TRÍADA PORTUGUESA (3): FADO Y
POESÍA
José Carlos De Nóbrega
El Fado no sólo es el género musical por excelencia
en Portugal, sino una convergencia maravillosa y personal de lo culto y lo
popular. Su cadencia y melodía constituyen la puesta en escena de la “saudade”,
ese término que resume el alma portuguesa no sólo en el sentimiento y lo
estético, sino también en la captación histórica, política y social [el
Sebastianismo encarna la añoranza de la Gran Lusitania allende sus fronteras
naturales]. Canto bohemio de estudiantes universitarios, obreros y del lumpen
atrabiliario, el Fado empalma con la poesía portuguesa en casi todas sus
etapas: Desde la lírica medieval, pasando por la voz poética fundacional de
Luís de Camôes, hasta desembarcar en las propuestas contemporáneas de Sá
Carneiro, Pessoa y José Regio. Parafraseando a Raúl Romero, la cantata fadista
no sólo es banda sonora sino tema central de películas recientes de Manoel
Oliveira, Carlos Saura (Fados) y Win Wenders (Lisbon Story). El convivio
europeo auténtico excede el canibalismo de la Troika que pretende esclavizar
hoy a Grecia impunemente.
Amália Rodrigues (Lisboa, 1920-1999), la
indiscutible voz referencial del Fado, fue una promotora entusiasta de la
poesía portuguesa medieval, clásica y contemporánea. Explorando Youtube podemos
disfrutar de adaptaciones musicales de las Cantigas del amigo de Mendinho,
sonetos y redondillas de Camôes, además de poemas de Guerra Junqueiro (“As
Penas”) y Pedro Homem de Mello (“Povo
que lavas no rio”). El oído melómano va a la par de la lectura poética,
experiencia lúdica que nos deparan los fados que versionan a Camôes como “Lianor”
en un vivaz arreglo de orquesta [Descalça vai para a fonte / Leonor
pela verdura; / Vai Formosa, e nâo segura]; “Erros meus” en donde el soneto se
hace canto desgarrado afín al lamento árabe y gitano [Errei todo o discurso de
meus anos; / Dei causa (a) que a Fortuna castigasse / As minhas mal fundadas
esperanzas]; y “Alma minha gentil” que aprehende el soneto para atar cielo y
tierra por vía de un doloroso vía crucis [Alma minha gentil, que te partiste /
Tâo cedo desta vida, descontente, / Repousa lá no Céu eternamente / E viva eu
cá na terra sempre triste]. En el fado “Ermida de Sâo Simeâo”, Amália
desarrolla una versión en portugués moderno de la Cantiga del Amigo de Mendinho,
canto con sabor a mar que es Patria al besar el continente [Sentada na Ermida
de Sâo Simeâo / cercaron-mi-as ondas que grandes son. / Eu atendendo o meu
amigo!]. Nuestra memoria, enclavada en la infancia, asocia a mamá cantando “Una
casa portuguesa con certeza” y la belleza conmovedora del rostro afilado y la
voz proverbial de la queridísima Amália.
Mísia, nacida en Porto (1955), es otra de
las voces que refrescan con sapiencia y amor al Fado. Heredera de Amália, añade
al instrumental clásico del género (guitarra clásica, portuguesa y bajo) el
violín y el acordeón, para establecer una conversación animada con el tango y
el bolero. En discos como “Garras dos sentidos”, realiza versiones de poemas de
António Botto, Mário de Sá Carneiro y Florbela Espanca. De ella dice Romero en el
texto antes referido: “Mísia ha sabido, junto a Dulce Pontes, Camane, Paulo Bragança,
Cristina Branco, Mariza, Madredeus y Bévinda, atrapar el sentido universal de
la poesía portuguesa e incorporarlo a la más auténtica expresión del sentir y
pensar de esa nación única en su lirismo y en su música”. En este sentido,
recomendamos su versión de “Estatua Falsa” de Sá Carneiro, la cual también se
halla en Youtube, encrucijada enamorada de lo tradicional y lo novedoso musical
y poéticamente cantando [Mis ojos sólo se doran de oro falso. / Soy una esfinge
ya sin misterio en el poniente. / Veladamente bajó en mi alma / La Tristeza de
las cosas que nunca fueron (Traducción de Pérez Só)].
En un poema fechado el 27 de mayo de 1922,
Fernando Pessoa nos dice que el Fado es la ley que reduce al hombre a la
condición de súbdito, por supuesto, en el dolor y la pesadumbre. Vitorino,
exiliado en Francia hasta la Revolución de los Claveles de 1974, nos ofrece una
estupenda versión de “Lua extravagante” de Pessoa, sazonado por el Alentejo
natal sacudido por el tango [Gasté todo lo que no tenía. / Soy más viejo de lo
que soy, / la ilusión, que me mantenía, / sólo en el palco era reina: / se
desnudó, y el reino acabó].
Valga esta entrega para celebrar el habla
y la condición portuguesa que acompañan a este Ser mestizo y latinoamericano
que me habita. Persistimos con Amália en esta extraña forma de vivir.
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