SHALOM
José Carlos De Nóbrega
Salamanca,
enero de 2016.
Estimado Alexis: Desde la Casa Dorada de
Unamuno te saludo con preocupación no exenta de esperanza. Sé que te encuentras
en un estado afín a la transfiguración de Cristo y el profeta Elías, arrancado esta
vez por la cínica Providencia de la chatura del mundo y la banalización de sus
representaciones ideológicas, estéticas y filosóficas de pacotilla impía. Te
imagino cavilando y consolidando una Teoría Conspirativa que te explique el
desmadre del país y el mundo. Se hace añicos la Venezuela petrolera a la manera
de los discursos terroristas del Apocalipsis y los finales del universo mal
conocido por padecer. Compartes con el viejo Soto los preparativos urgentes para
contrarrestar el acoso de hordas criminales que quieren hacerse de la vieja
casona: Cargar escopetas y arcabuces heredados de castizos guerreros, convenir
las guardias, preparar trampas y ubicarlas en el patio sembrado de árboles de
mango y grape fruit. El temor se desliza libre por la espina dorsal, sobre todo
cuando ambos vieron esa comedia fílmica de Ettore Scola –“Feos, sucios y
malos”- que le resta idealización romántica a la pobreza, pues no hay cosa más
jodida que nacer y crecer lumpen, si lo sabré yo, pobre de solemnidad allá y
sudaca con título doctoral aquí. Soy un bolivariano a la inversa, puesto que
pretendo comprarme un traje Armani descosiendo las privaciones y las peripecias
de mi Picaresca en Valencia, la de Venezuela, teniendo a Pocaterra y Michelena
como convidados de piedra que se acuestan con las Brujas regentadas por el gran
Oswaldo Vigas.
No acomodas a golpe de las ocho y media de
la noche las treinta cajas de cerveza Polar en las neveras de la Colmena
Borracha. Tampoco te toca ahora completar el importe de las medias botellas de
cocuy Leal para beneplácito del ejército indigente con sus perros vikingos. Mucho
menos los Panchito Mandefuá del colegio interrumpen temprano tu desayuno que
quedará a medias, para llenar sus estómagos bulliciosos como gatos
pintarrajeados. Tampoco perturba tu rara modorra la tragicomedia económica de
la nación esquilmada por la inflación perniciosa, el desabastecimiento y la
inseguridad que golpean sin misericordia a los compatriotas de a pie, eso sí,
en la indolencia perversa de pitiyanquis y socio-listos que arrastran sus rabos
hediondos a azufre. La vileza que serpentea este mundo jamás te arrinconó en el
miedo ni en el resentimiento, porque fuiste tocado por el espíritu terrible y
eterno de una adolescencia luminosa que jamás encontraron los conquistadores
españoles, portugueses o alemanes. El Dorado, como lo demostró tu familiarísimo
Ramón Díaz Sánchez, no descansaba en el oro del Cuzco ni en el oro negro de
Cabimas o Mene Grande. Por el contrario, se centra en las piedras tiernas de
tus hijos, sobre todo las dos hembras que ahora velan tus abigarradas y
fantásticas ensoñaciones. La poesía de Elías David Curiel te susurra con voz
judía inconfundible: “¡Transfiguróse en alma, como en gema el carbón!” [Tibisay
baila feliz al son de tus dedos trémulos, sin que le afecten las ambulancias escupiendo
los cuerpos desfigurados de reos amotinados].
A diferencia de Pepe y yo, embargados por
la depreciación física y la bipolaridad anímica, sostienes con impunidad el
entusiasmo dulce y púber del Presidente de la Sociedad Bolivariana en el liceo
de Tocuyito hace más de treinta años. No creemos hoy en la Gran Colombia ni en
la épica que fue el Paso de los Andes para sorprender a los realistas en la
Batalla de Boyacá. Perdimos la fe en la caída de nuestra cuarta o quinta
república, apuntalando con el tedio el latrocinio y la medianía de operadores
políticos y funcionarios alcahuetas. Te conviertes en cochero de Cristóbal Ruiz
manejando a toda velocidad el Aspen blanco, para pintar a la ciudad onírica de
Valencia de San Simeón el estilita, sacándole ambos el erecto y sarcástico dedo
medio al malandraje aguas abajo o aguas arriba que acogota a la ciudadanía en
la Valencia escarnecida por los Salas, el patético Alcaparra [paladeando un
fruit punch] o ese pésimo carpintero mercachifle que es Cocchiola. Suponemos
entonces que tu chivo Bruno limpiará algún día este basurero mal administrado.
Sin embargo, cómo deseo reencontrarme contigo
en la Licorería al igual que Joâo, Norberto, Lucas, Curly, Pablo, Agustín, las
caminadoras del lugar y pare usted de contar. Sabemos que te sientes a gusto en
tu mundo virtual muy propio. Por fortuna, tu impuntualidad de campeonato [superior
a la de Héctor Lavoe], estropeará y pospondrá tu cita con la dama enigmática
que siempre canta en las tinieblas. Me despido en el ladino de Pérez Só quien
te reconviene con cariño la lectura convulsa de Los Protocolos…: “i por agora
es preferible / kayar la mi boca / ke si Dio kisieralo ansi / ansina mezmo /
tenria la respuesta”.
Tu amigo, el salmista compulsivo que te
quiere.
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