domingo, 22 de noviembre de 2020

Apologia a la madre por docena. Jose Carlos De Nobrega



Estimada china, hay mucha tela que cortar en esta apología a mamá Augusta. Sigamos pues la celebración dialogada que es lo que mueve nuestra escritura.

Diez

Mi mamá era más persistente que el Mossad israelí. Cuando llegamos a Valencia, la muy menudita Augusta se hizo amiga de los profesores del liceo Monseñor Adam de Naguanagua, y así me consiguió cupo sin mucha dificultad. Los cautivó su terquedad y amor duro y riguroso por sus hijos. Así que en tercer año viví el mejor momento de la adolescencia: Me le declaré por primera vez a una chica, Elsie Peña, pero quedé Turulato como el apóstol Pedro cuando negó a Jesús, pues ella me rechazó tres veces (imagino una foto del momento, el despecho como tal encarnado en tres perros callejeros de Tarapio y en el grito inútil de un Te amo). Conocí a mi mejor amigo de la época, Jorge Perez, hoy obstetra en Naguanagua, con quien y junto a Hernan Castro (qepd) escribíamos versos de despecho a Janda, Gina y claro a Elsie, además del teatro estudiantil que dirigimos estos tres alegres compadres que ganarían fama en quinto año cuando imitamos a casi todos nuestros profesores.

En cuarto, la burocracia escolar me separó de Jorge, Crucito, Tancredi, los Ascanio David y Absalon, Mónica, Elsie, Janda y Gina, mi mejor cofradía púber. Entonces llegaba tarde a clases porque andaba con ellos en sus secciones, conversando o jugando basket. Los profesores me amenazaban con ponerme inasistente y bajarme las notas. Yo les decía que yo no llegaba tarde sino que ellos llegaban más temprano, tratando de imitar a Hector Lavoe.

Un día, mamá me reclamó mi actitud de rebeldía escolar. Yo le dije que cómo lo sabía y replicó que un pajarito se lo dijo. Por supuesto, le hice mucho caso porque con ella no se juega.

Años después, visitando el liceo como cometa universitario, los viejos profesores me contaron que mi mamá iba todas las semanas de incógnito para saber de su hijo primogénito y a posteriori su oveja negra predilecta. El pajarito inquisidor muy lindo y delator era ella misma, a Dios gracias.

Once

A las habilidades de inteligencia y contra inteligencia de mamá, le sumamos su eficacia operativa a la hora de transmitirnos los valores en casa. Un día Jorge, el conejo, me prestó un tocacintas de cuando yo coleccionaba cassettes de música variopinta, clásica, salsa brava, rock y jazz. Mi vieja me cortó el concierto de la Perfecta de Eddie Palmieri con Ismael Quintana, incautando el equipito que ella sabía que no era mío. Para descartar que el objeto fuera mal habido, me dijo que se lo entregaría en persona a su dueño. Con una pena más pesada que la Múcura del son cubano, le dije a Jorge quien me calmó argumentando que la vieja lo hacía para cuidarme. El conejo se presentó en casa, cautivó a mi mamá con su carisma y se fue con su tocacintas de lo más tranquilo. Los dos me dieron una gran lección en valores y, mejor aún, en la calurosa interacción generacional que es posible y reconfortante. No es así?, mi chinita.

Doce

Mi hermano se graduó de abogado y el acto se realizaría en el Teatro Municipal de Valencia. Debido al poco aforo y la gran cantidad de invitados, era muy difícil entrar y conseguir puesto. La cola para acceder era de pesadilla kafkiana y rocambolesca. Vi a mamá muy preocupada porque no quería perderse al primer graduado universitario de sus hijos. Yo, de palto y corbata, asaeteado por el calor húmedo valenciano, decidí resolver a lo Bakunin el problema. Le pregunté si quería ver graduado a Avelino y la tomé de la mano en esta incursión anarquista al Teatro. Perpleja, pues no le di tiempo para la clase de valores, me acompañó a colearnos para consternación de la afición. Uno, por supuesto, me mentó la madre por la ocurrencia atrabiliaria. Le dije al tipejo: Aquí la llevo de la mano, desgraciado!

Logrado el cometido de tomar el Municipal por asalto, conseguimos puesto en la planta de arriba o las localidades más baratas. Mamá aplaudió y gozó todo el acto, hasta que el muy tieso y protocolar de Pedro Bello, moderador eterno, culminó el acto. De repente se volteó hacia mí y me preguntó cuando me graduaría. Le dije que un día de estos. A lo que ella me puso el cuero del corazón de gallina, cuando soltó que yo era el más inteligente de sus hijos.

En llegando el siglo XXI, año 2002, me gradúe por fin como Licenciado en  Educación, mención Lengua y Literatura, de la UC. Fui al acto en el Teatro Celis Perez que quedaba al lado del Psiquiátrico de Barbula, sólo que mamá había fallecido de cáncer pocos meses antes. Sin embargo, contuve las lágrimas antes de entrar al recinto, porque andaba por allí merodeando los pasillos toda menudita ella con su paso rápido y decidido.

Hoy le cumplo a mamá todavía. Di clases de pregrado y postgrado en la UC. Publiqué a la fecha más de 20 libros, llevo en total más de 40 escritos con mucho gusto. Tuve el honor de hablar de mis mejores amigos escritores, cuando di un curso de literatura venezolana en la Universidad de Salamanca, donde también hice grandes amigos, sobre todo bellas y magníficas mujeres. Ahora escribo una primera novela en la que figura la musa y la señora poeta que hoy amo más que a mí mismo. Crees que mamá Augusta está más contenta con su anarcoteista oveja negra? Qué opinas?, amantisima china de mi confederación de almas.

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