viernes, 27 de noviembre de 2020

Radio en Pandemia. Jose Carlos De Nobrega


En estos días de pandemia y reclusión, la radio ha sido una buena compañía. En mi caso, la radio hoy se llama Soda 95.1 FM. Cuando vivía mi preadolescencia en Caracas, se llamaba Radio Aeropuerto, una estación de salsa brava en la que trabajaba un César Miguel Rondón chivudo antes de completar su libro salsero y su fama ganada con telenovelas como Ligia Elena, la novia que le robó a Ruben Blades. Otras veces Radio Continente y otras Radio Rumbos de las novelas acústicas como Martín Valiente (A los caballos, negro! y las golpizas de Yo te pegaré con este palo de matar cochinos, así!) y La vida de las canciones los sábados en la mañana. La vida de las canciones era la dramatizacion radionovelesca de algun tema de moda: Se imaginan a Arquimedes Rivero diciendo casi en llanto La mucura esta en el suelo / y mama no puedo con ella? A mamá Augusta le gustaba cocinar, lavar y planchar escuchando las cuitas de amor entre Rosita Vasquez y el galan Rivero en el millón de radionovelas que grabaron juntos.

Ya en Valencia del Rey era el rock en Radio Mía, el amarillismo y la chabacanería de Radio América, o Radio Satélite o Radio Latina donde escuchábamos a Jean Francois Champion en La capsula del placer o el de William Carloti en El rock no tiene la culpa. De las FM, la salsosa, jazzística y brasileñisima Radio Lago tiempo después. Son inolvidables los micros de Nuestro insólito universo de Rafael Silva con la voz profunda e inquietante de Don Porfirio Torres, lo mejor de la cátedra radial venezolana.

Hoy a mis cincuenta y seis, viudo y de nuevo enamorado de la mujer más bella del mundo soñada desde la prepa o liceo (?, Saving by the bell, Mr Belding and Scricht), me he topado y he recurrido a Soda 95.1 cuando la soledad, el entusiasmo, la alegría y la nostalgia aprietan. Radio en cuarentena para cuarentones, nos recuerda Cesar Arriba entre 2 y 4 pm. Aunque yo cuente con un decenio de más. 

Más allá de encontrarnos en el target de adulto contemporáneo, nos anima y enternece ese dejo nostálgico de la programación de Soda, que le debe su nombre a una de las mejores bandas del mundo, la argentina Soda Stereo. Radio entrañable por recordarnos de qué generación provenimos, la del rock de los setenta, el new wave, el punk, lo sinfónico, la de la Salsa dominada por Massucci y la Fania. La de la cuarta república y el embuste de El Dorado petrolero, que parió hoy su muy propia Decadencia del Imperio Romano. 

El café de las mañanas de lunes a viernes nos lo advierte y nos invita un negro, un marroncito o un blanquito que aroma a Hendrix, a Metálica o a Clapton; pasando por el rock sinfónico de Génesis, Yes y Tears for Fears; hasta el blanquito lechoso y fresa de Madonna, Culture Club o Donna Summer. Nuestra estación, en honor a su nombre, suena y divulga al también muy nuestro grupo Soda Stereo de Gustavo Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberti. 

Al mediodía nada mejor que La tarima efervescente con los mejores grupos y performances en vivo. Después del almuerzo no se nos da pasear al perro o al querido minusválido de la familia, como en el cuento de Cortazar, sino ser público o concertista de rock en plena presentación. El jueves de Acción de Gracias en USA, además de Culture Club y Madonna con Like a prayer, nos la vacilamos con Dire Straits y Sting en Money for nothing; caímos enamorados de Sade con Paradise; y acompañamos de instrumentos imaginarios, gestuales y diversos a Fleeteood Mac con Tango en la noche, a Tears for Fears con Everybody wants the rule the world y, al cierre, a Génesis con Invisible Touch. No importa que se desparrame sobre nosotros el calor entre 12 m y 1 pm.

A la hora del burro amarrado en las puertas del baile, de 2 a 4 pm, el vampiro inusual de Cesar Arriba desarrolla una puesta en escena radial que fusiona al melómano con el comediante a lo stand up comedy, eso sí, sin los extremos que van del contracultural Lenny Bruce al decadente y atiplado Chris Rock. Arriba juega con el discurso como si se tratase de un sofista griego que sabe contradecirse para poner patas arriba los retortijones retóricos de haters, hackers y vanos influencers mal mediáticos y mediatizados (mala leche, pues).

De 4 a 6 pm, nos cautiva la voz sugerente, el aura seductora y el carisma simpatiquisimo de Meche Hernandez. Ella hace un uso inteligente, ameno y acertado de las efemérides musicales para construir un Edén sonoro que a veces mueve al baile y otras al romance. 

Estos son los panas que repican cueros, teclas y bordones con nosotros de lunes a viernes. No podemos dejar a Paul Gilman y su Cultura Rock, amén del puente lúdico que Daniel Siugza tiende entre la música y el cine, crónica de lo visible y lo invisible.

Aprovechamos este texto saudoso y nostálgico, para que reveamos ese ingenioso, poético y enfático filme que es Días de Radio de Woody Allen. Sería una experiencia afín al último concierto de los Beatles desde la platabanda que colinda con Abbey Road. O como la despedida inesperada de Gustavo Cerati en Venezuela, específicamente los predios de la Universidad Simón Bolívar en Sartenejas.


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