MANOEL DE OLIVEIRA, EL CINEASTA Y
LA CIUDAD
José Carlos De Nóbrega
Manoel de Oliveira (Porto, 1908-2015) es
un cineasta portugués de nuestra alta estima, no en balde su desaparición
física en abril de este año. Más allá del elogio superficial de ciertos medios,
de Oliveira posee una gran personalidad artística patente en una obra que
excede los cuarenta títulos. Entre sus películas destacan los documentales
“Duero, faena fluvial” (1931) y “El pintor y la ciudad” (1956), además de las de
ficción “Aniki Bóbó” (1942), “Francisca” (1981), “No o la vana gloria de
mandar” (1990), “El Valle de Abraham” (1993), “La Caja” (1994), “Una película hablada”
(2003), “El Quinto Imperio” (2004) y “El extraño caso de Angélica” (2010).
Todas pueden verse a través de Youtube. Su discurso fílmico está tocado por el
Diálogo y la confrontación de las ideas políticas, éticas y estéticas; el amor
y la identidad por su ciudad natal; los triángulos amorosos como encrucijada
del romanticismo y la decepción contemporánea; y ese afán lector y crítico de
adaptar los clásicos de la literatura portuguesa y universal [Castelo Branco,
Agustina Bessa Luís y José Régio, incluso Dostoievski].
La ciudad de Porto que se rinde ante el
río Duero, es su paisaje interiorizado, referencia visual y sentimental en gran
parte de su filmografía. “Duero, faena fluvial”, no obstante su brevedad,
recrea una jornada pesquera para construir una visión modernista y futurista de
la ciudad [muy influida por documentales de Flaherty y la escuela soviética]. En
cambio, “El pintor y la ciudad” mixtura el cine y la pintura figurativa en un
poema visual apasionado y transparente. “Aniki Bobó” es un film imprescindible que
vincula el mundo de la infancia al paisaje: La trama de esta tragicomedia
simula el tejido de hierro del puente sobre el Duero, destacando los primeros
planos de Carlitos y Teresinha, los niños protagonistas. Años después, “El
extraño caso de Angélica” pone en escena el amor perturbado de un gris fotógrafo
por la difunta Angélica a través de un relato fantasmagórico que alude a
Chagall, eso sí, teniendo como fondo el encuadre fotográfico de un Porto
embargado por la lluvia.
“Francisca” constituye una tercera visita
fílmica al triángulo amoroso, pues entraña la consideración directa de la
novela “Fanny Owen” de Agustina Bessa Luís e indirecta del texto novelístico
“Amor de Perdición” de Camilo Castelo Branco. La adaptación del texto literario
muta en un significativo diálogo intertextual que agradece el espectador. Porto
es de nuevo el telón de fondo paisajístico, estético y político-social de los
amores funestos entre Fanny y José Augusto, teniendo como vértice narrativo al
novelista Castelo Branco. Once años más tarde, 1992, el docudrama “El día del
desespero” registra a este autor romántico como amante tristemente amado por la
muerte [de propia mano y de un pistoletazo en el pecho]. “El Valle de Abraham”
retoma el tema amoroso, teñido de tragedia y decepción, adaptando la novela
homónima de Bessa Luís: La rebelión erótica de Emma “la Bovarinha” a los
valores burgueses, cargada de narcisismo e irreverencia, finaliza ahogada en
las aguas de un río simulando un accidente.
Manoel de Oliveira incursionó poco en el
cine político, pues trató el tema con pulso oblicuo, esto es atando la
ideología y la ética a una consideración de la Historia portuguesa y europea.
En “No o la vana gloria de mandar”, el tratamiento político es descarnado en la
ausencia del efectismo mediático y cinematográfico de la Guerra de Angola: la
soldadesca portuguesa y colonial conversa y se increpa a sí misma, cuestionando
su actuación reactiva contra la independencia de Angola, Mozambique y Macao [la Revolución de los Claveles de 1974 les
acecha]. En “El Quinto Imperio”, la cremación del paladinismo colonialista se
lleva esta vez al Sebastianismo y su Rey a la picota: La Corte y sus lacayos
son despedazados por el Zapatero Santo, profeta del desastre colonial de
Portugal y España. El Sebastianismo es una gesticulación mesiánica, política y
consolatoria que busca remediar inútilmente las crisis de Portugal, patente en
la obsesión de escritores como Bandarra, António Vieira y Fernando Pessoa. Al
despropósito político de hoy, de Oliveira responde con una trampa caza-bobos,
“Una película hablada”: La crónica del viaje que va de Europa al Cercano
Oriente se vale de un falso discurso turístico-cultural, para realizar un
amargo ensayo sobre el desamor, la intolerancia y el terrorismo a la luz ciega
y miedosa de Occidente. Nos asombra el diálogo en el barco de los personajes
encarnados por Malkovich, Deneuve, Papas
y Leonor Silveira en sus lenguas originales (inglés, francés, griego y
portugués). ¿Es una apuesta por un diálogo abierto y universal?
Recomendamos dos películas cargadas de
humanidad y crítica social: el corto “La Caza” (1964), donde la anécdota del
niño travieso que cae en las arenas movedizas se trata con dos finales
eludiendo la censura: uno, en el que los campesinos lo rescatan tomados de la mano,
u otro, el cual muestra la muerte del chico debida a la falta de solidaridad. Recordemos
que el cineasta fue víctima de la PIDE, policía de la dictadura salazarista. “La
Caja” es un largo ambientado en los suburbios de Porto que disecciona al lumpen,
bestiario indolente que se muerde a sí mismo por una caja limosnera de un pobre
ciego. Manoel de Oliveira ha trabajado con grandes actores lusos: además de
Silveira, sobresalen Luís Miguel Cintra, María de Medeiros y Diego Dória. La
invitación al buen cine sigue abierta. Por favor, Manoel, salúdame a Yajaira
quien nos acaba de dejar.
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