lunes, 7 de marzo de 2016

TRÍADA PORTUGUESA (3): FADO Y POESÍA. José Carlos De Nóbrega


TRÍADA PORTUGUESA (3): FADO Y POESÍA

José Carlos De Nóbrega

     El Fado no sólo es el género musical por excelencia en Portugal, sino una convergencia maravillosa y personal de lo culto y lo popular. Su cadencia y melodía constituyen la puesta en escena de la “saudade”, ese término que resume el alma portuguesa no sólo en el sentimiento y lo estético, sino también en la captación histórica, política y social [el Sebastianismo encarna la añoranza de la Gran Lusitania allende sus fronteras naturales]. Canto bohemio de estudiantes universitarios, obreros y del lumpen atrabiliario, el Fado empalma con la poesía portuguesa en casi todas sus etapas: Desde la lírica medieval, pasando por la voz poética fundacional de Luís de Camôes, hasta desembarcar en las propuestas contemporáneas de Sá Carneiro, Pessoa y José Regio. Parafraseando a Raúl Romero, la cantata fadista no sólo es banda sonora sino tema central de películas recientes de Manoel Oliveira, Carlos Saura (Fados) y Win Wenders (Lisbon Story). El convivio europeo auténtico excede el canibalismo de la Troika que pretende esclavizar hoy a Grecia impunemente.

     Amália Rodrigues (Lisboa, 1920-1999), la indiscutible voz referencial del Fado, fue una promotora entusiasta de la poesía portuguesa medieval, clásica y contemporánea. Explorando Youtube podemos disfrutar de adaptaciones musicales de las Cantigas del amigo de Mendinho, sonetos y redondillas de Camôes, además de poemas de Guerra Junqueiro (“As Penas”) y  Pedro Homem de Mello (“Povo que lavas no rio”). El oído melómano va a la par de la lectura poética, experiencia lúdica que nos deparan los fados que versionan a Camôes como “Lianor” en un vivaz arreglo de orquesta [Descalça vai para a fonte / Leonor pela verdura; / Vai Formosa, e nâo segura]; “Erros meus” en donde el soneto se hace canto desgarrado afín al lamento árabe y gitano [Errei todo o discurso de meus anos; / Dei causa (a) que a Fortuna castigasse / As minhas mal fundadas esperanzas]; y “Alma minha gentil” que aprehende el soneto para atar cielo y tierra por vía de un doloroso vía crucis [Alma minha gentil, que te partiste / Tâo cedo desta vida, descontente, / Repousa lá no Céu eternamente / E viva eu cá na terra sempre triste]. En el fado “Ermida de Sâo Simeâo”, Amália desarrolla una versión en portugués moderno de la Cantiga del Amigo de Mendinho, canto con sabor a mar que es Patria al besar el continente [Sentada na Ermida de Sâo Simeâo / cercaron-mi-as ondas que grandes son. / Eu atendendo o meu amigo!]. Nuestra memoria, enclavada en la infancia, asocia a mamá cantando “Una casa portuguesa con certeza” y la belleza conmovedora del rostro afilado y la voz proverbial de la queridísima Amália.

     Mísia, nacida en Porto (1955), es otra de las voces que refrescan con sapiencia y amor al Fado. Heredera de Amália, añade al instrumental clásico del género (guitarra clásica, portuguesa y bajo) el violín y el acordeón, para establecer una conversación animada con el tango y el bolero. En discos como “Garras dos sentidos”, realiza versiones de poemas de António Botto, Mário de Sá Carneiro y Florbela Espanca. De ella dice Romero en el texto antes referido: “Mísia ha sabido, junto a Dulce Pontes, Camane, Paulo Bragança, Cristina Branco, Mariza, Madredeus y Bévinda, atrapar el sentido universal de la poesía portuguesa e incorporarlo a la más auténtica expresión del sentir y pensar de esa nación única en su lirismo y en su música”. En este sentido, recomendamos su versión de “Estatua Falsa” de Sá Carneiro, la cual también se halla en Youtube, encrucijada enamorada de lo tradicional y lo novedoso musical y poéticamente cantando [Mis ojos sólo se doran de oro falso. / Soy una esfinge ya sin misterio en el poniente. / Veladamente bajó en mi alma / La Tristeza de las cosas que nunca fueron (Traducción de Pérez Só)].  

     En un poema fechado el 27 de mayo de 1922, Fernando Pessoa nos dice que el Fado es la ley que reduce al hombre a la condición de súbdito, por supuesto, en el dolor y la pesadumbre. Vitorino, exiliado en Francia hasta la Revolución de los Claveles de 1974, nos ofrece una estupenda versión de “Lua extravagante” de Pessoa, sazonado por el Alentejo natal sacudido por el tango [Gasté todo lo que no tenía. / Soy más viejo de lo que soy, / la ilusión, que me mantenía, / sólo en el palco era reina: / se desnudó, y el reino acabó].  

     Valga esta entrega para celebrar el habla y la condición portuguesa que acompañan a este Ser mestizo y latinoamericano que me habita. Persistimos con Amália en esta extraña forma de vivir.    

      

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