viernes, 1 de enero de 2016

UNA AGENDA PARA 2016. José Carlos De Nóbrega


 
UNA AGENDA PARA 2016

José Carlos De Nóbrega

 

     Dadas las coordenadas críticas de la República Bolivariana de Venezuela, excediendo el doble discurso tradicional de las promesas para el año nuevo, nos proponemos una agenda alternativa del año 2016 que sacuda el marasmo del entorno y la desesperanza interior.

1.- Creemos necesario el ejercicio de la relectura como revisita imprescindible de los diagnósticos del malestar que nos aqueja hoy. Recomendamos, entre otros títulos, el tríptico Capital y Desarrollo de nuestro aguafiestas preferido Domingo Alberto Rangel, además de la ensayística sobre el petróleo y la economía nacional de Uslar Pietri, Malavé Mata, Rodolfo Quintero y Orlando Araujo. Asimismo, en lo que toca a la educación de un espíritu rebelde que avive el temple de ánimo, nos parecen buenas alternativas Diccionario del Diablo de Bierce, El hombre rebelde de Camus y Páginas libres / Horas de Lucha de González Prada. La Poesía del Decir no puede dormir en el escritorio: Taberna y otros lugares de Dalton, Antología del Decir de Angulo, Verso y Prosa de Blas de Otero, Poemas del Decir de Mujica, Nudo de Juan Ruiz Peña y toda la poesía de Cardenal y Miguel Hernández.

2.- Zapatero a sus zapatos: Que cada quien contribuya con sus trabajos creativos en el arte, las humanidades y la ciencia. La obra individual no va a contracorriente de la captación y recreación colectivas del mundo. No avalemos, pues, el oportunismo Viva la Virgen de los burócratas que hoy buscan la supervivencia parásita en el reacomodo y la adulación en la politiquería.

3.- Apostar al auténtico significado de la Política: La organización colectiva de la sociedad en pos de su liberación cotidiana y ardua, amén de consolidar una revolucionaria calidad de vida ajena al consumismo de cachivaches físicos e ideologizantes. De allí que el escritor, el analista y el artista han de abandonar su palacio de cristal susceptible a las pedradas de afuera: “Hay que mostrar al pueblo el horror de su envilecimiento y de su miseria [de esto no se escapa la intelectualidad]; nunca se verificó excelente autopsia sin despedazar el cadáver, ni se conoció a fondo una sociedad sin descarnar su esqueleto. (…) La lepra no se cura escondiéndola con guante blanco”, Manuel González Prada. Se trate, por ejemplo, de la inflación en Venezuela o de los fines inconfesables de los politicastros locales.

4.- El mecenazgo cultural no implica la sumisión de los artistas y los cultores: Por el contrario, supone un diálogo enriquecedor, contingente y pedregoso entre ambos protagonistas sociales. No constituye una luna de miel falsificada que nos oculte desiertos editoriales, teatrales y promocionales que justifiquen un funcionarismo estéril, inculto y apolítico. Cuando el mecenas condicione vilmente la creación artística, la comunidad cultural ha de proponer medios de expresión propios y alternativos que la vindiquen.

5.- La educación no es una mera y decadente caja de resonancia que domestique a la sociedad: Por el contrario, representa un útil instrumento de cambio social que ha de calibrarse de manera permanente. No es tampoco una caja negra disponible para la burocracia indolente y la mediocre confortabilidad docente, pues involucra a toda la comunidad circundante. El aserto va de la educación inicial a la universitaria.

6.- La economía no ha de seguir siendo territorio exclusivo de los especialistas para el provecho materialista de los politicastros. El gobierno venezolano no puede persistir en  ocultar los índices de inflación y desabastecimiento, ni mucho menos obviar el fracaso de su política económica. La oposición no debe regodearse en la inflación inducida ni en la complicidad con un empresariado inepto, reaccionario y envilecido, nefasta asociación pervertida que tiene una incidencia alta en este desmadre. El pueblo de a pie ha de proveerse de recursos propios y creativos para combatir la crisis económica, tanto en el plano económico [jugando con la oferta y la demanda, pues como se sabe los capitales se enculillan sin dificultad] como en el electoral y político [es menester el ejercicio activo de una verdadera contraloría social].

7.- El diálogo nacional no es una patente de corso para que los políticos de oficio negocien a su malvado arbitrio, sino una empresa que involucre a la ciudadanía entera.         

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