Francisco José Aguiar. San Carlos, Edo. Cojedes, 1985. Narrador, poeta y dramaturgo. Lcdo. en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT) en el 2014. La Revista Memoralia publica el monólogo que se titula La Alcantarilla en el 2015. En el transcurso del 2016 publicó entrevistas, artículos y notas en periódicos de su región y obtuvo mención honorifica en el 1er Concurso de Crónica Breve “UNELLEZ NUESTRA DE CADA DÍA” con la crónica titulada El encanto de una tarde.
La aventura de leer
Leer es maravilloso, pero explicarle esto a quien no
tiene este hábito es muy difícil, es como explicarle a un ciego las cualidades
de la luz. Sin embargo, escribo estas líneas con la esperanza que alguien se
anime y por la deuda que tengo con las personas que me han preguntado sobre mis
descubrimientos.
Me
gustaría tomarlos de la mano y llevarlos a donde he explorado, pero la
experiencia es íntima, es como la historia del hombre de sal que se internó en
el océano para comprobar si era conmensurable o inconmensurable y al hacerlo se
disolvió en él y no pudo narrar su experiencia.
Me
cuesta narrar mis experiencias como lector. Lo más honesto sería dejar la
página en blanco pues cualquier cosa que escriba será absurda por la tamaña
empresa que pretendo.
Borges
era un gran viajero y salió poco de su biblioteca. Él podía llegar en un tris a
la Grecia de Homero, a la India de Gautama o a épocas venideras y lo traigo a
colación porque al hacerlo le rindo tributo.
Todo
el que se interna en un libro halla la invitación a soñar. Soñar es el primer
paso. . . el resto depende de nuestra capacidad de concretar lo soñado. Los
libros son albaceas de la libertad, con ellos podemos salir de las murallas del
espacio y del tiempo.
La
historia del hombre de sal la asocio con la aventura que he seguido desde mi
niñez. La asocio porque muchas veces me han preguntado qué encuentro en ella y
generalmente respondo con el silencio.
Hay
cosas que no se pueden comunicar con palabras. Por ello cada párrafo que he
escrito está parcamente elaborado. Sin embargo, espero dejar al menos un
vislumbre de lo que quieren saber.
El
hombre de sal y yo somos en esencia el mismo hombre y vamos con toda la alegría
que un alma puede albergar.
Mundos prestados
Podría afirmar en este momento que todo escritor
como principal recurso literario recurre a la utilización de palabras
prestadas; palabras imposibles de devolver porque llegan a ser parte inherente
de quien las emplea. (El aire que llega a nuestros pulmones es prestado, pero
cuando lo inhalamos se vuelve parte de nosotros. ¿No es así?). Si utilizas
palabras prestadas con un buen orden de ideas, la experiencia enseña: surge la
literatura.
Alexander
Pope aseveró que el gran escritor es el que expresa mejor lo que otros han
pensado y estoy totalmente de acuerdo, claro, el copismo es otra cosa, el
plagio descarado siempre tendrá mi desaprobación y en cuanto a la
intertextualidad debo recalcar: es un excelente recurso.
Las
horas de lecturas archivan un bagaje de ideas que incluso no perteneciéndonos
las consideramos como propias. Ahora bien, ¿qué es lo que realmente nos
pertenece? ¿De qué somos dueños?
Las
ideas de otros que pululan en nuestra mente las llamo Mundos prestados. Somos cada uno de los escritores que hemos leído;
somos ese algo que no podemos descifrar y así como el agua se evapora para
luego aparecer en forma de lluvia ─ en ese ciclo que dura por siempre ─, así
nace el ambiente creador, así brotan las ideas para que se concrete lo eterno.
El Génesis
asegura que de la nada se hizo el mundo, pero en cuanto al génesis de los
autores esta afirmación no es cierta. En el terreno artístico para que surja
algo debe provenir de algo. Los dioses de la nada hacen el todo, pero nosotros
requerimos herramientas, materias primas y muchas ganas para manufacturar obras
de arte.
