EL CUMPLESIGLO DE DANIEL SANTOS
José Carlos De Nóbrega
Daniel Santos [Santurce, Puerto Rico 5/2/1916 - Ocala, Florida, 27/11/1992] cumple un siglo impunemente, pues lo encontramos más
bohemio y vigente que nunca. Si se quiere es nuestro Doroteo Arango: Este bolerista
y guarachero villista sigue comprometido con la mala vida y las causas
libertarias de América Latina. No podemos estar de acuerdo con su confesor
comunista, Héctor Mujica, cuando le cuestiona su trashumancia que raya en la
picaresca latinoamericana de la compulsión alcohólica y la convulsión libertina.
Lazarillo, chulo, reo político y común, soldado insubordinado y gigante de la
música, constituyen roles variopintos que devienen en la nobleza de su corazón
espinado y caribeño. Por fortuna, el periodista y melómano Mujica se sabe
contradecir más adelante: “Pero está también, en medio de la hez, elevándose en
su condición de artista del pueblo y de patriota que quiere rescatar a su
patria del oprobio colonial”. No hay que exigirle a Daniel, quien nos confronta
al otro lado del confesionario, precisiones teoréticas ni filosóficas que le
resten brillo a su biografía vitalista, traviesa y terca. Embadurnarse de
mierda durante su largo viaje físico, es sin duda la bandera revoltosa que le
atrajo una muy buena estrella. De la calle cruda y pobre provinieron también
Cervantes, Albert Camus y Jean Genet.
Las grandes personalidades
acarrean estupendas e insólitas yuntas. En este caso, el hijo “enmantillado”
del carpintero Rosendo Santos y María Betancourt hizo de las suyas con el
compositor Don Pedro Flores y la Orquesta La Sonora Matancera. ¿Quién no
recuerda piezas maestras como “Linda”, “Despedida” y “Borracho no vale” de
Flores, en las cuales subyacen los sentimientos más encontrados como el amor
filial y la nostalgia, el erotismo y las ansias por las nínfulas doradas y
guarichas, e incluso el morbo picante y la apología ebria respectivamente? Una
constante de la música caribeña estriba en las más afortunadas asociaciones de
afroamericanos, pardos y blancos: Ismael y Cortijo, Colón y Lavoe, Tito Puente y
La Lupe, Colón y Blades o Palmieri y Cheo Feliciano. Los Cien Años de Soledad
que compartimos con el Otro, sólo puede ser un motivo latinoamericano digno de
ser cantado por estos magníficos músicos populares [favor abstenerse los
patarucos como Chino y Nacho, Ricardo Arjona o Juan Gabriel].
El Inquieto
Anacobero es también un Trovador del Decir políticamente incorrecto y
comprometido con los de abajo, ello sin recurrir a ningún artilugio expresivo
ni mucho menos chapotear en el doble discurso. Revisitemos, a contracorriente
de pancadas y remilgos reaccionarios que nos divierten, canciones emblemáticas
como “Sierra Maestra”, “Si Fidel es comunista”, “Amnistía” y “El Preso”. Los
bajos fondos son un espacio propicio para el perdón auténtico, la insurgencia
rabiosa en clave de marcha bolero y son, amén de la restitución material de la
justicia. Gracias a Daniel Santos, el hombre de a pie se reconoce en el severo
y locuaz rostro de su machismo, encendido de irreverente rebeldía e impregnado
de fluidos vaginales, cocaína y aguardiente.
¿Qué les
pasa a los amigos? Es hora de celebrar el centenario de Daniel Santos, el
Inquieto Anacobero, por lo menos en tanto año jubilar. Si bien la cosa está
durísima en Venezuela, es menester sacudir la abulia, burlarse de los
politiqueros causantes de este desmadre y mover el esqueleto cantando sus
canciones más emblemáticas. Les recomiendo leer las confesiones de Daniel
Santos a Héctor Mujica publicadas en 1982 por la editorial Cejota y, por
supuesto, el cuento "El Inquieto Anacobero" de Salvador Garmendia
[léanse todo el libro de cuentos homónimo, publicado por la Librería Suma en
1976, ello en el imperio pícaro de la oralidad caribeña]. Asestando trompadas a
la histérica banalización del discurso político, las hablillas dignas del
programa chimbo de Nancy Álvarez y el despropósito farandulero de Winston
Vallenilla, pongámonos a conversar aquí, trago en la mano, sobre este insigne
dios tutelar de la mala vida y el coraje libertario. ¡Salud, Afición!
P.S.:
Cuando Gustavo Martín, un antropólogo de los nuestros, manifiesta en su
libro "Homo-Logicas, escritos sobre racionalidades" (1990, UCV) que
la mejor antropología está en la obra literaria de Paz, Carpentier, Vargas
Llosa -no ahora que éste se comporta como Marqués corriente-, Borges
y Cortázar, seguramente tararea todavía “Linda” de la dupla Pedro Flores / Daniel
Santos en tanto hallazgo enternecedor y endiablado de
"la especie sapiens que es el hombre latinoamericano".
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