sol. Cuando leí del mulato Machado El Alienista, llevaba puesta la condición de paciente psiquiátrico en el consultorio lúdico de la Sol en La Silla cruza las Piernas. Media seguramente entre ambos el cinismo de Ambrose Bierce, la agudeza y el ángel de Susan Sontag, el erotismo de Anais Nin e incluso la poética subjetivista y preciosa de Clarice Lispector pintada en presente continuo por de Chirico, amén de ser la mujer de fuego rescatando sus manuscritos. Vean que este reseñista compulsivo argumenta con rigor y claridad desde este enamoramiento solar inquebrantable. La novela más reciente de Sol Linares, Mamás por Whatsapp (LP5 Editora, 2021), se estructura causalmente en capítulos cortos y resbaladizos al igual que Las Memorias de Bras Cubas de Machado de Assis, cada quien y cada cual a por la suya. No en balde, Sontag observa y me apuntala mi impresión cuando al hablar del brasilero como un adelantado a su tiempo, dice respecto a una narradora excéntrica posible: "una mujer con el mismo grado de agudeza mental e independencia emocional sería tenida simplemente por un monstruo". Y existen dos casos de mi preferencia, Clarice y recién Sol.
Sólo una gran narradora egotista latinoamericana como Sol Linares, puede edificar el egotismo entrañable de Silvia Buenafuente en estas cuitas de primer cuarto del siglo XXI. Y lo digo a la luz de mi revisita reciente a egotistas venezolanos como Pocaterra, Rufino Blanco Fombona y Rafael de Nogales Méndez para levantar mi ánimo en solitaria pandemia. Sol lo hizo conmigo sin la Rotunda, ni las aventuras en el Amazonas a tiro limpio contra la satrapía del caucho, mucho menos en el frente turco de la Primera Guerra Mundial. Silvia es heroína en su peripatética búsqueda de autoafirmación en este mundo entre medieval y supra tecnológico. Nos movió y conmovió la oralidad descarnada de la actante y voz protagónicas. Ello a la par y en el desnivel de la franqueza que balbucea su verdad extrema, hasta cuando nos miente mintiéndose a sí misma. Ese tono Stand Up Comedy se hace sátira sobre las gripes o pestes mal curadas de ser mujer. Lo cual trae consigo una épica desmitologizada en la cotidianidad, teniendo como contexto la Pandemia Covid-19 y la revisita de la Guerra Fría de cerveza tibia entre tres.
El humor es, pues, compasivo y corrosivo al punto. Hace pedazos no sólo las cómodas camisas de fuerza ideológicas y estéticas con que nos pretenden aprisionar los poderes fácticos y equívocos, sino las culpabilidades inducidas por la sociedad ciega y cómplice y, peor todavía post-divorcio de Silvia, por sí y consigo misma. Se despliega impune la Legión de voces de nuestra antiheroína. Esta polifonía de hembra fauvista se realiza en el espíritu transgenérico del discurso. De poema afín a las lamentaciones y giros eróticos y lúbricos, hasta el demonio de la prosa por vía de aforismos, letanías e iluministas confesiones de amor místico y profundo. El canibalismo de las relaciones de poder disfuncional en familia, estalla eucaristía equívoca empero transpirando la pasión que nos sostiene en pie animales ávidos de afecto y resurrección.
No hay cosa que la lengua inquisitiva de Silvia no intente. Se parodia a sí misma en tanto paradoja resistente y agonística. A veces Dada, otras surrealista y Beatnik. Se nos antoja esta maravillosa mujer, más allá del soporte en papel bond o pdf comprimido, una adolescente eterna tratando de completar su proceso de formación o iniciación. La comedia corporal de nuestra protagonista implica su único embarazo, el alumbramiento entre el ruido y la transfiguración en el Otro, la Hija, a su imagen, semejanza y disimilitud. Todo un verdadero acto de creación en el contexto del Apocalipsis que les toca compartir y padecer a ambas. Hay la inevitable transfiguración ficcional de la sagrada familia a contracorriente de las convenciones del entorno reseco: "Con los años, mi hija será un Cristo roto. Tu padre un José emponzoñado. Yo una María apedreada por dentro". Aforismo y profecía que vía divorcio parte la familia bipolarmente. Por desgracia, el psiquiatra resulta ser un fariseo lapidario oculto tras una precaria ciencia. Silvia, negada su condición de madre en la contratransferencia, castra a su opresor de turno regodeándose en el suicidio de esta esquizoide voz autorizada.
Hermoso. Quedé aquí pensando en la María apedreada y la hija como Cristo roto. Habrá que hacer algo para que, con los años, todos seamos tulipanes mejor. Efímeros, por humanos, pero bellos y llenos de gracia. Se les quiere.
ResponderEliminarGracias totales, Marichina, por siempre leerme con tanto cariño.
EliminarEstoy de reposo por la operación de cataratas, más adelante la leeré. Gracias
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