Los
mundos que se prestan no se pueden devolver pues se transforman en sangre,
médula, tejido, en otros mundos, en parte de la existencia y esto hace que la
literatura pueda compararse con el universo; con ese algo que todos sabemos
infinito.
Hay hechos que no pueden desaparecer y hay hombres
signados por el destino para encarnarlos. Uno de estos hombres es el
subteniente Luis Antonio Rivero Sanoja, a
quien por la autoridad que me han conferido sus deudos dedico este
canto.
Famosas son las gráficas tomadas
por Héctor Rondón y José Luis Blasco de la rebelión que sucedió en Puerto
Cabello el 2 de junio de 1962. Hartos son los ensayos y monografías que se han
realizado a raíz de este acontecimiento, pero poco se ha escrito sobre la
conmoción de la familia cojedeña por la pérdida de uno de sus más queridos
hijos.
Los sancarleños de la época
recuerdan la misa que ofició el párroco Patricio Palacios en la catedral en
honor al oficial caído en acción en El Porteñazo y el cortejo fúnebre
multitudinario que lo condujo por la calle Silva hasta el Cementerio Municipal.
Esta historia la he escuchado
muchas veces porque era un militar querido por su pueblo, tanto es así, que
pese a las décadas que han transcurrido aún pervive el afecto y los que no lo
conocieron ─ como es mi caso ─ crecieron conociéndolo. Tal es el poder de las
palabras.
Es el deber de todo poeta cantarle
a sus héroes, vaya mi canto a los caídos. Desde el eco del galpón viene mi
canto y va hacia los confines del alma humana. No aspiren menos.
Me niego aceptar las frías páginas
de la historiografía, me niego a mostrar sólo un conjunto de párrafos gélidos.
Así que insuflo mis pulmones para exclamar un ¡HURRA! que entibie hasta la
misma fatalidad.
Gracias a un monólogo que me
dispuse a escribir fui a entrevistar a la viuda y al hijo del subteniente
Rivero. Quería que me mostraran desde su perspectiva, a un hombre que fue
signado por el destino para encarnar la tragedia de su generación.
A la señora María Cristina Ortega
le dije que en mi monólogo hay una línea donde afirmo que su esposo es “El
cadáver más bello que ha producido la historia”, línea que en vez de
entristecerla le proporcionó brillo a sus ojos y como siempre he pensado que
las cosas bellas no mueren del todo, es justicia que de esta manera dé por
concluido este canto.
32 años dedicados a la Universidad
Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (mi casa de
estudio). 32 años de una destacada trayectoria académica, científica y
humanística. . . cierto día, viéndolo en su cubículo, lo comparé con el molino
de viento que está ubicado diagonal al paraninfo. Lo comparé, pues ambos siguen
en pie pese a los vientos buenos y malos, y porque han dejado su impronta en la
comunidad unellista.
Recuerdo, como si fuera hoy, la
primera clase que tuvimos mis compañeros y yo con el profesor Medina. . . en
dicha clase nos ordenó salir del salón y dirigirnos hacia la biblioteca. Antes
de entrar nos señaló una madera que
tenía esta leyenda: BIBLIOTECA RAMÓN VILLEGAS IZQUIEL. Luego dijo: “Grábense
ese nombre. . . el poeta bauleño Ramón Villegas Izquiel, logró hacer una
biblioteca en un banco de sabana”.
He de acotar que este gran
académico ha organizado: la Feria Internacional del Libro de Venezuela Capítulo
Cojedes, ponencias, recitales, foros, competencias de carteleras, de libros
artesanales, las festividades decembrinas, de San Juan Bautista y de la Cruz de
Mayo, y ha presentado cada número de la revista Memoralia, ya que (nuestra
revista) es una huella en la memoria humanística de Venezuela.
En mi casa de estudio ha organizado
eventos de carácter nacional e internacional. Una muestra de ello fue el VII
Festival Mundial de Poesía que se realizó en el Salón de Usos Múltiples el 28
de mayo de 2010, para que nosotros (en esa época jóvenes poetas) pudiéramos
codearnos con juglares de muchos países. También he de recalcar que fue uno de
los ideólogos del Doctorado Honoris Causa que se le confirió a Amado Lovera
(Uña de Oro de Venezuela), el 10 de noviembre de 2011.
Quien de este modo obra, la providencia lo recompensa con creces. Por
ello, el Dr. Alberto Quintero, rector de la Universidad que Siembra,
conjuntamente con el Consejo Directivo y las Autoridades del Vicerrectorado de
Infraestructura y Procesos Industriales,
el lunes 13 de febrero de 2017 en el paraninfo de la UNELLEZ San Carlos,
le confirieron al poeta Isaías Medina López el Doctorado Honoris Causa. Ahora
bien, si alguien me preguntare por qué se le otorgó a mi profesor tan alta
distinción. . . diré, lleno de orgullo, que se le otorgó por una vida dedicada
al trabajo y al amor.
El poeta romántico Víctor Hugo, en el célebre
clásico que lleva por título Los Miserables,
es tajante al clasificar a la humanidad en luminosos y tenebrosos. Pero estas
líneas (por razones obvias) se las dedico a los que como dignos hijos de Prometeo
tienen el fuego sagrado e iluminan al mundo.
Uno de estos hijos era el filósofo
Diógenes de Sinope, quien iba por su ciudad (a plena luz del día) con una
lámpara buscando a los hombres honestos… otro de sus vástagos era nuestro Simón
Rodríguez, quien cansado de tanta incomprensión instauró una fábrica de velas
para, al menos de esa forma, seguir dando luz.
En el relato de Eduardo Galeano
titulado El mundo, un hombre del
pueblo de Neguá “dijo que somos un mar de fueguitos” y que hay fuegos que arden
con tantas ganas que “quien se acerca, se enciende”. Esto – como lo constata la
tradición oriental – ocurre cuando el discípulo encuentra al maestro.
Voy por estos pasajes con el candor
que produce lo amado y con el ánimo de quien es feliz al recordar líneas que lo
han hecho feliz. La vida es breve, lo que podemos aprehender es limitado. Hay
quienes pretenden saberlo todo, como Fausto
(el personaje esencial de la obra de Goethe), pero se equivocan de medio a
medio.
Sigo con lo amado y formulo esta
pregunta: ¿cuántas páginas escribió el prolífico poeta barinés Orlando Araujo?
Los eruditos lo saben. Yo recuerdo dos pensamientos de este autor, recuerdo que un amigo es el espejo donde tú eres él; que
no hay que apagar esa luz ni fallarle en cualquier oscuridad y que “con la
investigación histórica nos buscamos en la memoria de los otros”.
Las iluminaciones son como un
relámpago y nosotros rasgamos o intentamos rasgar – como el Libertador Simón
Bolívar – un instante las tinieblas, fulgurar apenas sobre el abismo… no
importa que después nos perdamos en el vacío, y este ensayo, es producto de los
fogonazos de las luciérnagas que admiro y que deslumbran mi incesante caminar.
Un espejo es un artículo insustituible para alquimistas, espiritistas y adivinos, y como comprendo que ficción y realidad en la literatura se funden. . . me valdré de ello para abordar su magia con algunos clásicos. No en orden cronológico ni de relevancia, sino en el orden en que mi corazón los ha acunado.
*Si pienso en un escudo
– espejo, pienso en la silueta de Medusa inmersa en el metal bruñido, en
una mano que se levanta empuñando una espada (la de Perseo), para decapitar al
monstruo petrificador de hombres.
*Narciso es interesante no por su belleza, sino por
el lago – espejo. Narciso tiene la
utilidad de un tesoro sumergido.
*Una ciudad –
espejo como el Macondo de Aureliano Babilonia: muestra que toda ciudad
puede desaparecer sin dejar rastros.
*Si tomo a colación un portal – espejo tomaré el de Alicia. . . no sin antes aclarar que
no todos los portales son azogues: los hay traslucidos.
*Las Crónicas de Indias están plagadas de algo que
me gusta llamar oro – espejo. Los
aborígenes le intercambiaban a los europeos oro constante y sonante por
cristales azogados. Tal era su fascinación.
*El utensilio
– espejo es el más común pero no hay que restarle importancia. Existe en
diferentes formas y lo encontramos en tocadores, lavamanos, automóviles, en
fin, en muchos lugares y sirve para que rostros como el de Frankenstein, el de
Quasimodo, el de Helena o el de Cleopatra se enfrenten a ese juez pero bajo
diversos veredictos.
Siempre me han obsesionado los
espejos, quizá porque tengo la necesidad de reflejar lo que soy, y si he
abordado estos clásicos no es para desentrañar sus misterios. Desentrañar
misterios nunca me ha interesado. Prefiero vivirlos.
Un
dirigente religioso que en sus discursos censura a Darwin, a Aristóteles, a
Einstein, es decir, a la ciencia. No debería usar teléfonos celulares, ni
automóviles, ni el confort de una casa convenientemente amoblada. Un científico
que en sus tratados censura al espíritu no debería enamorarse. Algo imposible
pues hasta el científico más recalcitrante se enamora.
A los
cristianos les enseñan que sólo en la Biblia está la verdad; a los comunistas,
que sólo en el Manifiesto de Marx está la verdad; a los científicos, que sólo
en los logaritmos, sinusoides, triángulos y letras griegas está la verdad. ¿Se
dan cuenta del jaleo que esto forma?
Me
gusta la historia maya de la creación. Los dioses aplicando el método
científico de ensayo y error crean al hombre de maíz. Esta historia encierra
una significativa enseñanza. El maíz es variado: hay negro, amarillo, blanco,
anaranjado. ─ En él se encuentra la variedad de la vida ─. Si comprendemos
esto; comprenderemos que nuestra herencia natural es ser diversos.
Admiro
a Charles Darwin por dos cosas, uno, porque amaba a la naturaleza como el que
más, dos, porque expuso un gran postulado al hacer hincapié que todo va
evolucionando y que desmonte o no el relato de la creación de la Biblia es lo
de menos, lo demás es que su teoría da otra concepción del mundo.
Simón
Rodríguez pregonaba el “aprender a aprender” y tenía autoridad para pregonar
esto pues la educación cuando es limitada nos limita. La educación cuando
enseña sólo un modelo, no libera, todo lo contrario: esclaviza. Al parecer la
educación venda los ojos, los venda de tal forma que constriñe toda posibilidad
de luz.
El
concepto de universidad que vislumbraron los antiguos griegos se ha perdido. A
las universidades tendríamos que llamarlas individualidades, ya que no enseñan
a armonizar criterios. Enseñan muchas cosas, es cierto, pero bajo el enfoque de
la competitividad y el individualismo.
No debemos oponernos a Jesús de
Nazaret, a Gautama el Buda, a Zaratustra, a Lao – Tsé. Sus ideas confieren una
visión transpersonal, visión que en la época del hombre cosificado podría ser
la piedra angular del restablecimiento. Millones de personas tienen problemas
existenciales como nunca antes, yo mismo los tengo, y si me refugio en el arte
es porque nunca he olvidado esta línea de Sábato: “El arte es un don que repara
el alma de los fracasos y sin sabores”.
Tomás de Aquino supo fusionar
ciencia y religión. A pesar de ser católico recibió influencias de Aristóteles,
(un griego), de Avicena, (un persa), de Averroes, (un árabe), y de otros
polímatas. No en vano su frase más famosa dice: “Teme al hombre de un solo
libro”.
El hombre no debe ser sólo
científico: el sueño de la razón ─ como muestra el grabado de Francisco de Goya
─ produce monstruos, ni debe ser sólo
creyente: la fe cuando vive sola genera fanáticos. . . debe ser científico y
religioso a un tiempo. Científico en el sentido del que se vale de la
inteligencia para crear bienestar y religioso en el sentido de aceptar los
misterios.
Cae la tarde y mi espíritu se
intranquiliza al pensar en la existencia de tan bella utopía.
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